LA RADIO EN LA LITERATURA: EPITALAMIO DEL PRIETO TRINIDAD

“Obrar como hombres libres, no como quienes hacen de la libertad un pretexto para la maldad”
[1 Pedro 2:16]

De nuevo una reseña que no esperaba realizar; se trata de una novela bastante vieja [apareció por primera vez en 1942] a la que le puse el ojo tras verla en una librería de viejo [puede conseguirse por el precio de un diario a través de algunas ofertas en la red, cuestión de buscar unas cuantas cositas y amortizar los gastos de envío: el diario se lee en la biblioteca –los libros también- y si quieres comodidad, comentar, señalar, puntear, etc., por cuatro chavos puedes tener material en casa] por aquello de los buenos recuerdos que me dejó Nancy y sus correrías por aquella Andalucía imaginaria que tan magistralmente plasmó Ramón J. Sender.

LA RADIO EN LA LITERATURA: EPITALAMIO DEL PRIETO TRINIDAD

En este caso se trata de la segunda reedición dentro de la célebre colección de Áncora y Delfín, Barcelona 1966. El autor que se exilió en 1939 a resultas de la célebre INCIVIL que nos llevó a la pira en un momento donde la historia enloqueció [y parece que no hemos caminado mucho cuando se vuelven a ir reproduciendo escenas que parecen calcadas de aquellos hechos que debieran de habernos inoculado, de una vez por todas, la realidad: la violencia, física o dialéctica, nunca soluciona los problemas, sino que los agrava si, además, vamos de “sobrados” entonces las cosas no van por buen camino; así que crucemos los dedos para no volver a descarrilar] y Sender pasó por Francia, llegó a México y se instaló en los Estados Unidos donde literariamente floreció [su vida es también toda una novela y uno acaba preguntándose cómo llegó al anarquismo si tenía, teóricamente, de todo].

En 1942 aparecía la novela que hoy cayó en mis manos; estaba considerada como una de sus aportaciones más importantes a la literatura de habla hispana en particular, y de la universal en general. Por su simbolismo tenebroso, su terror fantástico o su facilidad narrativa llevarán al lector [aunque a veces haya términos no muy habituales para los ibéricos, basta que hayas estado por México para saborear esos giros que tan magistralmente usó apenas llegar al país azteca] a un mundo que evidentemente en nada se parece al que estamos viviendo.

Es un texto de 300 páginas de letra bien apretada, no es una historia habitual, pero resulta gratificante para evadirte de la estólida sociedad que nos ha tocado vivir, donde nada es lo que parece y todos luchan para ver quién engaña más… En fin que sirve para lo que sirve: entretener, hacerte reír y, sobre todo, viajar imaginariamente por mundos que en nada se asemejan a los que este primer cuarto de siglo XXI, alocado, nos está abocando. Aunque, a veces, en la tertulia colegimos que parece que esa estulticia es a nivel mundial, porque de otra manera no se entiende tanta inutilidad dirigiendo la aldea que se han empeñado en uniformizar como si lo que numerosas revoluciones intentaron no hubiera sido suficiente.

Así que vamos allá con las cuatro referencias radiales que Sender intercaló en esta novela que te transporta, te atrapa y te entretiene mucho más que la caja tonta que se quedó, una vez más, sin señal TDT y ya ni me molesté en llamar al técnico para ver qué ha ocurrido en el cacharro que parece ha decidido “enmudecer” para no violentar las conciencias de la casa en que está instalado.

“Trinidad se imaginaba a aquella vieja, que era grande y caballuna, con unos de los camisones azul celeste puesto, hasta los pies, bailando en el centro del mercado al compás de un aparato de radio que daba una conga. Y aquella imagen le mareaba. Cada vez que la mulata daba vueltas, su camisón brillaba al sol y Trinidad se mareaba”. [19]

“Alrededor jugaban los niños. Por las ventanas abiertas se oían los aparatos de radio. En la vivienda de la Niña Lucha, que tenía dos pequeños balcones, había siempre tiestos. Entre ellos uno con “pasionarias” que acababa de dar dos hermosas flores”. [20]

“Aunque llegara otro comandante, otras tropas. Tenía bastante dinero para los primeros pasos; quizá pudiera obtener el material necesario para una estación de radio clandestina”. [172]

“Era campesino. En su casa había fiesta de cumpleaños. Vivía en las afueras de la capital. Y tenía una sobrina. Con la música de la radio bailaban los invitados: un barbero, dos tintoreros y varios campesinos. Mozas de otras familias vecinas. El barbero quería lucirse en la danza bailando a la moderna con la sobrina del Bizcarra y, de pronto, éste se acercó, separó a la pareja y se llevó al barbero a la calle:

-Lo siento –le dijo-, pero tengo que matarte.

-¿Por qué? –le dijo el otro viéndole el cuchillo en la mano.

-Porque bailas en mi casa y con mi propia sobrina y te has atrevido a hacer movimientos indecentes”. [196/197]

Esta vez, por cierto, las referencias al mundo radial han sido escasas, pero ahí están para regocijo de los aficionados al mundo de las ondas y, por lo visto, hay pocas narraciones que no lleven o al menos, eso parece, tienen una atracción hacia la persona que ha pergeñado estas líneas.

Por favor lean, incluso los más inútiles panfletos, pueden llegar a traer verdades incuestionables como la que el otro día me encontré en el semanario local: Gran éxito de la diputada de ERC en Madrid, una uruguaya [su historial es todo un poema y para eso está INTERNET] ya metida en años, vino a enaltecer las virtudes de la independencia y la república, vaya a darnos lecciones de democracia y libertad como si allí, a las orillas del Plata, en su momento, los tupamaros hubieran sido unos angelitos. El éxito apoteósico de la convocatoria (30 personas contabilizó el semanario local en una población de 25.000 habitantes, el 27 de abril del 2017). Por arte de magia, a la hora de “papear o mover los carrillos” como ustedes gusten, la cifra fue de 60 comensales ¿quién pagó el banquete?

Estoy convencido, una vez más, que los paganos hemos sido los de siempre y podría engarzar con la gran mordida que me provocó el Ayuntamiento de Barcelona que, al parecer, decidió en 2016, asignarme una propiedad que no me pertenece desde el 2004 y me daba cuenta por casualidad porque [me] imprimí la declaración de la renta de la que no te escapas incluso estando muerto ¡qué pesadez!, y esa “simpática ocurrencia” me devuelve a la república de boludolandia donde es habitual esa política de intentar saquear, desde las instituciones, a los ciudadanos de a pie. ¿Y a quién mejor que a aquél que tiene algún ingreso?

Así que tocó buscar papeles, ir al Catastro y constatar esa gran realidad de la estupidez humana, pero no se me enfade señor, la mayoría de la gente que estamos atendiendo tiene el mismo problema; ya se sabe “Mal de muchos consuelo de tontos”, pero te queda una cara de ídem que no te la puedes quitar en varias aciagas jornadas deambulando de organismo en organismo, de ventanilla en ventanilla, siempre con las correspondientes esperas, para tratar de deshacer el entuerto que te han montado los colocados a dedo que apenas saben leer el anuncio de la convocatoria de fiestas. Vaya que Larra se quedaba corto.

El tema está coleando y Hacienda dando largas para intentar borrar ese dato. Vaya que estamos en manos de estólidos como el otro día escribía el columnista del Diari de Tarragona y narraba el caso del empleado de Correos que no sabía hacer el seguimiento de un envío certificado [antes eran funcionarios y, medianamente funcionaban] ahora si no quieres descubrir el analfabetismo galopante de las nuevas generaciones, no vayas a una ventanilla a enviar un certificado porque puede ser mortal y curiosidades tengo infinidad sobre este peculiar mundo de la posta.

En ese mismo número del semanario El Vallenc la apolítica [según un amigo vallense] Òmnium Cultural, realizaba otra convocatoria un día después [28 de abril 2017]: juntó una veintena de personas y, algunas, repetían del día anterior. Menos de un uno por mil y el jaleo que montan gracias a los medios, la permisividad y las subvenciones. Nadie dice quién mueve la cuna, aunque todos lo imaginan ¿o nos quieren hacer creer que nadie sabe nada como en el caso de la Madre Superiora? Pues era bien fácil, sobre todo, para los que vivían cerca de su famosa floristería en la calle Balmes-Plaza Núñez de Arce [ahora también rebautizada porque no hay que dejar nada en pie para que nadie se reconozca].

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