“No saber lo que ha ocurrido antes de nosotros es como seguir siendo niños”
[Marco Tulio Cicerón]
La presente reseña, una vez más, es fruto de la casualidad. No esperas que la radio te aparezca en un libro que trata de ofrecer una perspectiva de la contienda INCIVIL que azotó la península que, además, ofrece otra perspectiva o como el mismo autor escribe, hechos Contados de otra manera. Aunque parezca mentira, cualquier libro que compro tiene escondida, amagada, la historia de la radio, siquiera en su aspecto nostálgico. En este caso, además, me encontré con pasajes que me devolvían a mis años mozos y mi paso por la Infantería de Marina a mediados de los setenta (1974/1976) con paisajes o lugares que también conocí treinta años después de aquellos increíbles hechos.
Se trata de un libro realizado por la Editorial Noray en 2011 y escrito por José Cervera Peris con una gran lucidez y, sobre todo, superando los panfletos o libelos tan de moda en estos tiempos, donde tratan de realizar una retrospectiva histórica que no supera ni el aprobado. El autor, magistralmente, deja que sea el lector el que extraiga sus conclusiones, él mismo lo deja escrito: “No somos jueces ni fiscales. Tampoco defensores de quienes no lo merecen. Sólo relatores circunstanciales, quizás con más buena voluntad que acierto… Escrito sin agobios ni presiones, evitando la feroz guerra de adjetivos, tan de uso en los libros sobre el tema, mide frases y conceptos y recrea alguna parte inédita de aquellos documentos que tuve entre mis manos”.
La lectura, a pesar de lo trágico de los hechos, se hace amena, siendo el lector el que tiene que aportar su difícil punto de vista de acuerdo a los documentos y autores que cita. Es una de esas obras que permitiría, si la gente quisiera trabajar esa etapa, disponer de una serie de referencias [noté a faltar la bibliografía o el índice onomástico/ toponímico] que el estudioso puede utilizar para seguir pistas que no siempre se localizan en trabajos tendenciosos y con un único fin: narrar unos hechos a medias.
Se trabaja con la marina y no se hace distinción. Narra las peripecias de los hombres del mar que se vieron envueltos, como el resto de españoles, en un terrible dilema de acuerdo al lugar en el que estaba cuando explota el enfrentamiento que venía incubándose desde años anteriores. Yéndonos del tema, sería como esta Europa engreída en la que estamos envueltos y donde no paramos de vivir sobresaltos por parte de los que sólo ven salida a su insensatez provocando la muerte y el caos. La vida es dura y, consciente o inconscientemente, nos han vuelto niños a base de dorarnos la píldora de que vivimos en el paraíso, pero tenemos también los más altos índices de suicidio del mundo civilizado. No nos matan las guerras [terribles, dolorosas, inhumanas] nos mata la amargura de no saber el camino para tomar mañana, la falta de perspectivas, el creer que todo está al alcance de la mano y que no debemos de esforzarnos. Impresiona cómo los cantamañanas campan por sus respetos y los desdichados les siguen como si tuvieran la varita mágica que los sacará de la estulticia.
Hay un punto del libro que me hizo parar: la facilidad con que se concedían las habilitaciones y cualquiera era útil para todo… Vamos calcado a lo que en estos momentos estamos viviendo, aunque claro, nadie quiera reconocerlo. Lo peor es que la gente que tiene un “papel” se cree ya Galileo, ya Platón y resulta que apenas sabe escribir su nombre y mucho menos comprender un texto de más de diez líneas… Y como estábamos tan bien formados, ahora nos vienen que incluso desaparecerá el ejercicio de aprender a escribir porque ya no será necesario… ¡Cada vez me acuerdo más de aquella gran película EN NOMBRE DE LA ROSA! Pronto tendremos una sociedad de analfabetos funcionales, pero nadie querrá reconocerlo, así que vayamos a lo nuestro: la radio.
Las referencias son esencialmente en su versión UTILITATARIA, la radiodifusión como tal, prácticamente no tiene cabida, pero la radio la empleaban para enlazar con sus unidades e incluso para tratar de “crear dilemas” al no seguirse los procesos habituales en las comunicaciones navales. O sea “iluminados” que creyeron ser personajes imprescindibles, utilizaron en aquel momento los medios técnicos para hacerse un hueco en la historia, aunque no siempre sea honrosa por mucho que haya odas laudatorias o panegíricos que no ayudan precisamente a superar aquel terrible drama. Metámonos en nuestro tema. Como siempre, al final del párrafo va, entre corchetes y negrita, la página en la que se encuentra esa referencia por si alguien tiene necesidad de ello.
“Pero los servicios de radio cuya emisora central funcionaba en la Ciudad Lineal de Madrid jugaron un decisivo papel en los primeros días del alzamiento, como podrá verse en su momento”. [21]
“Prieto ha seguido incentivando a los radioescuchas, subrayando la locura y el paso inútil de los sublevados”. [41]
“Ensalzado por unos, denostado por otros y tratado con generosa benevolencia por autores menos radicalizados, es evidente que la actuación de Balboa tuvo su peso en la balanza republicana, pero no logró plenamente su objetivo, ya que privados los buques de sus mandos naturales, el grado de inoperatividad e ineficacia a lo largo de la campaña fue notorio [aquí tendría que reflejar personalmente el adjetivo que los mismos exiliados que conocí en un programa de radio en mi primer viaje por México en los noventa me comentaron que, salvando las distancias, “lo sucedido en España fue como si en lugar de profesionales estuviéramos en manos del Ejército de Pancho Villa; años después aquella persona me deleitó con un gran libro sobre el Asesinato de Trosky que precisamente tuvo lugar en México]. Los remedios que más tarde, se arbitraron más por la fuerza que de grado fueron también insuficientes.
El Gobierno de Giral, que además de presidente era ministro de Marina, premió a Balboa sacándolo de su modesta plataforma de cables y fusibles y haciéndolo subsecretario de Marina, cargo que desde el primer momento le vino ancho y cuya toma de posesión desde lo alto de una silla en el salón de honor del Ministerio, entre vivas y mueras y con amplia presencia de cabos y marinería, no pudo resultar más heterodoxa. Su biógrafo Daniel Sueiro trata de colgarle algunas medallas destacando su energía y buen tino ante situaciones levantiscas producidas en el arsenal de Cartagena (donde su autonombrado general, el maquinista Gutiérrez, fue tachado de delincuente), pero poca cosa más puede anotarse en su efímero mandato. Indalecio Prieto, ministro de Marina y Aire en el gobierno Largo Caballero, lo descabalgó de una silla en la que había puesto los pies antes que la espalda.
A pesar de su poca relevancia –salvo en los telegramas a las dotaciones de la Escuadra- Balboa no era un desconocido para la Marina. Su adscripción a la masonería, aunque en un modesto grado 3, le había permitido establecer continuos contactos y amistad con el capitán de fragata Ángel Rizo, grado 33 y fundador de las llamadas células masónicas a bordo, antecedentes en cierto modo de los más tarde creados comités, ya con menos presencia de triángulos y mandiles.
Su significación política de marcado carácter extremista, lo llevó varias veces a la situación de disponibilidad, sobre todo después de la revolución asturiana, pero repuesto tras el triunfo del Frente Popular lo infiltraron en la estación de radio de la Armada sin nombramiento oficial, confiando en sus dotes de vigilancia e improvisación. Y no se equivocaron.
Los vocacionales de la especulación se preguntarán qué hubiese ocurrido en el caso de que las instrucciones de Balboa no hubiesen llegado a su destino, por un mayor control en las comunicaciones o por falta de colaboración de los operadores de los buques. Pero Balboa sabía bien el terreno que pisaba y contaba con un importante colaborador, el cabo radial del Libertad, Antonio Cortejosa Vallejo, natural de San Fernando, auténtica correa de transmisión del vocero madrileño y que puso en conocimiento del comité las instrucciones de Balboa. Es por tanto su primer y más decisivo enlace dentro de un amplio dispositivo de alertar a todas y cada una de las dotaciones. En la frenética sucesión de puntos y rayas hay una frase significativa: “Cortejosa: Todo depende de ti y de otros compañeros como tú”. Sin la colaboración de Cortejosa, el rápido contragolpe de los cabos no hubiese podido llevarse a cabo. El binomio Balboa-Cortejosa había funcionado.
Entiende Benjamín Balboa que presta un servicio impagable al Gobierno legítimo, por lo que su incontinencia verbal no parece tener límites. Desde un aparato transmisor exhorta, exige, reclama, arenga, amenaza. El forcejeo con las ondas es tremendo. Con los fusibles a punto de reventar redacta una historia telegráfica sin precedentes. De haber ganado la guerra la República, seguramente un barco hubiese llevado su nombre a su costado”. [51/53]
“Parte de la dotación del España arengada por Mouriño se dirigió a la estación radiotelegráfica apresando al jefe de la misma que, conducido al España, fue también más tarde asesinado. De la estación de radio pasaron a la central eléctrica y allí tomaron como rehén a su jefe”. [67]
“El ardid del capitán de navío Bastarreche, que desde el polígono de tiro de Marín finge ser la emisora republicana de la Ciudad Lineal, transmitiendo en su misma frecuencia, y avisa de la imposibilidad de enviar aviones, recomendando se evite el derramamiento de sangre”. [68]
“Sorpresa para los comandantes y oficiales de Libertad y Cervantes, enviados precipitadamente al sur, que mantienen una actitud sospechosa de resistencia pasiva a cumplir las órdenes recibidas, sin enterarse para nada de las instrucciones paralelas que desde la Ciudad Lineal y en claro transmite el radiotelegrafista Balboa en su papel de guardián de la República”. [76]
“Las noticias que llegaban de la Península no eran ciertamente satisfactorias. El general Queipo de Llano, a pesar de sus malabarismos radiofónicos, pedía refuerzos de hombres y municiones apremiantemente”. [97] Sin duda el autor se está refiriendo a los célebres programas radiales que salían por las ondas de Radio Sevilla, esto sí entraría dentro de la radiodifusión comercial del momento o como algunos autores también sostienen, de la historia de la radio en la oscuridad o la radio clandestina.
“Pedro Pablo Mendizábal, otro de los protagonistas de primera línea en las filas republicanas, fue el autor del famoso telegrama –adjudicado erróneamente a Balboa- dirigido a la dotación del Jaime I, ordenando que “con sobriedad respetuosa den fondo a los cadáveres anotando situación”, contrastando este texto –como indica Alpert- con las soflamas de Balboa que había radiado al Churruca cuando la dotación detuvo a su comandante y oficiales: “tirar por la borda a esa plebe”. [140]
“El progresivo aumento de la marejada dificultaba las exigencias de la exploración que permitiese cruzar todas las derrotas posibles del Mar Cantábrico, pero la estrategia dio su fruto y en la mañana del día 8 comenzaron a recibirse emisiones de señales radiofónicas sospechosas, que hacían sospechar (sic) que se trataba del buque esperado, que por fin aparecía arrumbando hacia el sur, con una enorme bandera inglesa desplegada a popa, con la indicación Adda, New Castle. Sin embargo, el convencimiento de que se trataba del Mar Cantábrico era absoluto, y así lo hace constar el capitán de navío Moreno en su preceptivo parte de campaña. “…Convencido plenamente de que era el Mar Cantábrico le ordené parar las máquinas mediante la señal correspondiente del Código Internacional, confirmada poco después con un cañonazo de saludo al ver que no obedecía. Paró el barco y se le hicieron las señales de “envíe usted un bote”, “no utilice usted la radio”, que al no ser contestadas le fueron transmitidas a la voz insistiendo al mismo tiempo en que arriase la bandera. No se veía nadie por cubierta ni en los puentes, únicamente se escuchaba la voz de una persona oculta que, en idioma inglés y empleando un megáfono, expresaba no sé qué protestas ante nuestra actitud.
Moreno no esperó más y ordenó tocar zafarrancho de combate, y abrió fuego a título de segunda advertencia. El disparo no debía haberle alcanzado, pero por efecto de la marejada gruesa reinante, le causó daños en la amura de estribor a pocos metros de la línea de flotación.
Volvió nuevamente a entrar en funciones la radiotelegrafista (sic) [no sabía que entonces había mujeres embarcadas, o al menos eso se desprende del artículo “la”, aunque a lo mejor también era una estrategia plenamente calculada para hacer creer que realmente era un navío totalmente ajeno a la contienda, algo que se desvanece cuando al final de esta misma conversación ya nos dice “del falso inglés”] con reiteradas y angustiosas llamadas en un inglés cada vez más macarrónico. La contestación fue otro disparo del calibre medio más afortunado que el anterior, porque pasándole cerca no produjo impacto. La dotación continuaba sin dar señales de vida, pero el Canarias quería la presa viva y entraron en función las ametralladoras, para ver si batiendo la cubierta y la superestructura cundía el pánico y la desmoralización. Negativo. Sólo la voz del falso inglés continuaba con sus rumores de protesta.
El comandante del Canarias no consideró prudente tomar el buque al asalto, pues las dificultades de abordarlo podrían facilitar a los dirigentes de tan mantenida resistencia, la ocasión de sacar las uñas y causar bajas que era necesario evitar a toda costa. Hundir la presa no se ofrecía como solución más cómoda que razonable, y herirla gravemente, tampoco. Sólo cabía armarse de paciencia y seguir amagando en espera de una pronta desmoralización.
En esta idea, don Salvador Moreno dirigió al capitán del falso Adda un terminante radiograma: “le invito a la sensatez. No hay remedio para usted. Sus llamadas de auxilio son inútiles. Tiene usted el deber de salvar a su dotación, así como yo hundirle sin contemplaciones si esta comunicación no da resultados”. La respuesta no se hizo esperar: “Captain of Adda, to Comandante Canarias Please wait until english (sic) warship comes”. Insistió Moreno con un nuevo radio: “No puedo esperar. Le hundiré si no acepta mi última invitación. Garantizo respeto a las vidas de a bordo”. [171/172]
“La operación bien preparada y, como puede verse, mejor resulta (sic), contó con la inestimable ayuda del empleo de la T.S.H. Las misteriosas señales cambiadas por el Mar Cantábrico -probablemente con Santander- dieron lugar a las fundadas sospechas del mando del Canarias, y delataron, gracias al empleo del radiogoniómetro, no sólo la presencia sino también la dirección en la que se encontraba el buque sospechoso. En las operaciones navales es de extraordinaria importancia el secreto, el absoluto silencio por ambas partes. En cuanto este silencio quede vulnerado por una de ellas, la otra aprovecha inmediatamente esa ventaja. Así de simple y así de efectivo”. [174]
“Un nuevo y contradictorio radio les ordena ahora la vigilancia de las costas de Málaga sin perder contacto con los buques entre sí, y aunque este radio favorece a los oficiales proclives al alzamiento (que creen a Málaga nacional), la flotilla pide hasta tres veces la confirmación del mismo.
A partir de entonces los acontecimientos se precipitan. Las dotaciones no ven clara la actitud de los oficiales, que estiman retrasan o entorpecen las órdenes recibidas. Además conocen los radios de Madrid y de los buques sublevados, y contando con la complicidad de los radiotelegrafistas han procurado ocultárselos al mando. El primero en pasar a la acción es el C-3, cuya dotación detiene sin violencia a su comandante y segundo, entregando el mando al alférez de navío Arbona, que al parecer les infunde confianza republicana.
El ejemplo del C-3 se contagia de inmediato al B-6 y C-4, seguramente al captar los radios intercambiados entre el Ministerio y el C-1 o siguiendo las conminatorias recomendaciones de la Estación Radio de la Ciudad Lineal”. [201/202]
Y hasta aquí lo que dio de sí esta obra de José Cervera Peris. Debo señalar que a pesar de todo, encuentro forzadas algunas palabras o uso o simplemente se ha cambiado la terminología que, en algunos casos, no coincide con la que usábamos en el CECOM [Centro de Comunicaciones de la Armada] cuando realizaba mi servicio militar. O tal vez se ha pretendido aligerar el, a veces, farragoso lenguaje administrativo empleado en las comunicaciones radiales a las que siempre nos referíamos como mensajes a secas y cuya catalogación o prioridad venían delimitadas por las autoridades emisoras y el oficial de servicio correspondiente.
Pero, en lo esencial, ese es el uso de la radio, en este caso la radio utilitaria que aparece recogida en la obra y que, eso sí, es imprescindible en cualquier conflicto sabiendo, de antemano, que el otro también está a la escucha y que cualquier palabra o mensaje que cruza el éter podrá ser utilizado por el enemigo [aunque en este caso la lucha fuera entre hermanos].
El invento de Tesla-Popov-Marconi y tantos otros seguía siendo vital; ahora nos lo quieren silenciar, especialmente en la onda corta. El último intento el desmantelar el servicio de RADIO EXTERIOR DE ESPAÑA; estamos viviendo una etapa donde la estulticia ha llegado a lo más alto y no parece tener un horizonte claro para vislumbrar un futuro que ofrezca un poquito de esperanza. Nos tratan de idiotizar a marchas forzadas y con las nuevas generaciones parece que lo están consiguiendo, sobre todo cuando te paras a entablar una conversación o pones las antenas para ver los temas que les preocupan… Hablar de los periodistas de nuestro tiempo es para ponerse a llorar, sobre todo cuando ves los cotidianos gazapos que nos ofrecen de manera continua y desvergonzada. Sí, amigos, incluso las más prestigiosas cabeceras adolecen de ese vicio… Las redacciones se han llenado de becarios mal pagados y peor formados y confunden churras con merinas, si el destinatario [el público] prácticamente ya no sabe interpretar una frase de poco más de diez palabras, es fácil colegir que el desastre está servido.
¡Que la disfruten si la encuentran y la leen! Merece la pena contrastar hechos y luego deducir, que para eso ya somos mayorcitos aunque desgraciadamente [desde las alturas] los políticos nos traten como a borregos y los “cachorros” se crean imprescindibles para darnos con la puya.