GEOGRAFÍA - PAÍSES: Italia - 3ª parte
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Geografía

PAÍSES

Italia - 3ª parte


   Hidrografía   Geografía humana

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Hidrografía

a red hidrográfica italiana es evidentemente de vertiente mediterránea, aunque se puede distinguir una vertiente occidental, ligur y tirrena, y una oriental o adriática. La peculiar forma de la península italiana, estrecha, alargada y con las montañas en el centro, no permite la existencia de cuencas fluviales importantes; únicamente el N, la Italia continental, permite la ubicación de un gran río: el Po, que con su inmensa cuenca condiciona toda la llanura Padana a modo de gran eje vertebrador. Este río, de algo más de 650 km, recoge casi todas las aguas alpinas italianas y de la vertiente N de los Apeninos Ligures y Tosco-Emilianos, creando una enorme depresión fluvial que ocupa una cuarta parte de la superficie italiana.

El Po recorre todo su valle siempre en sentido O-E, desde su nacimiento en Monviso (casi en la frontera francesa) hasta su desembocadura en el gran delta que forma en el Adriático al S de Venecia. Su abundante caudal se nutre de los importantes ríos y lagos alpinos, ricos en alimentación nival, y de sus afluentes apenínicos, que están más condicionados por las lluvias estacionales. El curso del Po es navegable desde aproximadamente la mitad de su recorrido hasta la salida al mar. Los principales afluentes alpinos del Po son, de O a E, el Dora Riparia y el Dora Baltea, los cuales se unen al Po en el Piamonte (aunque el segundo, que nace al pie del Mont Blanc, discurre por el valle de Aosta).

En Lombardía, el Po recibe al Tesino (proveniente de Suiza y el Lago Mayor), al Adda (desagüe natural del Lago de Como), y al Oglio y al Mincio, procedentes de los lagos de Iseo y Garda, respectivamente. Ya en su discurrir hacia la desembocadura, el Po transita por los límites entre el Véneto y la Emilia-Romaña. Los afluentes apenínicos del Po llegan a él desde el S, siendo los más destacables, de O a E, el Tanaro, el Taro y el Panaro. En general, pocos ríos alpinos existen en Italia que no sean afluentes del Po, excepto algunos que surgen de los Alpes Orientales y desembocan directamente en el Adriático, como el Piave y el Brenta (en el Véneto) o el Adigio, gran río que condiciona al importante valle o región alpina del Trentino-Alto Adigio y al Tirol del S. Este río, que desciende hasta la llanura Padana, no llega a confluir con el Po, aunque desemboca en su mismo delta unos kilómetros más al N; ambos conforman así un área deltaica común, una zona baja y pantanosa, llena de lagunas, que caracteriza las costas del golfo de Venecia. Existe también algún importante río que fluye por el S de la depresión Padana sin llegar a ser afluente del Po, como el Reno, un río que, nacido en los Apeninos Tosco-Emilianos, discurre hacia la depresión para desembocar en el Adriático por el S de la laguna deltaica de Comacchio.

Los ríos de la península y de las islas son evidentemente más cortos y con flujos más pobres e irregulares estacionalmente. La disposición de los Apeninos Centrales, más cercanos a la costa adriática, posibilita la existencia de algunos cursos algo mayores en la vertiente centro-occidental de la península, destacando especialmente el Arno, que atraviesa Florencia y la Toscana, y el romano Tíber, que cruza la montañosa región de Umbría y el Lacio. Los demás ríos italianos de la península y las islas son de poca importancia respecto a los ya mencionados; no existe ninguna otra gran cuenca en este país montañoso y rodeado de mares, en el que el agua se precipita directamente al mar por torrentes y flujos estacionales más que por grandes ríos o depresiones fluviales de envergadura y caudal.

Geografía humana

Italia es un país muy densamente poblado. Ya desde épocas históricas la península itálica ha sido siempre una de las zonas más densamente pobladas de Europa. El país tiene hoy una densidad media de 192 h/km2, con una población nacional superior a la de Gran Bretaña o Francia y sólo inferior, en Europa, a la de Rusia y a la de la Alemania unificada. La población italiana, que se ha caracterizado siempre por sus elevados crecimientos e importantes dinámicas demográficas y migratorias (tanto internas como externas), presenta hoy unas características diametralmente opuestas a las que siempre ofreció; así, de la elevada tasa de natalidad de más del 30 ô en los años 20 ô y de alrededor del 20 en los 50, se ha pasado en la actualidad a valores que se mueven en torno al 10 ô, existiendo regiones del N que no llegan ni al 7 ô. Consecuentemente, se dan en el país algunas de las tasas más bajas del mundo, 1,3 hijos por mujer de media, y un crecimiento vegetativo cero, ya que la mortalidad ronda también (debido al envejecimiento) el 10 ô. Estas cifras sorprenderían en la Italia católica de hace algunas décadas, pero hoy aquel país migratorio y natalista no existe. Italia creció hasta los años 70, se estabilizó en los 80 y decrece en los 90.

La república es en la actualidad una nación desarrollada, moderna, urbana e industrializada, y con capacidad de recibir importantes flujos de mano de obra extranjera, que se calculan en torno a unos 800 000 trabajadores extranjeros legales y unos 400 000 ilegales; el gobierno debe, pues, tomar medidas contra la inmigración procedente del Tercer Mundo. Estas cifras denotan el cambio sufrido en un país del que, en tan sólo un siglo (de 1875 a 1975), salieron 25 millones de emigrantes, una cifra equivalente a toda la población italiana registrada en el primer censo realizado en 1861.

Cabe añadir que las migraciones internas del S hacia el N se cifran en 15 millones de desplazados entre el final de la Segunda Guerra Mundial y los años 80, y que equivalen a 1/4 de la población total actual, fruto de esta migración. Hoy, el Piamonte, la Lombardía y Liguria concentran el 40 % del total de la población activa industrial italiana. Estos grandes movimientos los provocó un éxodo rural enorme y desproporcionado, el mayor conocido en Europa, dado que duró hasta principios de los años 70, y que fue acompañado siempre de altas tasas de crecimiento (sostenidas también hasta los 70), engrosadas por una caída de la mortalidad que se daba ya desde después de la guerra. Actualmente Italia tiene problemas muy distintos, como el envejecimiento, ya que casi un 20 % de la población supera los 60 años. El país sufre la falta de renovación generacional y no se da la tasa de reemplazo.

La distribución regional de la población, aunque presenta diferencias considerables (un 70 % de la población en poco más del 30 % del territorio), no muestra, comparando Italia con otros países, desequilibrios brutales; sólo una de las regiones italianas (el alpino valle de Aosta) está por debajo de los 50 h/km2, y únicamente otras 4 regiones restan por debajo de la densidad media europea (75 h/km2). El resto de regiones están en su mayoría por encima de los 100 h/km2, siendo las máximas regionales los 370 h/km2 de la Lombardía y los 411 h/km2 de la Campania.

La actual distribución poblacional y el equilibrio regional italiano se deben a un muy antiguo poblamiento urbano que ha dotado a este país, como a muy pocos, de una espléndida red urbana funcional de núcleos intermedios muy ricos y dinámicos, que constituyen las capitales medianas de entre 100 000 y 300 000 habitantes y que en Italia aglutinan a la mayoría de la población. Sólo tres grandes áreas metropolitanas (de 3 millones de habitantes o más) distorsionan esta red, que son Milán, Roma y Nápoles, pero su disposición de N a S a lo largo de la península hace que el país no se polarice excesivamente. Otras ciudades de importancia capital y también consideradas metropolitanas, pero ya algo menores, son Turín (que bien podría estar en el primer grupo), Florencia, Génova y Palermo.

Con más de 300 000 habitantes, hay que mencionar también a Bolonia, Venecia, Catania y Bari. El N italiano, el triángulo Turín-Milán-Génova y la llanura del Po sí forman, en conjunto, una gran área urbano-regional y funcional que crea una importante distorsión (por su peso y dinamismo) dentro del sistema urbano italiano. El N, con sus 26 millones de habitantes (casi el 45 % de la población italiana), ofrece un espeso entramado de ciudades y vías de comunicación en un muy próspero espacio urbano capitaneado por el tándem industrial y financiero de Turín y Milán. Tras ellas, se ubican vitales ciudades medianas, como Brescia, Verona, Vicenza, Piacenza, Bolonia, Parma, Módena o Venecia, que acaban de entretejer la estructura urbana de una red ya muy madura y consolidada que ocupa una posición de cabeza dentro del sistema urbano europeo.

La Italia central está muy condicionada a nivel urbano por el peso económico, demográfico y regional de la capital, Roma. La región de Toscana, capitaneada por Florencia, ofrece una estructura más parecida a la del N, ya que posee varias ciudades intermedias de cierta importancia. El S italiano está encabezado a nivel urbano por Nápoles y su rica región, la Campania, el cual posee un entramado de ciudades que, aunque muy dependientes de la capital, configuran una red urbana importante. En el resto del Mezzogiorno, así como en importantes regiones del centro italiano (incluida Roma), el fenómeno urbano se manifiesta en focos generalmente aislados de su entorno inmediato, ya que no son fruto de unas relaciones históricas de interdependencia y complementariedad regional. Por esta causa no crean una auténtica red urbana funcional como la del N de Italia, claro ejemplo en toda Europa de desarrollo, equilibrio y madurez.

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