Es preciso preferir la soberanía de la ley a la
de uno de los ciudadanos.
Un estado es gobernado mejor por un hombre bueno
que por unas buenas leyes.
Tiempo es la medida del movimiento entre dos
instantes.
Se quiere más aquello que se ha conseguido con
muchas fatigas.
En realidad vivir como hombre significa elegir
un blanco -honor, gloria, riqueza, cultura- y
apuntar hacia él con toda la conducta, pues no
ordenar la vida a un fin es señal de gran necedad.
Así como los ojos de los murciélagos se ofuscan
a la luz del día, de la misma manera a la
inteligencia de nuestra alma la ofuscan las cosas
evidentes.
Los que obran bien son los únicos que pueden
aspirar en la vida a la felicidad.
A fuerza de construir bien, se llega a buen
arquitecto.
La virtud es una disposición voluntaria
adquirida, que consiste en un término medio entre
dos extremos malos, el uno por exceso y el otro por
defecto.
Como la vista es al cuerpo, la razón es al
espíritu.
Hay la misma diferencia entre un sabio y un
ignorante que entre un hombre vivo y un cadáver.
Saber es acordarse.
El que posee las nociones más exactas sobre las
causas de las cosas y es capaz de dar perfecta
cuenta de ellas en su enseñanza, es más sabio que
todos los demás en cualquier otra ciencia.
Si los ciudadanos practicasen entre sí la
amistad, no tendrían necesidad de la justicia.
El mando de muchos no es bueno; basta un solo
jefe.
La excelencia moral es resultado del hábito. Nos
volvemos justos realizando actos de justicia;
templados, realizando actos de templanza; valientes,
realizando actos de valentía.
Avaro es el que no gasta en lo que debe, ni lo
que debe, ni cuando debe.
Enseñar no es una función vital, porque no
tienen el fin en sí misma; la función vital es
aprender.
Nada hay en la mente que no haya estado antes en
los sentidos.
El miedo es un sufrimiento que produce la espera
de un mal.
La historia cuenta lo que sucedió; la poesía lo
que debía suceder.
Los grandes conocimientos engendran las grandes
dudas.