Fuente: www.noticiasdenavarra.com
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Por Javier Armentia
IMAGINEN que les dicen que la enfermedad es simplemente una ilusión. Que además existen unas técnicas y una filosofía curativa que les puede sacar de esa ilusión (de la que se aprovechan los malvados médicos de la ciencia oficial y las empresas farmacéuticas). Usted, que es lector avezado, no caería en el engaño porque sabe que existen virus y otros agentes infecciosos, que un infarto es algo físico y no simplemente un estado de ánimo, que hay genes que predisponen a enfermedades o que un cáncer, el sida, el alzheimer no son simplemente el efecto de una vida en la que hemos olvidado lo holístico, lo espiritual o la vida natural.
¿O no? Hace poco un lector me confesaba que un familiar suyo está cayendo -y seguirá haciéndolo a pesar de sus consejos- en todo tipo de alternativas ante una enfermedad incurable, donde la medicina oficial no consigue el efecto curativo deseado. A pesar de que racionalmente sabe que no valen, no puede dejar de pensar que sólo por si pudiera suceder el milagro, tiene que perseguirlo. Podemos comprender esta desesperación, pero es peligroso pensar que con ello además podría perder tiempo para intentar curarse de verdad. Y me parece increíble que se permita a los desaprensivos que viven de esos engaños tanta impunidad.
Bajo la relajada complacencia de los colegios médicos y la administración, que salen beneficiados de esta situación siempre, aparecen vendedores con diploma en medicinas cuánticas, relativistas, energéticas, mezclando churras con merinas, a veces antiguos esoterismos orientales, otras modernas prácticas desconocidas para la gente, canalizaciones de seres ultraterrenos o todo junto a la vez. Por supuesto, no lo sabemos todo de las enfermedades, ni -qué más quisiéramos- podemos curarlas ni prevenirlas. Pero es triste que esa ignorancia (que sólo se contrarresta con una verdadera medicina científica) sea el coladero de estos vendedores de milagros. ¿Y quién los denuncia.