“Naufragios” (XIX) [Álbar Núñez Cabeza de Vaca]

CAPITULO XIX

De cómo nos apartaron los indios

Cuando fueron cumplidos los seis meses que yo estuve con los cristianos esperando a poner en efecto el cuncierto que teníamos hecho, los indios se fueron a las tunas, que había de allí donde las habían de coger hasta treinta leguas; y ya estábamos para huirnos, los indios con quien estábamos, unos con otros riñeron sobre una mujer, y se apuñearon y apalearon y descalabraron unos a otros; y con el grande enojo que hubieron, cada uno tomó su casa y se fue a su parte; de donde fue necesario que todos los cristianos que allí éramos también nos apartásemos, y en ninguna manera nos podimos juntar hasta otro año; y en este tiempo yo pasé muy mala vida, ansí por la mucha hambre como por el mal tratamiento que de los indios rescebía, que fue tal, que yo me hube de huir tres veces de los amos que tenía, y todos me anduvieron a buscar y poniendo diligencia para matarme; y Dios nuestro Señor por su misericordia me quiso guardar y amparar de ellos; y cuando el tiempo de las tunas tornó, en aquel mismo lugar nos tornamos a juntar. Ya que teníamos concertado de huirnos y señalado el día, aquel mismo día los indios nos apartaron, y fuimos cada uno por su parte; y yo dije a los otros compañeros que yo los esperaría en las tunas hasta que la Luna fuese llena; y este día era l de septiembre y primero día de luna; y avisélos que si en este tiempo no viniesen al concierto, yo me iría solo y los dejaría; y ansí, nos apartamos y cada uno se fue con sus indios, y yo estuve con los míos hasta trece de luna, y yo tenía acordado de mehuir a otros indios en siendo la Luna llena; y a l3 días del mes llegaron adonde yo estaba Andrés Dorantes y Estebanico; y dijéronme cómo dejaban a Castillo con otros indios que se llamaban anagados, y que estaban cerca de allí y que habían pasado mucho trabajo, y que habían andado perdidos. Y que otro día adelante nuestros indios se mudaron hacia donde Castillo estaba, y iban a juntarse con los que lo tenían, y hacerse amigos unos de otros, porque hasta allí habían tenido guerra, y de esta manera cobramos a Castillo. En todo el tiempo que comíamos las tunas teníamos sed, y para remedio de esto bebíamos el zumo de las tunas y sacábamoslo en un hoyo que en la tierra hacíamos, y desque estaba lleno bebíamos de él hasta que nos hartábamos. Es dulce y de color de arrope; esto hacen por falta de otras vasijas. Hay muchas maneras de tunas, y entre ellas hay algunas muy buenas, aunque a mí todas me parescían así, y nunca la hambre me dio espacio para escogerlas ni parar mientes en cuales eran mejores. Todas las más destas gentes beben agua llovediza y recogida en algunas partes; porque, aunque hay ríos, como nunca están de asiento, nunca tienen agua conoscida, a ni señalada. Por toda la tierra hay muy grandes y hermosas dehesas, y de muy buenos pastos para ganados; y parésceme que sería tierra muy fructífera así fuese labrada y habitada de gente de razón. No vimos sierra en toda ella en tanto que en ella estuvimos. Aquellos indios nos dijeron que otros estaban más adelante, llamados camones, que viven hacia la costa, y habían muerto toda la gente que venía en la barca de Peñalosa y Téllez; que venían tan flacos, que aunque los mataban no se defendían; y así, los acabaron todos; y nos mostraron ropas y armas de ellos y dijeron que la barca estaba allí al través. Esta es la quinta barca que faltaba, porque la del gobernador ya dijimos cómo la mar la llevó, y la del contador y los frailes la habían visto echada al través en la costa, y Esquivel contó el fin de ellos. Las dos en que Castillo y yo y Dorantes íbamos, ya hemos contado cómo junto a la isla de Mal Hado se hundieron.

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