En realidad no ha nacido así. Resultó que un día aparecieron en mi jardín dos plantitas de nogal, seguramente como resultado de semillas que cayeron y brotaron en el lugar.
Primero pensé qué hacer con ellas, pues nacieron justo al lado de la viña y al crecer le privarían de gran cantidad de luz solar, pero no me atreví a desenterrarlas, a pesar de que había poco más de un metro de distancia entre ellas y era evidente que no podrían crecer tan próximas dos plantas que alcanzarían sin duda una considerable altura.
Lo dejé así un tiempo sin tomar la drástica decisión, pero pasó más de un año y la cosa se puso seria; habían crecido tanto que cortar los dos arbolitos me pareció un planticidio. Me imaginé de espaldas a un paredón, con los ojos vendados y enfrente dos nogales empuñando sendos fusiles apuntando a mi cuerpo.
Me puse a ingeniar cómo hacer que dos árboles tan próximos pudieran compartir el espacio sin competir, así que tomé las puntas de ambos arbolitos y los injerté en sí mismos. Éste es el resultado. Ahora tengo que podarlo todos los años, porque sus ramas desarrollan tanto que forman una copa que llega a cubrir otros frutales del entorno, como naranjos y limoneros. Pero estoy muy satisfecho con el trabajo realizado, además han comenzando a producir nueces y son ¡sabrosísimas!