Mi granado nació de semilla en el invernadero, y ahora ha comenzado su prueba de fuego en tierra firme. Al ser un frutal de clima tropical o subtropical, no puedo preveer cuál será su evolución en el sur de Galicia. España produce muchas granadas por la zona Sur y Levante (también algo en las Islas Canarias) que exporta a toda Europa, pero las pocas referencias que tengo de cultivos en mi área (Noroeste de España) no son esperanzadoras, sin embargo en la mayoría de casos no ha sido por motivos de heladas o muy bajas temperaturas, sino por exceso de agua, especialmente en el otoño. Eso parece estar cambiando (cosas del cambio climático), y últimamente el tema de las sequías ya es una constante por aquí. Así que, me aliaré con esa variable, pues tal vez termine beneficiando a mi granado.
Mi experiencia me sirve como disculpa para investigar un poco sobre este frutal y compartirlo con mis lectores. Su historia es más interesante de lo que muchos puedan imaginar, así que os invito a viajar siguiendo las huellas de este vegetal.
De nombre científico Punica granatum, el granado parece anclar su origen en la zona de Oriente Medio, o un área más amplia entre la antigua Persia y el Norte de la India (hacia el Himalaya).
Su distribución por toda la cuenca mediterránea se produjo gracias a unos grandes navegantes y comerciantes como nunca hubo en la historia, fundadores de Cartago, que todos hemos conocido en la escuela como fenicios (así los nombraron los griegos), especialmente a los que habitaban el occidente del mar Mediterráneo (zona costera de Siria y Líbano) y a quien los romanos llamaban púnicos o punicios.
Nota al margen: Aunque no quiero liaros con los gentilicios, decir que púnicos o fenicios no se llamaban a sí mismos de esa manera, sino que se reconocían como cananeos.
El término «granada» proviene del latín «malum granatum» (manzana de grano) o «punicum malum» (manzana púnica), de donde se obtuvo el nombre con el cual se clasificó este frutal: «Punica granatum», en referencia a los fenicios que habitaban la ya citada área costera del Occidente mediterráneo. El hecho de relacionar este fruto con la manzana, es debido a que el manzano era un árbol muy cultivado en Roma; los romanos eran grandes consumidores y productores de manzanas de muy buena calidad, y no era extraño que cualquier nuevo fruto lo asemejaran de alguna forma con ella. De hecho, como ya conté en otro artículo sobre la manzana, cuando llegó a Italia el primer tomate procedente de América, lo llamaron «pomodoro» o «manzana de oro», y así le siguen llamando en la actualidad (el primer tomate que llegó al Viejo Mundo era al parecer de color amarillo dorado). A mediados del siglo I, Plinio el Viejo escribió en su obra Naturalis historia: «En África, en los alrededores de Cartago, existe la manzana púnica que algunos llaman granatum».
Mientras algunos estudiosos estiman que la granada se conocía en la remota antigüedad, hace más de 8.000 años (un documento del siglo VII hallado en Armenia, indica que la granada ya se cultivaba en la capital, Yerevan, desde tiempos remotos), es más seguro creer que el primer granado se plantó alrededor de los años 4.000 y 3.000 a.C. Pruebas tangibles de que se consumían granadas en torno al 2.500 a.C., son los restos hallados en tumbas egipcias, pues los habitantes del entorno del Nilo enterraban a sus muertos rodeados de determinadas plantas, flores y frutos, entre los que se hallaban las granadas, todo ello con el objetivo de que las almas de los difuntos consiguiesen alcanzar la otra orilla. La granada aparece representada en bajorelieves egipcios, y se cree que también pudo ser una de las plantas que ornamentaban los jardines colgantes de Babilonia.
Cuenta la mitología griega que el primer granado fue plantado en la isla de Chipre por Afrodita, la diosa del amor y la belleza. Según Homero, Hades, rey del infierno, raptó a la bella Perséfone hija de Zeus y Deméter cuando recogía flores en compañía de unas ninfas, llevándola al inframundo. Entonces, la Tierra, las plantas, la vida en general, quedó paralizada. Zeus no podía soportar por más tiempo la agonía en que se hallaba la Tierra, y mandó a Hermes para rescatar a su hija, con la única condición de que ella no comiese nada durante el viaje. Pero Hades, seduciéndola con engaño, consiguió que Perséfone comiese seis semillas de granada, por lo que quedó condenada a regresar al inframundo un mes por cada semilla ingerida. Por ello, durante seis meses al año la Tierra pierde su verdor, los campos amarillean y las plantas se tornan estériles.
La granada cobró a través de la historia sentidos opuestos, pero compatibles. De una parte, por su jugo y granos rojos como la sangre se le relacionó con la muerte y el infierno, en tanto que por otro lado acogió el significado de trascendencia, resurrección y transformación. Así, se prestó a la utilización como ofrenda funeraria a los dioses, pero también como símbolo de fertilidad y fecundidad, por ello los griegos actuales todavía conservan ritos durante las bodas, donde rompen granadas en correspondencia con ese mito. Los romanos acogieron también ritos similares, y era habitual en Roma que las novias portasen tocados de ramas de granado.
Por esos ritos ancestrales, Hera (la reina de los dioses) y Deméter (diosa de la agricultura) en la mitología griega y sus equivalentes en la romana, aparecen muchas veces personificadas portando granadas en sus manos.
Las diferentes religiones también citan el granado y su fruto en sus textos y libros sagrados. Así, las tres religiones monoteistas (cristiana, musulmana y judía) le otorgan suma importancia: se hace alusión en varias ocasiones en el Antiguo Testamento; en los textos islámicos se recoge que Mahoma alentaba a sus seguidores a consumir granadas para purificarse; y para los hebreos (al igual que los griegos) la granada aparece como símbolo de fecundidad y amor, siendo objeto de ofrenda en los templos, también como pago del diezmo, y como regalo preferido en las bodas por los numerosos granos que alberga la fruta, representando la descedencia futura de la familia.
Actualmente, en China, se acostumbra a ofrecer una granada a los recién casados, como un auspicio de numerosa descendencia, como los numerosos granos que conforman esa fruta. Además, en la tradición china el vivo color rojo de esos granos simboliza la atracción de la buena fortuna.
Los árabes introdujeron el granado en la antigua al-Ándalus (la parte de la Península Ibérica bajo dominio musulmán), junto con otros numerosos frutales y plantas extrañas. El fruto del granado terminaría dando nombre a la ciudad de Granada, fundada en el siglo X, y por extensión al reino Nazarí de Granada. La granada está incluida en el escudo de armas de la ciudad española del mismo nombre, y forma parte del actual escudo de España. Variados nobles y monarcas también acogieron la granada como emblema heráldico para sus escudos de armas, como el rey Enrique IV, Ana de Austria o Catalina de Aragón.
No debo pasar de largo sin citar a Japón. No es país nativo de la granada, sin embargo, son numerosas las variedades de granado que se cultivan allí. Sobretodo, se recurre ampliamente al granado para su uso en el noble arte del bonsai, debido a las formas retorcidas y espectaculares que manifiestan los troncos más longevos del granado, así como las impresionantes flores, de gran belleza y color.
Finalmente, aunque quedaría mucho que contar acerca de la granada dentro de la gastronomía y coctelería, no quiero extenderme más, sólo decir que tras su entrada en Europa, la granada llegó a América a través de los conquistadores, y actualmente esta fruta está ampliamente diversificada en muchas regiones del mundo.