INTRODUCCIÓN
La familia de las orquídeas constituye una de las más numerosas del reino vegetal, su extraordinaria belleza ha cautivado a los humanos y captado la atención de los botánicos, que las han estudiado profusamente, descubriendo casi 30.000 especies, con unos 700 géneros y alrededor de 100.000 híbridos tanto naturales como obtenidos por la mano humana, enmarcando a esta familia como la segunda en importancia dentro de las plantas angiospermas.
Es notable el interés de este vegetal en la jardinería y ornamentación debido a sus curiosas formas, colores y fragancias, pero también para otros usos: medicinales, culinarios e incluso cosméticos.
En Natureduca somos conscientes de que no se puede hablar de este vegetal tan singular en unos pocos párrafos, por ello iniciamos con este artículo una serie que abarcará primero la historia y mitología, y en posteriores entregas enlazaremos con su ecología, fisiología, cultivo, propagación y, por supuesto, también abordaremos con detenimiento cómo cuidar una orquídea desde la perspectiva doméstica.
Una orquídea del género Orchis. Imagen pixabay.com
ETIMOLOGÍA
Alrededor del año 375 a.C., en la obra «De causis plantarum» del filósofo y naturalista griego Teofrasto de Ereso, aparece por primera vez el vocablo «Orchis» (de la palabra griega «Orkhis») que significa literalmente «testículos», para referirse a los dos tubérculos que presentan las especies de este género de orquídeas de hábito terrestre, que se asemejan a los órganos sexuales masculinos. Teofrastro les da ese nombre genérico tras estudiar y describir varias orquídeas del Mediterráneo.
Las supersticiones afrodisíacas
Sorprendentemente, aquella referencia sexual sobre la semejanza de los pseudobulbos de las orquídeas con los testículos, catapultó rápidamente dichas especies a la creencia de que poseían propiedades afrodisiacas.
En el siglo I de nuestra era, el propio Dioscórides, que fuera médico y cirujano de Nerón, además de botánico y precursor de la moderna farmacopea, no se libra tampoco de esa superstición, describiendo en su libro «De materia médica», las propiedades de las orquídeas para incrementar la potencia sexual del hombre, e incluso se les atribuyó la capacidad de influir en la concepción para que un niño naciese varón.
Durante 1.600 años perduraron esas teorías, la Iglesia Católica las asumió considerando a las orquídeas como el alimento de Satanás y un símbolo maligno que impulsaba a los hombres al exceso y la depravación. Se menciona esa y otras creencias en varias publicaciones de la Edad Media, ejemplo del libro «De Mundus Subterraneus» (Mundos subterráneos) del Jesuita Athanasius Kirchen en 1665, donde se afirmaba que las orquídeas no producían semillas y que su reproducción ocurría de forma casual brotando del semen perdido cuando copulaban los mamíferos en el campo.
Estas falsas creencias arrastradas durante tanto tiempo, pudieron ser desechadas finalmente en 1737, cuando el botánico sueco Carlos Linneo rescató a las orquídeas y otras numerosas plantas de la oscuridad y la superstición, sistematizándolas y describiendo las características y propiedades naturales en su obra «Genera Plantarum».
MITOLOGÍA
El reino vegetal se halla repleto de mitos, fábulas, leyendas…, a cada cual más curiosa, hermosa o increíble, como se supone de toda literatura donde la ciencia y la razón no se contemplan, aunque a veces algunas propiedades y determinados usos populares de variadas plantas, han podido ser corroboradas por la química moderna, al hallarse sustancias que determinan su efectividad para las aplicaciones que ya se les suponía. De hecho, numerosos medicamentos actuales tienen su origen en la síntesis de vegetales.
La orquídea es una de esas plantas que entra en la mitología y se nutre de ella para transmitirse y perdurar en las creencias populares. La belleza, la divinidad e incluso la sexualidad forman parte de su naturaleza a los ojos humanos. En este sentido, rescatamos dos leyendas que entroncan con esos conceptos:
El mito de Orchis
El mito sobre el hechizo de Orchis viene a dar sentido, aunque sea místico, a esa sensación que nos produce la contemplación de las caprichosas formas y colores de muchas especies de orquídeas. Desde la mitología griega se explica el irrestible y cautivador efecto que producen en los humanos.
Según la leyenda, Orchis era hijo de una ninfa y un sátiro (un fauno en la mitología romana, mitad hombre y mitad cabra, e incansable buscador de féminas para satisfacer sus irrefrenables deseos eróticos); Orchis, como su padre, también se daba a esa tarea libidinosa con exagerado fervor. Una noche, durante las festividades en honor a Baco (dios del vino y la vendimia), Orchis bebió en exceso y estando muy ebrio cometió el pecado imperdonable de seducir y hacer el amor con una sacerdotisa. Los presentes, con furia desatada se avalanzaron sobre él y lo despedazaron.
Los padres de Orchi, sumidos en el dolor, imploraron a los dioses que devolvieran la vida a su hijo, pero ellos se negaron a atender las súplicas, aunque acordaron disminuir la pena de sus padres obligando a que Orchi en su próxima vida diese satisfacción a los hombres. Fue así como los dioses transformaron al infortunado en orquídea, atribuyendo los antiguos griegos a estas plantas los poderes eróticos que poseía Orchis en vida.
Orchis mascula y Orchis militaris, dos especies utilizadas en la obtención de la harina Salep. Imágenes Wikimedia Commons.
Este mito convirtió en costumbre de los antiguos griegos comer las orquídeas, con el objetivo de despertar en su interior esa energía sexual que le atribuían. Cabe decir, que en países de Oriente Medio, especialmente Turquía, todavía hoy pervive el consumo de determinadas orquídeas (como la Orchis mascula y la Orchis militaris), cuyos tubérculos una vez desecados son convertidos en una famosa harina llamada «Salep», y utilizados en variados preparados: bebidas, pasteles, helados, etc.
Bebida a base de Salep. Imagen Wikimedia Commons.
La orquídea y la diosa del Manto Divino
Sobre las leyendas de la Isla de Java, escribió el botánico holandés de origen alemán Blume:
“Una Diosa, de belleza extraordinaria, cubierta con un precioso manto de seda de incomparable brillo, se apareció a los indígenas para inspirarles elevados sentimientos, pero éstos, pervertidos, rudos y groseros, no satisfechos con permanecer sordos a sus palabras, la cubrieron de injurias y blasfemias, persiguiéndola hasta obligarla a refugiarse en lo más escarpado de la montaña.
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Agotada, triste y abatida, se desprendió de su manto divino depositándolo sobre unas piedras cubiertas de musgo a la sombra de frondosos árboles, retornando a la presencia de los hombres ya sin clemencia ni dulzura, sino colérica y amenazante. Éstos, al verla, temblaron y se sometieron implorando su perdón y suplicando que les permitiera conservar su radiante manto como símbolo de protección. Ella no accedió a esa petición, pero compasiva ante el remordimiento de los hombres, permitió que contemplaran por última vez el manto celestial, para después partir hacia los cielos.
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La diosa desapareció, pero sobre las piedras donde se había extendido el tejido, quedaron enredados algunos fragmentos que poco a poco fueron germinando, dando hojas semejantes a la seda de aquel velo divino. Al divulgarse el nacimiento de la planta milagrosa, devotos y curiosos peregrinaron incesantemente para recoger y poseer aquellas pequeñas plantas, destruyendo las que no se podían llevar para ser así los únicos y afortunados propietarios de ese tesoro.
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A pesar de las atenciones, rezos y plegarias que profesaron, las plantas se marchitaban día a día, y pronto aquellas sacrílegas manos no pudieron cuidar más que unas raíces agonizantes. Desesperados, imploraron a la diosa que les devolviera su tesoro, y ella viendo verdadero arrepentimiento en sus fieles, revivió con su aliento las raíces moribundas sobre las rocas. Todavía subsisten y se conservan esas joyas, que son llamadas Macodes Petola, de hojas satinadas, verde claro, con matices purpurinos, adornadas con dibujos dorados que parecen lentejuelas de oro”.
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Carl Ludwig Blume
ORIGEN
Se estima que los progenitores más probables de las actuales orquídeas es la familia de las Hipoxidáceas (u otras ya extintas de similar parecido). Seguir la huella evolutiva de las orquídeas es complicado a pesar de ser la familia de angiospermas más diversa que existe sobre la tierra, pues hasta ahora no se disponía de un registro fósil a lo largo de los periodos geológicos que permitiera establecer con certeza su origen y proceso evolutivo.
Hypoxis hemerocallidea, de la familia de las Hipoxidáceas, probablemente los progenitores de las actuales orquídeas. Imagen Wikimedia Commons.
Pero, como un regalo de la historia, este siglo XXI quiso obsequiarnos con algunos fósiles de orquídea únicos, deteniendo el debate que existía en la comunidad científica acerca del origen y edad de esta familia. El primero fue descubierto en perfecto estado en el norte de la República Dominicana a comienzos de siglo. Se trata de una abeja ya extinta (Proplebeia dominicana), atrapada en un fragmento de ámbar que porta en su tórax el polen de una orquídea. Los análisis datan su existencia en el Mioceno, entre los 15 y 20 millones de años atrás, pero su pasado genético ha podido ser establecido en el Cretácico superior, entre los 76 y 84 millones de años, lo que sitúa a los ancestros de las orquídeas en un tiempo donde los dinosaurios aún no habían desaparecido. Gracias a esta información se pudo dibujar y describir la orquídea y darle nombre: Meliorchis caribea.
Fósil de una abeja del mioceno (ya extinta) descubierta en la República Dominicana, que porta en su tórax el polen de una orquídea. Imagen: Santiago Ramírez / Nature.
El último vestigio fue dado a conocer en 2017 por el portal de noticias Amazing. Científicos estadounidenses certificaron la existencia de orquídeas hace 50 millones de años, superando así la edad del ámbar dominicano, tras el estudio de un fósil de mosquito de los hongos atrapado en un ámbar báltico, el cual porta polen de una orquídea extinta. En ese periodo los continentes aún no se habían distanciado, por lo que el fósil indica que las orquídeas ya se hallaban bien establecidas en el Eoceno.
Fuentes de consulta:
-Las orquídeas, bases generales para su conocimiento – M. M. Ajú
-Manual práctico de producción de orquídeas – M.J. Cortéz
-Cultivo y cuidados. Orquídeas – América Couput
-Cultivo de orquídeas – Milton Hugo
-Cultivo de orquídeas – Bernardina Alejo
-Las orquídeas – Anna María Arbós
-Paleoceno – Rosa M. Carrillo
-Revista Laelia