Todos los seres vivos (incluido el reino vegetal) somos portadores de un material genético que va pasando de generación en generación. Sin embargo, el medio ambiente ejerce sobre cada individuo unas influencias que provoca diferencias en el traspaso de ese material. Esas «diferencias» heredadas son las responsables de que exista sobre la tierra una variedad genética, es lo que se ha convenido en llamar «biodiversidad». La evolución y la selección natural (términos que no son nuevos, ya manejados por Charles Darwin y Alfred Russel Wallace en el siglo XIX), se basan precisamente en la forma de utilización de esas características genéticas. Las innumerables formas de vida animal y vegetal del planeta en la actualidad, se fundamentan en esas herencias durante el proceso evolutivo y de selección. En Proyecto Tierra podemos acercarnos a muchas de esas formas de vida y saber más sobre sus misterios y características.
La realidad científicamente incontrovertible, es que cuando una población animal o vegetal que posee una amplia variedad genética comienza a desaparecer (aunque la especie no se extinga totalmente) el mecanismo de la selección natural se ve afectado, pues cuenta con menor material genético para realizar su actividad y, en consecuencia, cualquier posible cambio evolutivo quedará limitado.
¿Porqué es importante para los humanos la biodiversidad?
Desde antiguo, los humanos han ido tomando conciencia de lo que significaba la biodiversidad para su propio desarrollo, especialmente en lo que respecta a la agricultura y ganadería, a pesar de que ignoraban totalmente el funcionamiento de los mecanismos biológicos de la genética. Sin embargo, empíricamente, comprobaron que guardando diversas especies vegetales con variedades diferentes, afrontaban mejor las dificultades que se presentaban para su reproducción. Así, cultivando variedades de una misma especie, resultaba más improbable que todas ellas quedasen afectadas por las enfermedades, los parásitos o la meteorología. El riesgo de perder las cosechas se reducía notablemente, permitiendo una agricultura de subsistencia «sostenible». El mismo ejemplo servía para la reproducción animal, manejando diversas especies de animales podían enfrentarse mejor a las posibles incidencias biológicas que pudieran afectarles. En la naturaleza, ese proceso sigue sus propias leyes evolutivas, y de esta forma ha sido posible la extensa variedad animal existente. Por ejemplo, las diferencias entre leopardo y guepardo, por citar sólo un caso de muchos similares, son la consecuencia de la separación de sus linajes a partir de un ancestro común; el leopardo pudo evolucionar a partir del género Phantera; por su parte, el guepardo evolucionó a partir del linaje de los pumas.
La comunidad científica es consciente desde hace tiempo del problema de la pérdida de variedad genética, fenómeno que han denominado «erosión genética». Las plantas silvestres de muchos bosques naturales del mundo han ido desapareciendo, y extensas áreas selváticas han sido convertidas en suelos productivos. La tala y devastación de zonas de terreno forestal primario a lo largo del planeta, ha concluido con la destrucción del hábitat de numerosas plantas que seguro portaban una amplia variedad genética, la cual podrían haber empleado para su propia selección natural. El hecho de que las variedades comerciales más demandadas se hayan establecido en cultivos intensivos, ha provocado la imposición de un reducido número de especies productivas. Por ello, conservar la biodiversidad se torna en una labor urgente, más aún cuando las nuevas semillas transgénicas, generadas en laboratorio y raramente producto de la selección natural, amenaza con la contaminación de esa biodiversidad existente. La amenaza se incrementaría si esas semillas transgénicas quedasen en manos de unas pocas multinacionales productoras y distribuidoras.
Conservar las especies endémicas, una buena medida contra la amenaza
Como ya sabemos, una especie endémica es aquella que se circunscribe a una zona muy determinada, y totalmente extraña para todas las demás. Estos espacios suelen ser archipiélagos o regiones muy apartadas, aisladas o de difícil acceso. El Continente Antártico es un ejemplo de espacio que, por sus características geofísicas, climáticas y de aislamiento, es propenso a acoger especies endémicas, es decir, que sólo se reproducen y se conservan dentro de su perímetro. Otras regiones de similar extensión pero menos aisladas, no son capaces de conservar el endemismo, precisamente por la facilidad de las especies que las pueblan para moverse e invadir otros ámbitos y nichos ecológicos.
Y así, si interferimos en un espacio de especies endémicas, estamos poniendo en peligro la diversidad genética que sólo esas especies conservan a lo largo de todo el globo. Gracias a los avances tecnológicos, las actividades humanas tienen cada vez menos fronteras, e incluso el Antártico (la única reserva mundial que todavía no pertenece a ningún país en concreto) ya no supone un reto para su exploración y, si no lo remediamos antes, para su explotación. El Tratado Antártico firmado el 1 de diciembre de 1959 sigue en vigor y, aunque su vigencia es indefinida, la unanimidad de sus miembros consultivos permitiría en un futuro modificar los términos en cualquier sentido, especialmente hacia la minería. Más aún, las naciones que se encuentran fuera del Protocolo no están obligadas a cumplirlo, pudiendo en un futuro tecnológicamente viable embarcarse en la extracción de minerales. El impacto sobre las especies endémicas podría ser devastador. La distribución de sus áreas geográficas quedarían alteradas, sus hábitats serían vulnerables a los efectos perjudiciales de las actividades humanas. Una parte singular de la biodiversidad que contiene el Antártico y las islas subantárticas estaría abocada a su desaparición.
Las selvas tropicales aisladas son otra importante fuente de endemismos. Cada año desaparece el 1% de las selvas originales debido a la tala y deforestación. Actualmente, quedan menos de 9 millones de metros cuadrados de selva tropical lluviosa en el planeta, debido a las actividades humanas de deforestación con maquinaria pesada que comenzó a mediados del pasado siglo XX. La riqueza genética de las especies endémicas que pueblan estas áreas podría ser incalculable.
Cuánto más pequeña en extensión sea un área rica en población endémica, más importancia cobra para su conservación, pues su pérdida significaría la extinción de un gran número de especies. Cuando una especie endémica desaparece, constituye algo biológicamente irrepetible, ya jamás podrá ser recuperada, y con ello todo lo que significa en cuanto al estudio de sus potenciales beneficios para la humanidad.
Para entender lo que nos jugamos con la pérdida de la biodiversidad, y especialmente en las regiones de poblaciones endémicas, basta explicar lo que sucedió con la especie Catharanthus roseus, una planta conocida popularmente como «vinca pervinca» o «vinca de Madagascar», llamada así por ser una especie endémica de esta isla. Los estudios realizados sobre los alcaloides de esta planta concluyeron en la obtención de un medicamento llamado vincristina, utilizado en el tratamiento de la leucemia aguda. Si el hábitat de esta planta hubiese sido destruido, nunca hablaríamos de este descubrimiento y seguiríamos ignorantes, no sólo de sus propiedades medicinales, sino también de su propia existencia. Afortunadamente, gracias a sus beneficios y aplicación farmacéutica, en la actualidad la vinca de Madagascar ya se ha naturalizado en otras áreas tropicales y subtropicales del globo, no corriendo riesgo alguno de desaparición.
En conclusión
La conservación de la biodiversidad es un valor creciente y motivo de preocupación de la comunidad científica, pero por lo que entraña de responsabilidad para el futuro de la humanidad, no sólo debe ser un tema a abordar por conservacionistas y ecologistas, sino también por gobiernos, instituciones, medios de comunicación social y, especialmente, el ámbito educativo. Es aquí, en el educativo, dónde las nuevas generaciones deben aprender el concepto de biodiversidad y lo que ello conlleva no sólo para la propia existencia de la diversidad genética, sino también para el bienestar de la humanidad.
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Estimado profesor, me ha sido muy grato poder repasar y aprender nuevos conocimientos en la materia. Es una verdadera pena que cada día el planeta tenga cientos o miles de especies de flora y fauna menos. No es una pérdida cualquiera. Es una pérdida eterna y con ella se van potenciales curas a un sinfín de enfermedades o potenciales alimentos para una población cada vez mas numerosa y hambrienta.
Un abrazo y siempre es grato estar en contacto con usted y con este fabuloso blog al que tanto aprecio y respeto le tengo por haber sido mi piedra fundamental al incursionar en la difusión científica.
Mi querido amigo Marcelo, como siempre estamos de acuerdo, pues no obstante profesamos amor a nuestra querida Naturaleza, y la manifestamos desde la difusión de los contenidos que nos apasionan, y a la vez responsabilidad en lo que nos toca como humanos habitantes y finitos.
Un fuerte abrazo.