Las islas Cocos (o Keeling) ocupan menos de 15 kilómetros cuadrados repartidos en un grupo de 27 atolones coralinos en el Océano Índico, casi a 3.000 kilómetros de Perth (Australia) y a 900 kilómetros de la isla de Navidad, tienen algo menos de 600 habitantes, la mayoría de origen malayo, descendientes de los trabajadores que trajeron sus propietarios para explotar su riqueza natural. La capital está en Home Island, y el grupo está dividido en Norte y Sur. El aeropuerto que las une a Australia se localiza en la isla West y es donde llega un flujo de turistas que siempre es relativamente bajo ante la escasa infraestructura de las mismas.
Fueron descubiertas en 1609 por el marino británico William Keeling entonces comandante de la Marina Real Británica y agente de la East India Company cuando realizaba un viaje de regreso a Inglaterra con un convoy que había zarpado de las Indias Occidentales Holandesas [de ahí su otro topónimo, fue el hidrógrafo James Horsburg el que le añadió el término Cocos (Keeling) en 1805 que ha llegado hasta nuestros días]. Estuvieron prácticamente deshabitadas, el primer asentamiento fue el naufragio del Capitán Le Court en 1825, navegaba con el bergantín Mauritius y fue en Direction Island, serían rescatados por el Capitán Driscoll a bordo de The Lonarch el 24 de noviembre de 1825.
Ese mismo año el capitán John Clunies-Ross, marino escocés, partió de Borneo en nombre de la Trading House of Hare, el objetivo era inspeccionar para ver si podían instalarse en Navidad, pero las malas condiciones del mar los acabaron desviando hasta la Cocos. Al año siguiente Alexander Hare se presentó con un centenar de personas [malayos mayoritariamente, pero también iban chinos, papuanos o hindúes], de nuevo, aparecía John Clunies-Ross con su familia y servidumbre, hubo varios años de tensas relaciones que acabaron con el abandono de Hare de aquellas actitudes y el escocés se convertía, de hecho, en dueño y señor de los aislados atolones que acabaron convirtiéndose en un floreciente negocio cuyo producto llegaba a Europa a través de las goletas que partían de Batavia con destino a los puertos de Londres o Hamburgo. El clan escocés llegó a montar su propio astillero y allí fabricaba sus propios barcos, entre ellos la goleta Harriett botada en la isla Sur en 1835.
En 1857 el Capitán Fremantle, llegó a bordo del Juno y las declara posesión británica como dependencia de las islas Andamán [actualmente dependientes de la India]. En la etapa productiva, fueron propiedad de la familia de George Clunies Ross que las explotó entre 1886 y 1903, una época donde el coco y el aceite de copra permitió generar grandes dividendos y los propietarios traían malayos para la explotación de esa riqueza natural a la que había que añadir poca cosa, simplemente esperar el tiempo de cosecha, posterior descascarillado y, finalmente, embarcar la producción para los diferentes mercados del producto que pasaba por los Establecimientos del Estrecho.
A pesar de su exiguo territorio y su escasa población, postalmente tiene una rica historia y sellos de numerosas procedencias hasta 1963 cuando aparecieron los primeros signos postales con la denominación de Cocos (Keeling) Islands impresos en Australia, país que se hará cargo de su administración en 1955 ante el elevado coste de mantenimiento pensaron en darles la independencia. En 1978 Australia pagaba 6,25 millones de dólares, sólo quedó fuera de esa venta la casa de los descendientes de los Clunies-Ross.
En 1984 bajo la supervisión de las Naciones Unidas, se celebraba el referéndum sobre la denominada Acta de Autodeterminación, los nativos de origen malayo, mayoría de la población, no cayó en la trampa y decidieron integrarse en plenitud de derechos en Australia [en otras islas estratégicas la administración fue más radical: simplemente los sacó a todos considerando que no eran población autóctona y todavía litigan en Londres una decena de herederos que viven a cuerpo de rey a base de la “pasta” que consiguen de la administración].
Los sellos llegaron a estos aislados atolones a través de los británicos en 1857, dos décadas después lo serían de Ceilán (1878), posteriormente de los Establecimientos del Estrecho (1886), otro cambio será en 1903 con los de Singapur para volver a Ceilán en 1942-1946. Antes de caer “el coco” en los australianos, los británicos habían asignado la administración de los atolones al Gobernador Residente en Singapur.
A esos períodos hay que añadir también la moneda o circulante, primero libra esterlina y el dólar australiano que comenzó a tener vigencia el 8 de julio de 1969. En cuanto a los sellos, a partir de 1979 también serían utilizables en Australia, con ello, tímidamente, los preciosos sellos de las islas COCOS comenzaron a popularizarse y a ser visibles entre los filatelistas de todo el mundo, aunque el exotismo está asegurado y valorado por los aficionados que de esa forma logran tener piezas poco habituales en sus álbumes.
Actualmente tienen directa relación con las islas, las últimas estampillas emitidas el 17 de mayo de 2022, mostraban “Jukongs” históricos o pequeños veleros con los que los lugareños, al margen de actividades de supervivencia, también realizan sus regatas tres o cuatro veces la año. Son dos faciales de 1.10 y 2.20 dólares, también emitidos en díptico-hojita bloque, los motivos fotográficos proceden del fondo de Eric E. Story que estuvo cuatro veces como ingeniero responsable de las instalaciones radiotelegráficas entre 1922 y 1941, generalmente eran períodos de dos años, esas fotografías las facilitó su nieta Gabriela Szondy.
En la I Guerra Mundial el crucero alemán EMDEN que hacía de corsario por el Índico, apareció en las islas el 9 de noviembre de 1914, tenía como misión destruir la estación cablegráfica, entonces los cables submarinos estaban considerados de importancia estratégica y aseguraban las comunicaciones en el vasto imperio colonial británico o si lo prefieren entre Londres y Washington, pero sería hundido por el HMAS SYDNEY, los alemanes no lograron su objetivo de desmantelar las instalaciones, los responsables de la estación en aquella crítica situación lanzaron el SOS y llegó al navío australiano antes de que fuera demasiado tarde. Murieron un buen número de alemanes, pero medio centenar logró escapar y hacerse con el bergantín Ayesha que los Clunies-Ross tenían atracado en la laguna y que empleaban en sus tres o cuatro viajes anuales para sacar la producción cocotera; ese bergantín los llevó hasta Sumatra y desde allí, vía Yemen y Turquía, llegaban a su país en apenas siete meses; en la II Guerra Mundial llegaron los ataques desde el lejano Japón.
Las islas tienen una interesante historia que no deja de ser también poco conocida por el gran público, ésta está relacionada con el mundo de las comunicaciones gracias a que se fijaron en ellas las autoridades británicas que las vieron como una de esas zonas de privilegio para los largos periplos de los navíos en el XIX, todavía no habían llegado los años del ocaso del otrora orgulloso imperio británico alrededor del orbe y sus políticos aún eran capaces de cosas grandiosas [nada que ver con lo que tenemos a nivel europeo en esta sociedad nihilista y anestesiada del XXI] y proyectaron su famosa estación telegráfica primero y radiotelegráfica un lustro después, aquellos primigenios cables dieron la vuelta al orbe y llevaban a LONDRES las noticias en apenas unas horas.
La estación se ubicó en DIRECTION ISLAND en 1901, con el establecimiento de la Eastern Extensión, Australia and China Telegraph Company, las islas se convertían en un punto vital para las comunicaciones de la época. El cable viajaba desde Durban a Adelaida, conectando Mauricio, Rodrigues, Batavia, Java, Cocos, Perth y Fremantle. Inicialmente fue una estación cablegráfica o sea para el tráfico de telegramas vía código Morse, y en 1910 estación radiotelegráfica que se encargaba del tráfico para los navíos que se desplazaban por esas aguas y allí estuvo hasta mediados de los sesenta [1966] cuando, ante el cada vez más escaso tráfico telegráfico y cobertura para los navíos que surcaban esos mares, los gestores se vieron abocados al cierre de las instalaciones que en su mayor parte fueron desmanteladas y el tiempo se encargaría del resto. Después de casi seis décadas desde el cese de actividad, pocos testimonios quedan de esa remota y crucial estación cablegráfica perdida en la inmensidad del Océano.
Uno de los pasatiempos favoritos para los trabajadores de la estación fueron los deportes marítimos y la pesca, aún hoy se suelen celebrar unas regatas con los denominados “Jukongs”, una especie de carrera con carácter ceremonial durante determinadas fechas del año, el Hari Raya [hindúes], Festival del fin del Ramadán [musulmanes] y el día de la Autodeterminación. Al margen de las regatas, los entonces directivos de la estación tenían pocas diversiones y aún menos contacto con la civilización o sus familiares. Los barcos que a veces recalaban por la región les dejaban, un par de veces al año, los barriles y botes sellados con provisiones, libros, revistas, correo e incluso alguna mascota que hacía nacido durante el trayecto marítimo y en Direction Island se convertían en inseparables compañeros; generalmente los tiempos de rotación eran de un par de años y las familias se reencontraban tras largos meses de separación, muchas veces permanecían en Inglaterra.
Ese tradicional aislamiento fue roto con el Islander, un barco de la Christmas Island Phosphate Company en 1929, desde entonces tenían más provisiones y correo cada trimestre. El principal cometido de ese navío era recoger el fosfato de la isla Navidad y la producción de copra de las Cocos, visitas aprovechadas por los residentes para entregarles la correspondencia que el personal del barco haría seguir hacia Australia y el Reino Unido.
Saltaron las alarmas ante el constante flujo de ilegales que comenzaron a aparecer en las solitarias islas, en pocas semanas duplicaron la población y Australia se vio en la tesitura de poner freno al éxodo de ciudadanos que desde la lejana Sri Lanka [Ex Ceilán] ponían en peligro la frágil estructura de los atolones y más recientemente está el pulso que el régimen comunista chino ha lanzado hacia todo el Indo-Pacífico, un hecho que, en cierta medida, también es ya de carácter militar, eses es el motivo por el que la Fuerza Aérea Australiana esté presta a defender sus intereses en esa zona del Índico y con ello también las ricas aguas territoriales de acuerdo con el derecho del Mar de las Naciones Unidas que Pekín no deja de considerar papel mojado o de estirarlo al máximo hacia sus intereses globales.
Digamos que de manera silenciosa han iniciado una constante expansión de carácter netamente imperial y que ha calado en infinidad de las nuevas naciones insulares por cualquier lugar del mundo que, ante la dejadez de los otrora imperios coloniales se ven impelidos a sobrevivir a cualquier precio pero en la región Australia y Nueva Zelanda [se las prometieron felices cuando se “desengancharon” de Londres] se encuentran ahora con la mosca tras la oreja ante el creciente militarismo excluyente. Algunos sueñan con el viejo esplendor de la Comunidad Británica de Naciones, pero esa es ya una vieja y larga historia. ¡Vaya!, como a veces pasa con nostálgicos del Protectorado o de la isla de Puerto Rico que sueñan con el pasado colonial. ¡Qué mundo: sólo nos acordamos de valorar lo que tuvimos cuando lo perdimos!
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JUAN FRANCO CRESPO
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