Sí, es estramonio, una solanácea venenosa de nombre científico Datura stramonium. Nunca se me ocurrió cultivarla, nace adventicia en mi jardín a montones, aunque el año pasado cuando me disponía a desbrozar sólo encontré un solitario ejemplar y lo dejé como representación. Hoy, recorriendo la finca, hallé una gran colonia de pequeños estramonios aflorando cerca de las tomateras. Con sinceridad, habrá quien le teme, pero yo no disfrutaré nada arrancándolas. Es una planta con historia y debería tener su espacio, aunque sólo fuera para admirarla.
Históricamente el estramonio ha tenido usos farmacológicos y psicoactivos, como estupefaciente. En la antigua Roma se realizaban ofrendas al dios Baco en rituales extasiantes con determinadas plantas, como la belladona, la mandrágora y el estramonio.
En la Edad Media muchas mujeres acusadas de brujería, antes de ser llevadas a la hoguera reconocían que habían «volado» después de utilizar ungüentos o tomar brebajes elaborados con estramonio.
Los chamanes aún siguen utilizando esta planta hoy día como alucinógeno para sus rituales, pero requiere mucha precaución porque un uso sin conocimiento de lo que tenemos entre manos puede ser letal, de hecho cuatro o cinco semillas (se encuentran alojadas dentro de las cápsulas espinosas), u otras partes activas de la planta, pueden matar a un adulto tras una serie de síntomas severos de hipertensión, temblores, caída repentina del pulso, entre otros efectos, concluyendo con parálisis, coma y muerte.
A pesar de que su presencia nos puede infundir bastante respeto, a mi me gusta el porte de esta planta, la encuentro particularmente bella y esbelta. En algunos países la utilizan como ornamental en jardinería.
