Cuántas veces habremos oído o tenido conocimiento de la existencia de árboles extraordinarios, legendarios, míticos o sagrados. Muchas de las historias relacionadas con estos seres vivos nos retrotraen a periodos de nuestros ancestros más antiguos, y hoy, algunos de sus contemporáneos vegetales siguen viviendo, como si se tratara de una cápsula del tiempo a la que podemos intentar interrogar para que nos desvele los acontecimientos sucedidos ante su impávida presencia.
El árbol que os traigo hoy es un longevo carballo (el roble gallego por excelencia), que se estima lleva viviendo desde hace unos quinientos años, probablemente desde antes que Europa y América se encontraran y tuvieran conciencia de sus mutuas existencias. Este roble, de buen porte y con más de siete metros de perímetro, que se encuentra en el sur de Galicia, en un lugar llamado «O Pelete» (Municipio de A Lama, parroquia de Covelo, dentro de la provincia de Pontevedra), es reconocido por el eminente biólogo Carlos Rodríguez Dacal como uno de los árboles monumentales más importantes de Galicia. Su carácter monumental queda acrecentado por el halo sagrado del que ha sido imbuido, debido a un hecho circunstancial.
Pero antes de continuar con el relato de este árbol singular, debo recordar que los robles han sido objeto de culto y especial veneración en los pueblos celtas. Algunas de las historias y leyendas que han llegado hasta nuestros días, describen curiosas ceremonias realizadas a la sombra de sus ramas, o incluso haciendo al propio árbol partícipe en curiosos ritos relacionados con la vida y la muerte. Unos de esos ritos he tenido ocasión de documentarlo debido a que fue protagonizado por un miembro de mi familia en tiempos de la Guerra Civil Española; está publicado y quien lo desee puede leerlo visitando el siguiente enlace: http://www.cultureduca.com/blog/historias-de-mis-ascendientes-pasar-o-neno-polo-carballo/
Regresando al relato que nos ocupa, decir que el árbol de esta historia es en la actualidad objeto de ofrenda de todos los vecinos del lugar, y origen de la Fiesta del Vino de O Pelete que se celebra anualmente desde el año 1650. Resulta curioso que, siendo O Pelete un lugar en donde no se produce vino, se rinda homenaje a este preciado líquido desde al menos cuatrocientos años atrás.
Como dije, estas celebraciones nacieron debido a un hecho accidental. En el siglo XVII los arrieros recorrían la geografía gallega con sus recuas y carromatos tirados por animales, y uno de los productos más valorados para vender o trocar era el vino, especialmente si procedía del Ribeiro, en Orense, única provincia gallega sin salida al mar, pero de gran importancia comercial ya desde la Edad Media. Cuenta la leyenda, que pasando por el lugar de O Pelete, el hijo que acompañaba a uno de esos arrieros fue coceado por una mula, con tan mala fortuna que se temió seriamente por su vida, quedando muy mal herido y postrado contra el carballo protagonista de nuestra historia.
El padre, desesperado, acudió a rendir promesa y pedir amparo para su hijo a la Virgen de los Remedios, que es la patrona de la parroquia. Sea por intercesión de la Virgen, o por acción de la sabia Naturaleza, resultó que el joven sanó de sus heridas. El padre, cumplió entonces la promesa de llevar cada año a la Virgen como ofrenda una pipa de su mejor vino, ofreciendo el primer trago en eterno agradecimiento a las raíces del carballo, cuyas ramas cobijó a su hijo medio muerto.
Desde entonces, la fiesta pagana de regar el carballo con vino del Ribeiro se mezcla con la del culto católico a la Virgen de los Remedios, formando cada año una natural simbiosis.
Una comisión de fiestas acude meses antes de la celebración a la zona del Ribeiro para adquirir el vino que, a primeros de septiembre, constituirá el principal símbolo de la Fiesta.
Llegado el día, los cofrades celebran una misa solemne y el cura bendice las pipas de vino (varios miles de litros) que llevan meses descansando, siendo abiertas acto seguido y ofreciendo al carballo ser el primer «catador» de la cosecha. El árbol es literalmente emborrachado con las primeras jarras, siendo regado todo su contorno con lo que una vez fue como un mítico elixir de la vida para un joven arriero.
Tras la celebración del rito de regar el árbol y la ceremonia religiosa en honor a la Virgen, la fiesta ya cobra una imagen informal durante los siguientes tres días. Numerosas personas dan cuenta del churrasco, los cochinillos y corderos asados al espeto, los chorizos, la carne al caldero o el pulpo, al tiempo que cientos de litros de vino del Ribeiro riegan las gargantas de los asistentes.
El propio alcalde del municipio de A Lama, donde se halla enclavado el lugar de Pelete, no deja duda sobre el carácter popular, festivo e informal de esta fiesta, pues avisa en sus bandos sobre la manera en que se debe vestir para la ocasión:
«La indumentaria ideal para acercarse a O Pelete y gozar de la «Fiesta del Vino», es una camiseta vieja y unos vaqueros, ya que más de cuatro mil litros de vino recorren (tanto por dentro como por fuera) el cuerpo de los asistentes».
Por supuesto nunca falta la música; la verbena es amenizada por charangas y agrupaciones folclóricas, y ya por la noche por grupos musicales de prestigio hasta altas horas de la madrugada.
Estimado profesor, que linda narración y vaya tradición.
Esa especie queda en la lista de espera para conocerla.
Es un frondoso árbol de hermosa sombra que invita a la tertulia con un buen vino haciendo gala de un reconocimiento antes de la Fiesta Grande.
¿Sabía que por estas latitudes, especialmente en la franja de los andes sudamericanos y más propiamente dicho, en regiones de Ecuador, Perú, Bolivia y Argentina, se suele verter al suelo un poco del alcohol que se beberá?
Es un tema muy arraigado entre la población nativa y/o sus descendientes, porque así rinden honores a la Pachamama.
Un abrazo y nuevamente gracias por ilustrarnos.
Estimado amigo, aunque ha transcurrido mucho tiempo desde que dejaste tu comentario, acabo de leerlo por casualidad, y nunca es tarde si la dicha es buena. Muy agradecido por tus palabras, parece que al otro lado del charco se repiten las tradiciones, de alguna forma, y tiene su lógica, pues una vez ambas orillas se encontraron y fusionaron culturas.
Un abrazo.