Por fin, después de varios intentos fallidos he conseguido reproducir el nabicol o colinabo de Viena blanco. Tengo un único pie, el que se ve en la imagen, pero esto es sólo el comienzo, lo reservaré para semilla y así ir acondicionándola a mi zona geográfica.
El nabicol de Viena tiene su origen en la col silvestre (Brassica oleracea), por tanto pertenece a la misma familia que el brócoli, la coliflor, el repollo, la berza o las coles de Bruselas. Su nombre científico es Brassica oleracea var. gongylodes, que significa redondeado, por el globo que presenta en su base. Es esa forma redonda y con una especie de antenas cuando se cortan sus tallos más o menos largos, lo que le valió el sobrenombre de «Sputnik», en referencia a su semejanza con el primer satélite artificial que fue lanzado al espacio, el ruso Sputnik.
El nabicol de Viena nació artificialmente de la mano humana a través de la selección de determinadas características genéticamente heredables, que en el caso de este vegetal era el desarrollo de un tejido meristémico muy acusado en su base, es decir, su globo carnoso del que parten los tallos.
He de precisar, que aunque popularmente se habla de «nabicol» o «colinabo», en realidad este vegetal no tiene nabo (no es un tubérculo como el nabo); la hinchazón, o más propiamente dicho «meristemo», que posee en la base con esa forma globosa, es en realidad un engrosamiento de los tejidos que, como dije, no es fruto de la Naturaleza sino de la voluntad humana de conservarla y reproducirla a través de la selección artificial. Fue un fenómeno que se desarrolló a lo largo de varios siglos, de hecho aparece por primera vez en la Edad Media, en la obra del médico y botánico italiano Pietro Andrea Mattioli en 1554, el cual decía que el colinabo había «llegado últimamente a Italia», pues en aquellos tiempos se cultivaba en otras áreas del norte de Europa. A finales del siglo XVI ya se cultivaba ampliamente en Austria, Alemania, Inglaterra, España, Italia y varias áreas del Mediterráneo Oriental.
Gastronómicamente, este vegetal es de un gusto excelente, sus grandes tallos firmes, verdes y brillantes son comestibles, pero lo más apreciado y sabroso es su globo blanco, carnoso, muy jugoso, tan tierno que se puede cocinar al vapor o cocer en tan solo 15 minutos. Si se le retiran las dos primeras capas, se puede consumir en crudo, por ejemplo en cuadraditos en una ensalada fresca. Nutricionalmente es una hortaliza destacable, pues contiene gran cantidad de minerales y vitaminas.
El nabicol de Viena merece su espacio en la huerta; en sólo 45 días está listo para ser recolectado. Sus necesidades de cultivo no son exigentes, de hecho son menores que las de otras brassicass. En primavera, es suficiente con elegir un terreno que haya sido cultivado, aportar materia orgánica y asegurarnos de que el suelo tenga siempre cierta humedad, evitando una sequedad excesiva.
Podemos cultivar previamente en semillero o recipientes específicos, por ejemplo poniendo tres semillas en una maceta y repicándolas cuando tengan tres o cuatro hojitas. Si deseamos trasplantarlas directamente al terreno definitivo podemos hacerlo cuando alcancen unos 10 cm de altura. Si decidimos cultivar en bandejas en vez de macetas, podemos usar un ahoyador, practicando hoyos a una distancia mínima de 3×3 cm, y colocando una semilla en cada hoyo. De esta forma no se necesita hacer el repicado, pudiendo trasplantar directamente del semillero al huerto cuando alcancen el tamaño adecuado.
El marco de plantación de esta brassica, debido al volumen que puede alcanzar, no debería ser inferior a 30 cm entre plantas, y medio metro entre hileras o surcos. Madura en unos 55 a 60 días, dependiendo de la variedad, si deseamos consumir el engrosamiento basal, pero las hojas verdes pueden recolectarse y consumirse durante todo el tiempo que se mantengan tiernas, como si fuera una berza común.