De la tradición oral y Gutenberg a la imprenta digital: evolución tecnológica de la impresión

Introducción

Con Gutenberg y el nacimiento de la impresión de tipos móviles se creó una sólida base para el desarrollo del Renacimiento, una revolución que marcaría el comienzo de la era Moderna en la historia de la humanidad. Desde la imprenta de tipos a la imprenta digital se han sucedido una serie de invenciones y desarrollos que iremos desglosando a lo largo de este articulo. Pero, para entender mejor lo que supuso ese primer hito de la comunicación debemos referir, al menos brevemente, los antecedentes de cuando la comunicación humana comenzó a desarrollarse a modo de gestos y formas orales, así como la aparición de las primeras formas de escritura e impresión.

La tradición oral está sujeta a las imperfecciones de la naturaleza humana, su transmisión después de una infinidad de veces arrastra inevitablemente modificaciones y deformaciones por efecto del paso del tiempo, en consecuencia, las narraciones llegadas hasta nosotros pueden ser muy diferentes de las originales. Para conservar la información en la memoria colectiva e individual se utilizaban diferentes fórmulas lingüísticas, musicales, pictóricas, rituales, etc., así como métodos nemotécnicos a modo de muescas en madera, cuerdas de colores, nudos, bordados en tejido, etc. Toda esta «información» básicamente simbólica, era transmitida a través de las generaciones, pero era inevitable llegar a un momento en que la complejidad de las sociedades y su forma de organización desembocase irremediablemente en la escritura.

La escritura se vincula al profundo cambio de las sociedades cazadoras y recolectoras convertidas en ganaderas y agricultoras. De pronto los humanos abandonan el bosque, se asientan y se dedican a trabajar la tierra y criar ganado. Este proceso tuvo lugar en cinco civilizaciones pero de forma desvinculada entre ellas; fueron Egipto, Mesopotamia, China, Valle del Indo y Mesoamérica. Estas culturas llegarían en algún momento a desarrollar la escritura, pero se destaca la sumeria como la primera en conseguirlo.

Un logro decisivo sería la aparición del alfabeto, de forma que las palabras tratarían de articularse en sonidos simples, al tiempo que los símbolos y sistemas de representación de objetos serían sustituidos por unidades fonéticas. Se considera el alfbeto fenicio como el primero en utilizarse de forma generalizada; constaba de 22 signos, los cuales mediante combinaciones podían representar todas las modulaciones lingüísticas. Los egipcios también habían ideado un sistema de naturaleza alfabética en forma de jeroglíficos, pero nunca se utilizaron para una escritura específicamente alfabética; sólo constituían una especie de guía de pronunciación.

Se estima que el primer sistema alfabético se desarrolló hacia el 2.000 a.C. por poblaciones semíticas que habitabn la zona central de Egipto, y que se habría difundido durante varios siglos hacia otras áreas del norte. Los fenicios, que eran grandes navegantes, lo habrían extendido por todo el Mediterráneo después de utilizarlo y desarrollarlo. Este alfabeto semítico se dividió en cuatro: el semítico meridional, arameo, cananeo y griego arcaico. Fueron los griegos los que adaptaron ese alfabeto desarrollando una serie de signos vocálicos, originándose el primero que se escribía en sentido de izquierda a derecha. Los romanos, que copiaban todo lo griego, incluso los dioses, lo asimilaron también constituyéndose el alfabeto latino, que es el más utilizado en la actualidad.

La transmisión del conocimiento. Los soportes de escritura

Preservar y transmitir la cultura y el conocimiento a lo largo del espacio y del tiempo constituía un reto importante. La humanidad debía encontrar la manera de que los soportes y materiales de escritura mantuviesen la integridad adecuada para pervivir al tiempo, por efecto de la erosión y degeneración debido a la atmósfera oxidante. Variados soportes sirvieron para ese cometido: paredes de cuevas, megalitos, maderas, arcilla, papel, papiros, pergaminos, tejidos vegetales… En este sentido el libro, tanto en su aspecto físico o material como en el conceptual, sería la herramienta definitiva para conservar y difundir los saberes, avances y conocimientos de la humanidad, sin olvidar que también la comunicación entre las personas daría un paso de gigante. Por supuesto, las creencias tendrían en ese medio un campo abonado, y de hecho en algunas de las civilizaciones que ya hemos citado, fueron las instituciones religiosas las que desempeñaron un papel predominante en cuanto a conservación y transmisión de la cultura. Los monasterios se convirtieron en centros culturales, de promoción de la lectura, conservación y copia de manuscritos. Los «scriptorium» de esos monasterios eran prolificos lugares de producción de códices.

El libro impreso. La xilografía

El libro impreso constituyó un paso más en la historia de la comunicación humana, pero debieron suceder una serie de desarrollos tecnológicos para que el libro impreso se convirtiese en un medio asequible y relativamente fácil de elaborar. Los primeros libros se imprimían con la técnica de la xilografía (un método de origen chino), consistente en utilizar una plancha de madera en la que previamente habían sido talladas las imágenes a imprimir. Este sistema era muy lento y laborioso, pues era necesario crear una tabla tallada por cada página impresa, además de tener que «dibujar» todos los elementos sobre la tabla a golpe de gubia o buril, de tal manera que un error al grabar podía arruinar la obra, obligando a reconstruirla mediante pequeñas piezas incrustadas en las zonas afectadas.

Biblia Pauperum.
Biblia Pauperum. Imagen Wikimedia Commons

La técnica xilográfica se remonta a la Antigüedad, en los sellos, estampados y moldes utilizados en China y Egipto, mediante grabados de piedras o maderas. Esta técnica ya se conocía en Asia en el siglo II a.C.; una de las xilografías más antiguas que se conocen fue realizada en Japón en el año 770. También el libro xilográfico más antiguo se realizó en China en el año 868, según una descripción en el texto del propio libro. Tras pasar a Europa, la xilografía fue empleada en este continente para fabricar naipes, calendarios y obras artísticas. Tuvo una gran difusión a finales de la Edad Media, especialmente entre las clases populares, para difundir libros de fábulas y, por supuesto, la primera Biblia en 1430, que denominaron «Biblia Pauperum».

La producción de libros xilográficos en Europa no fue muy abundante, lo laborioso del procedimiento sólo permitió difundir apenas un centenar de ediciones. La aparición de la imprenta de tipos móviles vendría a dar prácticamente el punto final a esta técnica milenaria en cuanto a la producción de libros, no así de otras impresiones gráficas o de imágenes.

El libro tipográfico

Se considera tradicionalmente que la imprenta de tipos móviles es un invento europeo, personalizado en el alemán Johann Gutenberg; en realidad ya había sido inventada en China en el año 960. Los chinos comenzaron en esa época a utilizar caracteres móviles fabricados en madera, con los que imprimían libros de las historias dinásticas y otras obras de su cultura. El invento fue mejorado en el año 1045 por Pi Sheng, y de hecho se le atribuye a él, al fabricar los primeros tipos con arcilla horneada sobre moldes de metal. Más tarde, los tipos cerámicos serían sustituidos por metales como el bronce o el estaño. A finales de la Edad Media los chinos disponían ya de un sistema de impresión tipográfica muy perfeccionado.

¿Porqué la imprenta China de tipos móviles no fue una revolución como en Europa?

En principio podría sorprender que los chinos, siendo inventores de una máquina que revolucionaría la impresión en Europa muchos siglos después, no le hayan dado la importancia que merecía. El motivo se halla en el gran número de signos empleados por la lengua china con sus variantes; la escritura china se compone de un numeroso grupo de ideogramas, símbolos o caracteres (alrededor de 80.000), de los cuales se precisan conocer al menos entre 4.000 y 5.000 caracteres o figuras diferentes para poder leer y entender un texto; componer e imprimir un libro ordinario con tipografía incluyendo tal cantidad de elementos móviles se convertía en una labor tediosa. Este problema no existía en Europa, donde el alfabeto estaba compuesto por un número de caracteres muy inferior; el alfabeto latino o romano utilizado hoy en día por más de 2.500 millones de personas de variadas lenguas en todo el mundo, se compone tan solo de 26 letras más alguna adicional para cubrir las necesidades específicas de determinados idiomas, como la letra «ñ». Es indiscutible que la civilización oriental, mucho más avanzada y con gran riqueza de escritos que las occidentales en aquellos momentos, sufrió una desaceleración en comparación con éstas, que podían producir y difundir sus escritos más rápidamente y con costes mucho más asequibles.

Nacimiento de la imprenta de tipos móviles en Europa

Aunque en Europa ya debían conocerse los antecedentes sobre las técnicas de impresión chinas (los viajes comerciales y diplomáticos a Oriente se hallan documentados ya desde el año 1247), se considera el nacimiento de la imprenta moderna en Europa en el año 1440, en Estrasburgo, de la mano del alemán Johannes Gensfleich Gutenberg. No obstante, se estima que hubo otros intentos similares en el continente por la misma época, como los del también alemán Johann Mentelin, el holandés Laurens Janszoon Coster, el belga Johannes Brito, el italiano Pamfilo Castaldi, etc., aunque finalmente se impuso atribuir a Gutenberg ser el padre de la tipografía.

La primera imprenta de tipos
La primera imprenta de tipos

Puede que Gutenberg haya impreso una variedad de libros de los cuales no se tiene constancia, sin embargo sí puede atribuírsele con seguridad la Biblia de 42 líneas, llamada Biblia de Gutenberg o Biblia latina, que comenzó a componer alrededor del año 1452. Su socio Johann Fust, un abogado a quien Gutenberg solicitó un préstamo para financiar el desarrollo de su invento, le exigió la devolución del mismo con sus intereses, concluyendo en un pleito que Gutenberg perdió. Fust se asoció entonces con el calígrafo del arruinado Gutenberg, Peter Schöefer, estableciendo su propio taller y del que salieron obras notables: el Psalmorum codex o Salterio de Maguncia (1457), primera obra que lleva pie de imprenta con el año y lugar de impresión; el Rationale divinorum officiorum (1459), las Constituciones clementinas (1460), la Biblia de 48 líneas, y otras impresiones en más de un color, además de ilustraciones y letras grabadas impresos con métodos xilográficos, pues la xilografía había sido abandonada para la impresión de libros, pero continuó siendo un aliado para la tipografía en cuanto a la producción de ilustraciones y grabados. Se ha convenido en identificar como «incunables» a los libros impresos entre la aparición de la imprenta de tipos y el año 1500.

Copia de una Biblia de Gutenberg en la Biblioteca del Congreso de Estados Unidos.
Copia de una Biblia de Gutenberg. Lenox Copy, Biblioteca Pública de Nueva York. Imagen Wikimedia Commons

Mejoras de la imprenta de Gutenberg. De la plancha a la rotativa

A partir de la imprenta de tipos básica de Gutenberg con planchas, se fueron desarrollando una serie de mejoras en los siguientes 350 años. El tornillo de madera fue sustituido por hierro. Unos veinte años más tarde se incorporó un sistema para evitar que se mancharan de tinta las áreas no impresas del papel. Una capa de tejido suave y grueso sirvió también para que la presión sobre el papel quedase mejor regulado, salvando las irregularidades en altura que pudieran tener los tipos. En 1620, el holandés Willem Janszoon Blaeu agregó un contrapeso a la barra de presión, permitiendo que la platina pudiera subir automáticamente, se conoció como «prensa holandesa» y fue el primer modelo introducido en Norteamérica en 1639.

Alrededor de 1790 se dio un importante paso en la mejora de la prensa de Gutenberg. El científico e inventor inglés William Nicholson, ideó un método para entintar utilizando un cilindro cubierto con cuero, que más tarde sería sustituido por una mezcla de pegamento, gelatina y melaza. Nació así la primera prensa rotativa. Este sistema sería desarrollado y mejorado posteriormente con nuevos inventos patentados, relacionados con el funcionamiento de los tambores rotativos, las plataformas y otros dispositivos utilizados en estas máquinas. En 1845 ya existían prensas técnicamente muy avanzadas, como la máquina de August Applegath que construyó para el Times basándose en los desarrollos que hicieran anteriormente March Hoe, William Bullock y Marinoni, y capaz de realizar 12.000 impresiones por hora.

En lo sucesivo, una vez solucionado el problema de la alimentación del papel utilizando bobinas, se enfocaron los esfuerzos de mejora en los sistemas de corte y plegado. Pero, quedaba afrontar la composición de los textos, gracias a la invención de la linotipia, creada por el alemán Ottmar Mergenthaler en 1866, se revolucionó la impresión tipográfica al permitir componer hojas de texto a mayor velocidad con líneas completas, en vez de usar las arcaicas cajas de tipos sueltos. Este sistema permaneció vigente hasta las décadas de 1960 y 1970, en que fue sustituida por la composición electrónica o la impresión offset, ésta última ya había demostrado ser una técnica muy eficaz a lo largo de todo el siglo XX como veremos más tarde.

La litografía

Hasta finales del siglo XVIII sólo existían dos materiales y dos sistemas en el arte de imprimir: madera y metal, y hueco y relieve, respectivamente. Sólo cuando el tamaño de las letras se hicieron más grandes para cubrir las necesidades de cartelería comercial, comenzó a compensar tallar tablas de madera para reproducir imágenes o grandes letras. Pero, en 1796 esto cambió cuando el alemán Alois Senefelder creó el primer proceso de impresión en plano, es decir, que no necesitaba relieves ni huecos para transferir las imágenes. El inventor denominó a este sistema «impresión con piedra» e «impresión química», y que más tarde fue conocido y afamado mundialmente como «litografía».

El sistema funcionaba en base al principio físico-químico de que el agua y el aceite se repelen. Se utilizaba una plancha de piedra, que por su porosidad podía retener la grasa; se dibujaba sobre la plancha con una pastilla jabonosa, lavando posteriormente toda la superficie con disolución acuosa de goma arábiga. Al entintar la superficie, la tinta sólo se adhería a las partes grasas dibujadas con el jabón. De esta forma era suficiente con pegar un papel sobre la superficie de la piedra para obtener una copia invertida del dibujo. La piedra podía ser «lavada» todas las veces que fueran necesarias, obteniéndose así múltiples copias sin apreciar pérdidas en la calidad impresa.

La prensa ofset

Una transformación de la técnica litográfica de Senefelder fue el llamado «offset», que es el más usado en la actualidad junto con la impresión digital. Se trata de un método de impresión que permite reproducir textos e imágenes sobre diferentes tipos de soporte. Fue desarrollado por varios inventores: el inglés Robert Barclay en 1875, el estadounidense Ira Washington en 1903, o el alemán Caspar Hermann en 1905. El funcionamiento offset es muy parecido al de la litografía, y de hecho también fue conocido como «litografía indirecta». Consiste en una plancha de metal, habitualmente aluminio, en la cual se dibuja el texto o imagen, posteriormente es bañada con una solución que repele la tinta en aquellas zonas donde no hay imagen. El resto de la plancha que contiene la imagen admite la tinta. La diferencia entre el offset y la litografía, es que en el offset la imagen tintada no se aplica directamente al papel, sino que es primero transferida a un rodillo que tiene una superficie flexible como el caucho (la llamada mantilla), posteriormente ese rodillo con la imagen es pasada por presión a la superficie que se desea imprimir, habitualmente papel, pero también pueden ser otros materiales rugosos o irregulares, gracias a las propiedades elásticas del rodillo de caucho que puede adaptarse a esas superficies. Este paso intermedio, entre tintar e imprimir, es lo que confiere al offset una calidad excepcional.

Vista de los rodillos de una prensa offset, donde se observa la plancha con el motivo a imprimir
Vista de los rodillos de una prensa offset, donde se observa la plancha con el motivo a imprimir. Imagen Wikimedia Commons

La impresión digital

En la década de 1980, cuando la técnica de impresión offset no parecía tener rival, comenzaba a asomar una tecnología informática que en poco tiempo cambiaría todo de manera vertiginosa. IBM lanzaba al mercado los primeros ordenadores personales (PC), bajo el famoso sistema operativo DOS (Disk Operating System). El éxito del PC fue de tal magnitud que terminó convirtiéndose en un estándar industrial. Los clónicos del PC lanzados por Compac Computer no hicieron sino abaratar aún más el producto.

En 1984 otro grande llegaba pisando fuerte, el Apple Macintosh, un ordenador personal con la primera interfaz gráfica. Al mismo tiempo, era lanzada la primera impresora láser por Hewlett-Packar en 1984, causando una nueva revolución al acercar la impresión de calidad con precios populares a los no profesionales. Adobe desarrollaría también el lenguaje postscript, que se convertiría igualmente en un estándar de las artes gráficas digitales.

El nacimiento de la autoedición fue otro suceso importante que vendría a cubrir las necesidades de composición y maquetación de textos y gráficos, al estilo de los periódicos y revistas. Así, aparecieron aplicaciones como Pagemaker de la mano de Aldus en 1985, o Ventura Publishing lanzado por Ventura Software en 1986. La tecnología poscript también se abriría al mercado y facilitaría su aplicaicón a variadas tareas gráficas; nacerían así numerosas tipografías digitales.

Faltaban pocas cosas para que la edición e impresión digital fuesen una realidad asequible al gran público, pero ya eran realidad tangible para las empresas de las artes gráficas, que vieron como las técnicas de impresión tradicionales daban un vuelco tecnológico sin precedentes.

Durante años, las empresas fotomecánicas, de edición y composición, y de impresión, funcionaban por separado. Hoy en día, todos esos procesos se han fusionado, de manera que pueden ofrecer a sus clientes servicios gráficos integrados que antes tenían que ser manejados sólo por cada profesional respectivo.

Máquina de impresión digital
Máquina de impresión digital. Imagen Wikimedia Commons

Un característica que ha venido a potenciar todos estos servicios de artes gráficas digitales, es la posibilidad de trabajar en Red (intranet e Internet), de manera que la información digital puede ser enviada bajo distintos formatos de imagen o de texto, por ejemplo PDF, JPG, etc., facilitando que distintas personas puedan trabajar en un mismo proyecto sin la presencia física.

La impresión digital se mueve en una tecnología muy diversificada y de alta calidad, tanto en el hogar como en la oficina. Las máquinas de escribir ya forman parte de la historia, y hoy en día es común distinguir a nivel doméstico la existencia de ordenadores personales con aplicaciones de edición (incluso de autoedición), escáners e impresoras láser. En definitiva, la impresion digital ya es también una opción accesible al gran público.

¿Te gusta? pincha para compartir en tus redes sociales….

Deja una respuesta

Tu dirección de correo electrónico no será publicada. Los campos obligatorios están marcados con *