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Agricultura
SUELOS
Acondicionamiento - 6ª parte
El control del agua
l gran volumen de agua que las plantas necesitan para crecer es absorbida por los pelos radiculares dispuestos en la raíces, y se satisface con el agua disponible en el suelo. Aunque algunas requieren incluso estar anegadas para desarrollarse, en realidad en la gran mayoría de las plantas es fundamental controlar el nivel de agua suministrado y el drenaje del terreno (véase más abajo el apartado sobre drenajes). Como norma general, el agua encharcada es contraproducente, pues reduce la aireación de los suelos y las raíces, e impide los procesos de intercambio gaseoso entre el suelo y la atmósfera.
La textura del suelo que utilicemos es importante en lo que respecta al control del agua de riego, y afecta directamente a la productividad vegetal. Si la textura es muy porosa (suelos arenosos), se producirá un alto drenaje del agua y se evaporará mucho más rápido, lo que significa tener que vigilar más a menudo que exista una adecuada humedad. Por su parte, si la textura es de partículas muy finas (suelos arcillosos), retienen el agua en gran cantidad y pueden llegar a encharcarla, con el consiguiente problema ya descrito.
Los mejores suelos deben poder retener y absorber el agua, pero permitiendo que los microorganismos intervengan en los procesos de oxigenación de las raíces; en el suelo tienen que existir huecos por donde penetre o expire el aire y gases necesarios para realizar el intercambio vital entre raíces y sustrato. La práctica de añadir a los suelos grandes cantidades de materia orgánica redunda a la larga en un mejor control del agua; además de mejorar la retención de la humedad se consigue una mayor calidad biológica del suelo, y de aquellos nutrientes minerales incorporados en forma sintética.
Los drenajes
El drenaje es la eliminación o compensación del agua superficial o subterránea mediante sistemas de canales, desagües u otros métodos, de forma que evite su acumulación y perjudique los cultivos.
Los drenajes permiten prevenir la erosión o lixiviación, así como la acumulación de sales solubles perjudiciales para el normal desarrollo de las plantas. Por ejemplo, la pérdida de clorofila de las plantas es un problema derivado del encharcamiento de las raíces.
Básicamente cualquier drenaje consta, o bien de un canal accesible para el agua por el cual pueda discurrir tanto en superficie como por el subsuelo, o bien de una capa subterránea a base de gravas y materiales triturados por donde el agua pueda filtrarse y desaguar sin dificultad.
Los sistemas de tubos de drenaje, también llamados drenes, más utilizados en tierras de labranza son los subterráneos, como el denominado drenaje de tejas, consistente en enterrar entre uno y dos metros de profundidad una cañería hecha con secciones de tejas huecas de barro o cemento, que termine en algún colector de aguas. Cuando hay exceso de agua se filtra a través de los agujeros de las tejas y es evacuada.
El drenaje de tejas consiste en enterrar una cañería hecha con secciones de tejas huecas de barro o cemento
Otro sistema parecido al anterior es el que utiliza tubos muy porosos o que llevan practicados orificios por donde el agua puede penetrar en su interior. En este caso, hay que cubrir los tubos con gravas para evitar que las arcillas obturen los orificios. Otro sistema es abrir zanjas, aunque requieren mayor mantenimiento por la constante vegetación y sedimentos que terminan atascándolas.