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Agricultura
SUELOS
Acondicionamiento - 1ª parte
La labranza
l acondicionamiento de los suelos es una tarea básica cuando deseamos mantenerlos como terrenos de cultivo productivos. La labranza es la primera operación en cualquier proceso de acondicionamiento, sin ella la siembra y germinación de las semillas se hace inviable.
La labranza es la acción de preparar la tierra de cultivo, volteándola mediante un apero denominado arado. Este instrumento apenas ha sufrido variaciones desde el primitivo arado romano, salvo en que la tracción animal ha sido sustituida por la tracción mecánica.
El arado consiste en una reja que abre un surco, y una lámina metálica con una curvatura determinada que le da la vuelta a la tierra levantada. Los arados más modernos incorporan varios cuerpos con los que se pueden trazar mas de un surco, o discos cortantes situados oblicuamente que sustituyen a la reja.
El arado apenas ha sufrido variaciones desde el primitivo arado romano,
salvo en que la tracción animal ha sido sustituida por la tracción
mecánica
En determinados tipos de cultivos, como los dispuestos en hileras, después del labrado se utilizan habitualmente los escarificadores; se trata de instrumentos que arañan la superficie del suelo pulverizándola en vez de penetrar en él profundamente.
Los escarificadores se utilizan en determinados tipos de cultivos, como
los dispuestos en hilera, para arañar la superficie del suelo sin
penetrar en él profundamente
En la operación de labrado la tierra es removida y aflojada en las capas superficiales, a la vez que las hierbas quedan volteadas y dispuestas para la descomposición, que añadirá materia orgánica al suelo. El lecho que permanece tras el labrado mantiene la humedad adecuada para que las semillas puedan germinar. La labranza aporta también otros beneficios secundarios pero no menos importantes, como son la oxigenación del suelo y drenaje del agua gracias a la pulverización de la tierra. Esto redunda en un hábitat más adecuado para los microorganismos descomponedores, como los fijadores del nitrógeno atmosférico, y a una mayor actividad biológica edáfica. Además, la labranza contribuye a que las plantas se desarrollen saludablemente, y con mayores garantías de resistencia a las enfermedades o insectos dañinos.
La labranza continua y profunda (tradicional) es a la larga perjudicial para las tierras de cultivo. Cuando la capa fértil no es muy gruesa, ésta queda sepultada a 15 o 20 cm. después del labrado, mientras que en la superficie queda expuesta la tierra más pobre; esto obliga a fertilizar para disponer de cosechas productivas. Para salvar este problema es conveniente realizar labranzas de conservación o mínimas, consistentes en introducir ligeramente el arado de forma que los restos de la cosecha queden enterrados a poca profundidad, o también dejándolos que se descompongan sobre la superficie. Estas actividades contribuyen a mantener la fertilidad y humedad de la tierra, a la vez que la protege de la erosión. La labranza en profundidad se hace necesario cuando los suelos poseen una compacticidad excesiva que impide un drenaje adecuado, o las raíces no pueden penetrar con facilidad, aunque como ya se dijo presenta sus inconvenientes si se realiza intensivamente, especialmente si se trata de suelos de textura fina en comparación con los arcillosos o arenosos.
la labranza tradicional es a la larga perjudicial para las tierras de
cultivo. Al labrar profundamente la tierra fértil queda enterrada a 15 o 20
cm., mientras que en la superficie queda expuesta la tierra más pobre.
Como se sabe, las superficies labradas quedan expuestas más fácilmente a la erosión o lixiviación por el agua. Por ello, en aquellas regiones cuyo clima mantiene una humedad elevada, se debe evitar en lo posible labrar previo a las estaciones lluviosas. Por el contrario, en las zonas áridas o de escasa humedad y dado el corto periodo lluvioso debe hacerse lo contrario, con objeto de que una vez labrada la tierra ésta absorba la máxima cantidad de agua. Asimismo, el tipo de labranza que se realice es importante para evitar la erosión, dependiendo de las características del terreno. Por ejemplo, si en un terreno desnivelado se trazan los surcos de arriba abajo, las aguas discurrirán por los surcos y arrastrarán elementos de la superficie; sin embargo si se realizan los surcos perpendiculares a la pendiente, conservarán el agua y será absorbida por el suelo.