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Literatura prosista
LA LITERATURA EN EL SIGLO XIX
El Realismo - 13ª parte
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La prosa narrativa: Principales narradores (continuación)
José María de Pereda
Introducción biográfica
ació en Polanco, Cantabria (1833-1906) y estudió en Santander y después en Madrid, donde inició su vida literaria con algunos ensayos teatrales. Estuvo enfermo de cólera, lo que le produjo posteriores problemas nerviosos. Vivió casi toda su vida en Polanco y en Santander, con algunos viajes (Andalucía, París, Portugal).
Su ideología era conservadora y fue diputado por el Partido Carlista en 1868. Ello no impidió que mantuviera una profunda y cordial amistad con Pérez Galdós, uno de los escritores más progresistas de la época. Fue académico desde 1897.
Obra
Comenzó a escribir en revistas de Santander cuadros de costumbres que más tarde reunió en libros: Escenas montañesas (1864), Bocetos al temple (1870-76), Tipos y paisajes (1871) y Tipos trashumantes (1877). En este caso siguió el modelo literario de Ramón de Mesonero Romanos; sus artículos muestran un matiz crítico contra los tópicos sociales más extendidos.
En novela, comenzó con obras en la línea de Fernán Caballero, de "buenos y malos", defendiendo el autor la posición más conservadora, católica y tradicional. De este tipo son El buey suelto... (1878), en la que critica las modernas ideas sobre las ventajas de la soltería; Don Gonzalo González de la Gonzalera (1879), que es una ridiculización de las ideas revolucionarias, y De tal palo, tal astilla (1880), que es un ataque a los ateos y descreídos y una réplica a la obra de Galdós Gloria.
Sus obras más famosas y más conseguidas son las que tratan del mundo de la montaña santanderina; en ocasiones se las ha llamado "novelas-égloga" o "novelas-idilio" por presentar una visión plácida, agradable e idílica de la vida rural, frente a la vida moderna de las ciudades. En este grupo están El sabor de la tierruca (1882), Sotileza (1885), La Puchera (1889) y Peñas arriba (1895).
Otros títulos novelescos son: La Montálvez (1888) y Pedro Sánchez (1883), cuyo escenario es Madrid; Al primer vuelo (1890), Nubes de estío (1890) y Pachín González (1896), la última novela que publicó.
Lo más destacable en sus novelas es su técnica descriptiva, muy minuciosa, cercana a la utilizada por los naturalistas (de los que ideológicamente estaba muy alejado) y la inclusión en los diálogos de expresiones populares y dialectales.
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