INVENTOS E INVENTORES: Historia de los inventos: La aeronáutica - 1ª parte
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Inventos e inventores

HISTORIA DE LOS INVENTOS

Fuente: Revista "Sucesos"

La aeronáutica - 1ª parte


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Introducción

urante milenios el hombre quiso volar y solo pudo realizarlo en el siglo XX Volar ha sido desde los tiempos más remotos el más ferviente y apasionado anhelo de la humanidad. La naturaleza dotó al hombre de inapreciables e inmensos atributos: lo hizo capaz de pensar, imaginar, sentir la belleza, movilizarse de un punto a otro, danzar, comunicarse con sus semejantes... Sin embargo, olvidó darle alas que le permitieran remontarse hacia las estrellas y contemplar su propio planeta desde el cielo.

"Oh, si yo fuese pájaro", tiene que haber sido, sostiene Michelet, una de las primeras exclamaciones del hombre prehistórico al observar el vuelo airoso de las aves. Pero esa contemplación pasiva no tardó en transformarse acción y el Homo Sapiens buscó por todos los medios a su alcance imitar a los seres alados, o, al menos, soñar que los emulaba. Sus primeros esfuerzos se confundieron con la mitología.

La leyenda cuenta que Ícaro huyó con su padre, Dédalo, del laberinto de Creta volando con unas alas adheridas a su cuerpo con cera, pero habiéndose acercado demasiado al sol éste las derritió y los imprudentes aeronau tas cayeron al mar, en el que perecieron ahogados. Pero el sueño de Ícaro y Dédalo no murió con ellos y hoy el mundo lo contempla hecho realidad en los modernos jets supersónicos y en los satélites artificiales que surcan el espacio sideral, aprestándose a conducir al hombre hacia otros mundos.

Los antiguos precursores

Los primeros ejemplos de auténticos intentos de vuelo humano desprovistos de contenidos mitológicos se remontan a los primeros años de nuestra era. Suetonio relata que un "hombre-pájaro” encontró la muerte durante una de las orgías de Nerón. Las crónicas antiguas refieren también que un sarraceno alado fue a estrellarse contra el suelo en presencia del emperador de Bizancio.

Muchos siglos más tarde, en 1742, el anciano marqués de Bacqueville, descrito por un testigo de la época como "hombre un poco loco, pero muy arriesgado”, se lanzó a través del Sena con un aparato volador de su invención y fue a aterrizar violentamente en la otra orilla sobre un barco-lavadero, quebrándose una pierna, pero consiguiendo su propósito de atravesar volando el río.

Pero esta prehistoria de la aeronáutica no sólo comprende intentos audaces y algo extravagantes de elevarse mediante aparatos que podrían calificarse como de invención casera, sino que registra notables estudios teóricos de sabios eminentes que, de haber tenido a su disposición una metalurgia lo suficientemente avanzada, habrían podido quizás llevar a la práctica con éxito la mayoría de sus invenciones, según lo estiman los ingenieros aeronáuticos de la actualidad. Ya en 1269 el famoso fraile inglés Roger Bacon sostuvo que "pueden hacerse máquinas voladoras con un hombre sentado en medio, que hace girar una máquina por medio de la cual hábilmente consigue que lar alas se agiten en el aire como las de un pájaro al volar”

Dos siglos más tarde, en 1490, el extraordinario Leonardo da Vinci llegó mucho más lejos con sus croquis y breves tratados de aeronáutica basados en concienzudos estudios del vuelo de los pájaros. Sus investigaciones desembocaron esta audaz y categórica afirmación: "Un pájaro es una máquina que funciona conforme a unas leyes matemáticas, y entra dentro de la capacidad del hombre reproducir esa máquina con todos sus movimientos”. Animado por estas alentadoras conclusiones, el genial Leonardo se dio a la tarea de diseñar proyectos de aeroplanos con alas en forma de murciélago, de helicópteros y hasta de un modelo de paracaídas. Se ignora si logró experimentar alguno de sus aparatos más importantes, pero algunos modernos historiadores de la ciencia afirman que parece verosímil que el sabio renacentista haya hecho volar un pequeño helicóptero.

Los esfuerzos de Leonardo fueron olvidados, y hasta fines del siglo XVIII no se produjo ningún hecho en la gestación de la aeronáutica que merezca ser recordado, salvo, tal vez, los tenaces y vanos intentos de un carpintero del siglo XVII llamado Besnier, quien trató infructuosamente de conquistar el aire con un primitivo aparato de su invención consistente en cuatro alas de bisagra unidas por una varilla y accionadas por los brazos y piernas del inventor.

Surge el aerostato

Pero si bien hubo no pocos cientistas y aventureros con vocación de inventores en épocas anteriores a la Revolución Francesa que dieron muestras de una voluntad decidida de despegar de la madre tierra, sólo hasta comienzos del si glo XX no fue posible volar con máquinas más pesadas que el aire, gracias a los progresos de la técnica que al fin puso aquel sueño al alcance del hombre.

JOSEPH MONTGOLFIER, a cuya imaginación creadora se debe el aerostato
JOSEPH MONTGOLFIER, a cuya imaginación creadora se debe el aerostato

Sin embargo, el anhelo de volar era tan grande que el ser humano no tuvo paciencia para esperar el avance científico y buscó otros medios para elevarse. Fue así como la primera e increíble victoria del hombre sobre la gravedad tuvo lugar en Francia a fines del “siglo de las luces” con la invención del aerostato, 119 años antes de que los hermanos Wright lograran hacer despegar su tembloroso y rudimentario aparato desde las arenas de Kitty Hawk.

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