HISTORIA Y ARTE - EL MUNDO ROMANO: Mentalidad y pensamiento - 1ª parte
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Historia y Arte

EL MUNDO ROMANO

Mentalidad y pensamiento - 1ª parte


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Introducción

a configuración del carácter y de la mentalidad del pueblo romano fueron el fruto de diversas influencias. El punto de partida estuvo en la cultura y tradiciones etruscas, a lo que pronto se añadió la influencia griega, extendida por todo el Mediterráneo, y que se hizo más patente tras la conquista de la Magna Grecia. A todo ello se fueron sumando las tradiciones y costumbres de los diversos pueblos conquistados, y, ya en época del Imperio, la visión del mundo de los cristianos también dejó su huella.

Ahora bien, si es cierto que los romanos no fueron ajenos a ninguna de estas influencias, también lo es que este pueblo fue capaz de aglutinarlas todas y transmitir e imponer, después, una nueva mentalidad surgida como síntesis y caracterizada por su tendencia a lo práctico.

El espíritu práctico romano

Resulta evidente que no es posible forjar un imperio desde posturas idealistas y, si la ciudad de Roma fue capaz de transformarse en el más gigantesco imperio de la antigüedad occidental, fue en gran medida debido al espíritu práctico de sus habitantes. Ese tipo de mentalidad fue, sin duda también, lo que permitió a los primeros conquistadores adoptar con facilidad todo aquello que vieron útil en los distintos pueblos que encontraron en su camino.

A lo largo de trece siglos de historia resulta casi imposible encontrar una muestra cultural, de mentalidad o de costumbres que no esté marcada por ese sentido de lo práctico. Así la propia estructuración social y sus sucesivos cambios siempre tendieron a acomodarse a las nuevas realidades económicas o a las reivindicaciones de grupos capaces de presionar (plebeyos, clases enriquecidas, etc.).

Otro tanto puede decirse del ejército, en el que desde la simple dieta del soldado, compuesta de alimentos que no precisan preparación y se conservan bien (trigo, tocino, queso y vino), hasta su forma de reclutamiento, favorecida por el atractivo de lograr la ciudadanía, o su rigurosa organización, son un ejemplo de ese espíritu práctico según el cual, los soldados no sólo agrandaron las fronteras del Imperio, sino que actuaron como constructores de obras públicas o fueron auténticos romanizadores tras su licenciamiento al hacerse colonos de las tierras concedidas por el Estado.

Incluso la mentalidad religiosa, marcada por la superstición, dio muestras de un notable pragmatismo, no sólo al aceptar los dioses extranjeros (fundamentalmente griegos), sino al designar una divinidad a cada cosa o a cada actividad para sentir así la protección constante de los dioses.

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