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Historia y Arte
LA EUROPA DEL BARROCO
Economía y sociedad - 3ª parte
La economía del siglo XVII (continuación)
rancia también realizó, aunque más tímidamente, una política colonial que, inicialmente, quedó limitada a cierto comercio de pieles en la zona costera de Canadá y a sus pequeñas posesiones en las Antillas, donde los filibusteros practicaban la piratería con la aprobación del gobierno.
En el sur de Europa, mientras tanto, el comercio mediterráneo estaba en completa decadencia. Una larga serie de causas, de muy diversa índole, habían conducido a ese declive. El peligro de la piratería turca aún no había desaparecido por completo. Europa había dejado de interesarse por algunos de los productos con los que venecianos y genoveses habían traficado tan intensamente. Las pequeñas repúblicas italianas encontraron una difícil competencia en los Estados europeos que practicaban un mercantilismo proteccionista.
España estaba agotada por las deudas y a la falta del oro y de la plata americanos se sumaron las guerras internas (sublevación de Portugal y Cataluña en 1640 y Guerra de Sucesión en los primeros años del siglo XVIII). Pero, además, los responsables de la economía española tampoco supieron (o pudieron) buscar una nueva orientación al aprovechamiento de sus colonias. El área mediterránea, por otra parte, estaba bajo la influencia católica, cuya doctrina, condenadora de la usura y del préstamo con interés, consideró muchas prácticas de carácter bancario-mercantil, como indignas de buenos cristianos.
Para el caso de España podría añadirse también cierto carácter austero, de una nobleza que, por lo demás, era plenamente de "manos muertas" (la que considera que el trabajo es cosa de villanos y nada propio de hidalgos). Ahora bien, por encima de todas estas razones, estuvo el hecho de que el mundo europeo se había abierto al exterior a través del Atlántico y, como consecuencia, había descubierto la totalidad del planeta, con lo que el viejo eje del Mare Nostrum dejó de ser el único punto de mira de la expansión comercial europea.
La puesta en práctica de las teorías mercantilistas a lo largo del siglo XVII fue un factor que incentivó la industria y el comercio. La agricultura, mientras tanto, quedó olvidada por el centralismo administrativo de los Estados absolutistas, aun a pesar de que seguía siendo la actividad económica básica, que ocupaba a más del 70 por ciento de la población europea. Este olvido se produjo por varias causas y sus consecuencias supusieron un fuerte deterioro de la estructura social.
Los Estados necesitaron fuertes sumas de dinero para poder costear las continuas guerras y el comercio fue, sin duda, mejor sistema para conseguirlo que la agricultura. Por otro lado, gran parte de la nobleza propietaria de la tierra cobraba sus rentas en especie, con lo que las fluctuaciones del valor del dinero, frecuentes en el siglo XVII, no afectaban a su economía.
Conviene añadir que la población europea permaneció estancada, o incluso llegó a disminuir en países como España, Italia o Alemania, por lo que no se sintió la necesidad de aumentar las producciones agrícolas. Éstas fueron algunas de las principales razones por las que la agricultura no despertó el interés de los grupos dominantes y por las que el mundo rural se vio sumido en un completo abandono.