GEOGRAFÍA - PAÍSES: Suiza - 3ª parte
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Geografía

PAÍSES

Suiza - 3ª parte


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Historia

 finales del Paleolítico empieza la vida humana en el actual territorio suizo, que fue habitado más tarde por helvecios, instalados en las regiones meridional, central y noroccidental; por recios, en el actual cantón de los Grisones; y por otras tribus célticas repartidas en el resto del territorio. En el s. I a C las legiones romanas de Julio César se apoderaron del país. Durante la irrupción de los bárbaros, entre los ss. V y VI, se establecieron los alamanes y los burgundios en la llanura central y en el NE, mientras que en el sector occidental siguió predominando la población romano-céltica.

Dominado por los francos desde el s. XVIII, el país fue cristianizado. A partir de 1032 quedó integrado en el Sacro Imperio Romano Germánico, bajo el poder de los duques de Zähringen quienes favorecieron el desarrollo de las ciudades con el fin de contrarrestar a la nobleza. En 1218 Federico II recobró el feudo imperial y las ciudades pasaron a depender directamente de su Imperio. El nacimiento de la Confederación helvética se remonta al tratado de paz y cooperación que firmaron en 1291 los hombres del valle de Uri, la libre comunidad del valle de Schwyz y la asociación de los hombres del bajo Nidwalden, con el fin formar una Liga Perpetua capaz de defender sus respectivas libertades contra la amenaza de los Habsburgo.

En 1315, en Morgarten, la Liga consiguió sobre Leopoldo de Habsburgo una completa victoria: la fortuna militar de los suizos se anunciaba al mismo tiempo que su porvenir histórico, y una década más tarde el emperador tuvo que confirmar las libertades de los tres cantones. Cinco nuevos cantones se agregaron en los años siguientes: Lucerna en 1332, Zurich en 1351, Glarus y Zug en 1352 al igual que Berna en 1353. Gracias a la victoria de Sempach en 1386 contra las poderosas huestes de Leopoldo III de Austria, y a la de Näfels en 1388, la confederación de los ocho cantones se separó definitivamente de Austria. Los suizos consolidaron su íntima unión con los llamados convenios, que prohibieron severamente toda lucha particular y favorecieron el avance del movimiento democrático, otorgando una amplia autonomía a los cantones. A lo largo del s. XV la fuerza militar les permitió arrebatar territorios a los países vecinos. La solidaridad de la Liga les facultó para concertar la paz perpetua de Constanza en 1474, la cual puso fin más tarde a las apetencias expansionistas de Carlos el Temerario, duque de Borgoña.

En 1481 dos nuevas ciudades, Friburgo y Solothurn, fueron admitidas en la Liga, y se renovó por el Acuerdo de Stanz la promesa de mutua ayuda y asistencia, así como el compromiso de no intervenir en caso de insurrección de los súbditos. En 1501, después de que el emperador Maximiliano I reconociera la independencia de los cantones, se incorporaron a la Confederación Basilea, Schaffhausen y Appenzell. Los suizos participaron activamente en las guerras de Italia, pero la memorable derrota de la batalla de Marignano, en 1515, desalentó a los confederados en cuanto a su intervención política y militar en los conflictos europeos y les obligó a firmar con Francisco I de Francia, al año siguiente, la «Paz perpetua» de Friburgo, que constituiría uno de los orígenes de la neutralidad suiza.

En el s. XVI la Reforma, predicada primero en Zurich por Zwinglio y más tarde en Ginebra por Calvino, hizo inclinarse el país hacia el protestantismo, con excepción de cuatro cantones que permanecieron fieles a la religión católica, lo que desembocó en diversos choques armados. Mientras, en 1648, la paz de Westfalia que puso fin a la Guerra de los Treinta Años reconoció la independencia de los cantones suizos, en 1712 los acuerdos de Aarau trajeron a éstos la paz religiosa. A partir de entonces el país conoció una época de gran expansión económica, que consolidó la fama de la relojería suiza y permitió que algunas ciudades como Ginebra brillaran por su desarrollo cultural. A fines del s. XVIII, la fuerte influencia de la Revolución Francesa provocó un estallido revolucionario en Ginebra, que desembocó en 1798 en la proclamación de la República Helvética con capital en Lucerna.

La nueva república fue anexionada a Francia por el Directorio y se le impuso una constitución unitaria. Convertida en satélite de los designios napoleónicos, Suiza cayó en la anarquía y ya en 1803 la reacción federalista obligó a Napoleón a retirar sus tropas y restablecer por el Acta de Mediación la antigua organización federal de los trece cantones. Éstos, sin embargo, quedaron sometidos al Imperio hasta 1914. El derrocamiento del imperio napoleónico y la reunión del Congreso de Viena al año siguiente significaron la restauración de la independencia y el reconocimiento de la neutralidad perpetua de Suiza, cuyo número de cantones pasó a sumar 22.

En el s. XIX, el triunfo en Europa de las revoluciones burguesas dio fuerza a los liberales suizos para implantar constituciones de corte democrático en siete cantones y robustecer el poder federal. En diversas regiones surgieron disturbios entre los campesinos y ciudadanos a causa de estas reformas, y las luchas se enconaron con las disputas de carácter religioso. Para contrarrestar el avance liberal, los cantones tradicionales, con predominio católico y conservador, formaron la Liga de Sonderbund. Pero, ya en 1847, el ejército confederal, compuesto por unos 100 000 hombres al mando del general Dufour, obtuvo una amplia victoria sobre las tropas del Sonderbund y ocupó las tierras de los católicos. Al año siguiente, se adoptó una Constitución de corte liberal, que implantó una democracia semidirecta e hizo de Suiza un Estado puramente federal, estableciendo la capital en Berna. Desde entonces Suiza se consolidó como uno de los países más estables y pacíficos de Europa, apoyado en una economía sólida y en relaciones de franca cordialidad con los países extranjeros.

En 1874 la Constitución fue modificada, al reformarse el régimen militar mediante la organización de un ejército, y al adoptarse los derechos de referéndum. El trazado de los túneles de San Gotardo y del Simplón, a finales del siglo pasado, favoreció el comercio y la condición suiza de centro de comunicaciones entre los países de la Europa septentrional y meridional. A pesar de las dificultades de aprovisionamiento y de las tensiones surgidas entre las comunidades de habla fracesa y alemana a raíz de la Primera Guerra Mundial, el país mantuvo estrictamente su neutralidad, hecho que lo convirtió en refugio de exiliados, de artistas y revolucionarios. Al adherirse en 1920 a la Sociedad de las Naciones, el país obtuvo un nuevo reconocimiento a su neutralidad y fue excluido de participar en la aplicación de sanciones militares. Sin embargo, las obligaciones derivadas de la pertenencia a la organización se hicieron muy pesadas para los suizos, que decidieron abandonarla en 1938 y recuperar su neutralidad absoluta. Fiel a esta decisión, en los años posteriores a la Segunda Guerra Mundial, Suiza no intentó adherirse a las Naciones Unidas. Ha participado, en cambio, en las actividades de la Organización de Cooperación y Desarrollo Económico (OCDE) y en muchas de las organizaciones especializadas de la ONU. El papel humanitario de la Confederación ha continuado vigente, especialmente a través del apoyo acordado al comité internacional de la Cruz Roja.

Desde la década de 1960 su entrada en el Mercado Común ha sido motivo de numerosas polémicas. En junio de 1992 el país de los cantones solicitó su entrada en la Comunidad Europea, pero a finales de ese mismo año, en el referéndum para la integración en el Espacio Económico Europeo, los suizos se decantaron por mantener su tradicional aislamiento. En diciembre de 1994, los suizos se pronunciaron mayoritariamente a favor de una dura legislación contra el crimen y el tráfico de drogas, especialmente dirigida contra los inmigrantes ilegales. La policía obtuvo poderes especiales para expulsar a los inmigrantes sin documentación de residencia.

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