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Música

a música autóctona húngara se inició con los códices con notación musical, fechados entre el siglo XI y el XIII. Destaca la composición de Jakob von Lutich, Speculum musicae (s. XIV). La música profana tuvo un desarrollo paralelo al canto litúrgico. Las danzas húngaras, ungarescas, tienen su origen en el s. XVI. Con la burguesía la música experimentó un gran auge (s. XVII) mediante la formación de bandas y la popularidad de los bailes con acompañamiento de laúd. Simultáneamente, cobró fuerza la música folclórica, sobre todo las danzas típicas. 

El s. XVIII fue el del clasicismo europeo y la influencia de Haydn y Mozart. Llegaron numerosos músicos procedentes de Polonia, Eslovaquia y Alemania, cuya obra sintetizó elementos europeos y nacionales (Brahms se inspiró en los «verbunko» para la composición de sus Danzas húngaras, al igual que Berlioz y Schubert). El siglo XIX está dominado por Haydn.

En 1837 la creación del Teatro Nacional de Pest favoreció la composición de óperas (Ferenc Erkel). F. Liszt, aunque desarrolló su producción musical fuera de Hungría, es conocido como el fundador del sinfonismo romántico. Béla Bartók y Zoltán Kodály iniciaron su actividad compositiva a finales del siglo XIX. Ambos realizaron investigaciones sobre el folclore y se interesaron en la pedagogía musical. Bartók sintetizó diferentes influencias de raíz húngara, balcánica y francesa. Ferenc Lehár ganó fama mundialmente por su opereta La viuda alegre (1905). Después de la Segunda Guerra Mundial, se impuso la canción del movimiento obrero. La instrucción musical y la musicología alcanzaron un gran nivel (A. Fischer, L. Hernady, D. Kovácks).

Cine

La historia del cine húngaro arranca en 1896 con los pioneros Zsigmond y A. Sziklay, primeros en filmar imágenes de actualidad. Proyectograph fue la primera productora de películas. De 1901 es el título Baile (B. Zsitkovsku) y de 1913 Alma de prisionero (M. Kertész) y El jardín de las rosas de Alí (O. Damo). Alfred Deésy abordó temas sociales en su prolífica producción (Bajos fondos, 1917). Zoltán Korda es la primera figura de este período. Durante la primera república socialista de 1919 filmó Yamata y Ave Caesar.

La dictadura de Horthy estuvo dominada por una temática superficial y nombres ilustres (Korda, M. Kertész, B. Lugosi, B. Balázs) abandonaron el país. El cine sonoro se inició en los años 30, período floreciente para la industria (La marcha de Rakocki, de I. Székely; Flor del Tisza, de B. Bovary). Siguiendo la tónica dominante en Alemania, el cine húngaro llenó las pantallas de argumentos ajenos a los problemas de la sociedad. G. Radvanyi (Europa no contesta, 1941, y Hombres de la montaña, 1942) no se sumó a esta tendencia escapista que cambió después de la contienda mundial. El mismo Radvanyi filmó En algún lugar de Europa (1947) sobre el drama de los huérfanos de guerra.

En 1948 se nacionalizó la industria cinematográfica. Los argumentos trataban de reflejar la nueva sociedad mientras crecía una corriente de revisión del pasado con mirada satírica (Miska magnás, de M. Keleti, 1948). Matvi Ludas, de K. Nadasdy, fue la primera película en color. En los primeros años 50 se desarrolló una corriente próxima al neorrealismo italiano (F. Máriassy, L. Ranódy, Z. Várkony, y K. Makk). Los hechos de 1956 impusieron una baja en la producción que duró hasta 1963, fecha en que se daría a conocer Miklós Jancsó, el realizador más conocido del panorama cinematográfico húngaro y al que siguió una generación de nombres ilustres: I. Gyöngyössy, P. Zolnay, F. Kardos, M. Mészaros, S. Sára, F. Makk y, sobre todo, István Szabó.

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