GEOGRAFÍA - PAÍSES: Cuba - 5ª parte

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PAÍSES

Cuba - 5ª parte


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Arte

letra capitular En la época precolombina la arqueología distingue dos grupos de restos: los de la cultura de los Ciboney (unos 2000 años a C), que consisten en artefactos de piedra y concha; y los más recientes, de los Tainos, en cuyos yacimientos aparece una cerámica de paredes finas con decoración pintada, incisa o modelada. También se incluyen unas estatuillas rituales en madera, antroprofanas, y otros objetos litúrgicos

 La primera necesidad de los conquistadores fue erigir construcciones de defensa en el puerto de La Habana: elcastillo de la Real Fuerza (s. XVI), el castillo del Moro y el castillo de San Salvador de la Punta (construcciones realizadas por el italiano Juan Bautista Antonelli). La fortificación se completó en el s. XVIII con la fortaleza de San Carlos de la Caraña. La arquitectura doméstica del siglo XVI consistió en casas de madera con techo de paja, los bohíos, que se mantienen en la actualidad en zonas rurales. La primera construcción en piedra fue la Aduana de La Habana (1582). La falta de mano de obra y de buenos materiales, salvo la madera, favorecieron la adopción de técnicas y formas mudéjares (artesonados, rejas y celosías, balcones y balaustradas); en este estilo se realizó el convento de Santa Clara (1638-1644).

La conquista británica de La Habana marcó el inicio del Barroco cubano; al restablecerse la soberanía española (1762), se elaboró un plan de urbanización en torno a cuatro plazas: la plaza de las Armas, la de San Francisco, la Nueva y la de La Catedral. El Barroco cubano se caracteriza por la sobriedad decorativa y el abundante uso de la madera, así como por la falta de una tradición indígena; como ejemplos, cabe citar la iglesia de San Francisco, el Convento de San Francisco de Paula y la catedral de La Habana, así como la Casa de Correos y la Casa de Gobierno. También en Santiago y Camagüey se hicieron edificios mudéjares y barrocos.

La arquitectura cubana del s. XIX careció de personalidad. La obra más interesante, la catedral nueva de Santiago, se construyó en un puro y arcaico barroco. En 1922 se sustituyó su fachada por una renacentista. A partir de 1902, La Habana se convirtió en una ciudad moderna, con grandes avenidas y barrios residenciales de gran eclecticismo arquitectónico. La arquitectura cubana recuperó su vitalidad tras la revolución, aunque con un cierto desfase entre los proyectos y la realidad socioeconómica del país. Se pueden citar el conjunto de escuelas de arte de La Habana, obra de Ricardo Porro, Vittorio Garatti y Roberto Gottardi, quienes han procedido a la exaltación de ciertos valores simbólicos, como ejemplifican las alusiones eróticas en las cúpulas de la Escuela de Artes Plásticas.

La Ciudad Universitaria, construida por José Fernández, inicia una nueva concepción; ésta se manifiesta también en el conjunto residencial de Manicaragua, donde Fernando Salinas usó diversos elementos prefabricados. El desarrollo de la pintura y la escultura cubana es relativamente reciente; en 1910 se estableció la Asociación de escultores y pintores, bajo el impulso de Víctor Manuel. Eduardo Abella fue un pintor de campo que practicó también la caricatura política, mientras que Marcelo Pogolotti se interesó en la vida urbana y social. Desde 1937 Abella formó la Escuela libre de pintura y escultura, donde dejaron su huella los hermanos Mariano y René Portocarrero, quienes exaltaron la línea y el color. Wilfredo Lam realizó en su pintura, calificada de surrealista mágica, la síntesis entre las raíces negra, hispánica y china. Su equivalente en escultura fue Augusto Cárdenas, creador de grandes tótemes hieráticos en madera pulida. De gran interés en la Cuba castrista es el arte del cartelismo, político o cultural.

Música

Los elementos fundamentales de la música popular cubana son africanos, tanto sus ritmos, el típico cuiquillo, como en los instrumentos: conga, maraca, tumba, clave, etc. También la mayoría de los bailes tienen el mismo origen (como la conga), o tienen fuerte influencia negra (bolero, danzón, rumba, son). la influencia española es patente en la guajira, la guaracha o el pemto. Al estudiar los vestigios precolombinos, los musicólogos sólo han podido aislar una forma auténtica ajena al mestizaje: el areito. Este areito taíno fue utilizado por los misioneros en la liturgia.

Durante el s. XVI la música religiosa se basó exclusivamente en la escuela sevillana, por orden expresa del obispo de Santiago de Cuba. La llegada masiva de negros a la isla revolucionó el panorama musical. De finales del s. XVII son las primeras noticias del son cubano, de estructura responsoria, que los cubanos consideran el origen de toda la música caribeña actual (salsa, merengue) , y tratan de convertir en una fuente de divisas, denunciando amargamente que el bloqueo que sufre Cuba les ha privado del honor y de los ingresos que merece su música. Cuba es uno de los países latinoamericanos con mayor tradición de música culta.

Durante el s. XVII se desató una fructífera rivalidad musical entre La Habana y Santiago, especialmente entre las respectivas capillas catedralicias. Recientemente, Alejo Carpentier ha recuperado las obras del considerado primer compositor cubano, que fue Esteban Salas y Castro (muerto en 1803), a quien se considera emparentado musicalmente con Pergolesi. En 1811 Joaquín Gavira y Rondon inició la tradición de tríos clásicos.

Durante el s. XIX nació el teatro bufo, con personajes típicos (monteros y guajiros), y evolucionaron las tradicionales danzas y bailes de salón. Extraordinario éxito alcanzó la zarzuela y la ópera, y se profundizó en el estudio del afrocubanismo. Saumell fue el iniciador del nacionalismo musical cubano, y Nicolás Ruiz Espadero del Romanticismo. Hitos del s. XX han sido las obras de Amadeo Roldán y Alejandro García Caturla, la fundación de la Orquesta Sinfónica de La Habana y la de la Filarmónica, así como la creación del Grupo de Renovación, por José Ardévol, donde se han formado los valores de la música contemporánea cubana.

Cine

La primera proyección cinematográfica en Cuba la realizó en 1897 Gabriel Beyre, agente de los Lumière, quien, además, rodó un documental sobre los bomberos de La Habana, titulado La extinción de un fuego. Hasta la revolución de 1959, la industria del cine cubana se supeditó a la de Estados Unidos.

En 1913 Enrique Díaz Quesada filmó el primer largometraje, Manuel García --biografía de un célebre bandolero--. Hasta 1930 se realizaron largometrajes melodramáticos, de buen nivel técnico, pero escaso interés temático. El primer filme sonoro llegó en 1937 con La serpiente roja, obra de Ernesto Caparrós. En la década de los años 40 se copiaron masivamente las comedias y melodramas mexicanos y argentinos; sólo destacó Manuel Alonso (Siete muertes a plazo fijo, 1949). Tras la revolución, se prestó atención al cine como elemento didáctico y de movilización. Intelectuales como Guillermo Cabrera Infante y Néstor Almendros habían creado la distribuidora Cinemateca de Cuba.

El 23 de marzo de 1959 se creó el ICAIC (Instituto Cubano del Arte y la Industria Cinematográfica). Se realizaron cortometrajes como La vivienda y El sexto aniversario (de Julio García Espinosa), y Esta tierra es mestiza (de Tomás Gutiérrez Alea). En el recién creado instituto se formaron realizadores influidos por el neorrealismo italiano. Bajo esta corriente, Espinosa dirigió el largometraje Cuba baila, y Alea realizó Historias de la Revolución. También en el cortometraje se formaron los mejores técnicos.

En 1961 se nacionalizaron las compañías americanas y se invitaron a numerosos realizadores extranjeros, como a Agnes Varda (Salut les cubains) o a Mijail Kalatozov (Soy Cuba); a raíz de estas visitas se emprendieron coproducciones en países del Este. La restructuración económica de los años 60 y 70 obligó a cambiar cantidad por calidad: surgen filmes como Manuela, de Humberto Solás (1967), o Guantánamo, de José Massio (1967). Dos obras cumbres de este cine comprometido o mambís (mambises eran los independentistas del s. XIX) fueron, muy especialmente, La primera carga al machete, de Manuel O. Gómez (1968), y Memorias del subdesarrollo, de Alea (1968). Capítulo aparte merece el documentalista Santiago Álvarez (Hanoï, martes 13 --1967--, De América soy hijo y a ella me debo --1973--). En los últimos años se ha añadido a la prospección histórica (La tierra y el cielo --M. O. Gómez, 1976--, La última cena --T. G. Alea, 1976--), acercamientos a la realidad contemporánea (Girón --Manuel Herrera, 1972--, El hombre de Maisinicú --Manuel Pérez, 1973--), e incluso el debate abierto (Ustedes tienen la palabra --M. O. Gómez, 1974--). Se puede considerar a la industria cinematográfica cubana como la más potente de Latinoamérica.

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