Malgasté mi tiempo, ahora el tiempo me malgasta
a mí.
Es amor bien pobre el que puede evaluarse.
Nada envalentona tanto al pecador como el
perdón.
Cuando llega la desgracia, nunca viene sola,
sino a batallones.
La mente del hombre es de mármol; la de la mujer
de cera.
El cansancio ronca sobre los guijarros; en tanto
que la pereza halla dura la almohada de pluma.
No hay quien sea enteramente inaccesible a la
adulación, porque el hombre mismo que manifieste
aborrecerla, en alabándole de esto es adulado con
placer suyo.
Las valiosas presas convierten en ladrones a los
hombres honrados.
La dulce piedad es el símbolo de la verdadera
grandeza.
La compasión es la virtud de los reyes.
El que gusta de ser adulado es digno del
adulador.
El traje denota muchas veces al hombre.
El que muere paga todas sus deudas.
Hasta la propia virtud se convierte en vicio
cuando es mal aplicada.
La sangre joven no obedece un viejo mandato.
En un minuto hay muchos días.
Asume una virtud si no la tienes
Jamás viene la fortuna a manos llenas, ni
concede una gracia que no haga expirar con un revés.
Los amigos que tienes y cuya amistad ya has
puesto a prueba, engánchalos a tu alma con ganchos
de acero.
Duda que sean fuego las estrellas, duda que el
sol se mueva, duda que la verdad sea mentira, pero
no dudes jamás de que te amo.
Si no recuerdas la más ligera locura en que el
amor te hizo caer, no has amado.
El sabio no se sienta para lamentarse, sino que
se pone alegremente a su tarea de reparar el daño
hecho.