Santo Domingo de Guzmán fue el ilustre fundador de la Orden de los Predicadores, pertenecía a la noble familia de los Guzmanes y vino al mundo en Caleruela (Obispado de Osma-Castilla la Vieja o tras la instauración del mundo de las autonomías Castilla-León).
La pobreza, de la que en la piel de toro nunca faltó, le preocupó siendo muy joven; se cuenta que siendo estudiante ya vendía sus libros para, con lo que conseguía, dedicarlo a las obras de caridad hasta que a los veintidós años se fue a Francia para combatir lo que en su época se conoció como “la herejía albigense” (si van por Albi no se pierda una visita a su famosa catedral de ladrillo rojo u obra vista como dicen ahora) y, descorazonado ante los escasos progresos, pidió ayuda a la Virgen; esta le entregó un rosario y un ruego: propagar su devoción.
Logró tantos éxitos que para que tuvieran continuidad acabará fundando la Orden en el lejano 1216, fue aprobada por el Papa Honorio III. Partiendo de los principios fundamentales de la Regla de San Agustín, la Orden de Santo Domingo encontró en el equilibrio entre contemplación y acción su propia especificidad, la comunión fraternal y la predicación itinerante.
Fue en Bolonia donde surgieron los dos primeros conventos dominicanos y en uno de ellos fue en donde pasó sus últimos días cuando, extenuado, acudió Santo Domingo, allí eligió refugiarse poco antes de expirar el 6 de agosto de 1221, rodeado del calor de sus hermanos en la fe.
La canonización le llegó el 3 de julio de 1234 por parte del Papa Gregorio y el 17 de noviembre de 2016, el correo del Vaticano le dedicaría un sello celebrando los ochocientos años de su presencia activa entre los más desfavorecidos. El efecto tiene un facial de 0,95€ [¡Cómo suben las tarifas!] en impresión offset y formato minipliego de diez sellos diseñados por Marco Ventura que representa el perfil a medio busto de un fraile dominico con su típico hábito blanco y negro [que me devuelven a mi infancia feliz cuando, puntuales como un reloj suizo, acudían a la era en busca de las donaciones en especie que año tras año les entregaba mi padre] que significan pureza y castidad, renuncia y penitencia.
El diseño se complementa con dos iconos asociados a Santo Domingo desde siempre: la estrella de ocho puntas (aparecida a la nodriza del neonato Domingo en el momento del bautismo) símbolo de iluminación, sabiduría y predestinación; y el perro con la antorcha simboliza la fidelidad de los frailes predicadores (Domini Canes = Perros del Señor) y de la difusión de la palabra de Dios.
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JUAN FRANCO CRESPO
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