HISTORIA POSTAL MODERNA: ¿QUO VADIS CORREOS?

A raíz de ciertas diferencias con el tratamiento del servicio postal universal -a veces más de seis semanas sin recibir correo- estuvimos elaborando, durante varios años, las estadísticas con información pormenorizada que acaban en los despachos de algunas de las empresas que realizan seguimiento postal. Esta estadística proporciona abundante información sobre la realidad del correo en nuestros días y el futuro de la filatelia, al menos en sello usado, que cada vez se ve más negro. El material una vez realizada la recogida de datos se distribuye electrónicamente a destinatarios relacionados con la posta y medios de comunicación radiofónica que evalúan la calidad (o no) de los correos en todo el mundo.

Ciertamente, España, a pesar de lo que quieren vendernos los prebostes postales del Parque de las Naciones, no suele salir bien parada y Bruselas suele sancionar a nuestro correo con relativa frecuencia. No importa: pagamos todos y, de paso, el comisario encargado de la materia postal tendrá trabajo asegurado a costa de los quijotes ibéricos que, imperturbables, siguen en sus trece.

Uno de esos males endémicos, era la falta de distribución del correo (de acuerdo con la ley actual de prestación del servicio de correo universal, se debe repartir la correspondencia al menos cinco veces por semana) y la constante pérdida de los envíos y, en mi caso, estoy hablando de lo que se puede controlar: correspondencia certificada, la ordinaria asumimos el riesgo de que pueda perderse a pesar de pagar una tasa que obliga a la prestación de un servicio tan sencillo cómo hacer llegar al destino la pieza postal correspondiente. Para los certificados dispones de un tiempo para reclamarlos pero ¡Ay!, generalmente, te aplican un “silencio administrativo” que clama al cielo.

Ante tales actuaciones acabé llevando las quijotescas respuestas del responsable de atención al cliente, que se sacudía las “pulgas” con coletillas dignas del Dr. Thebussem. Pacientemente, casi una década fue necesaria para hacer valer los derechos del usuario, recopilando los escritos, se formó un “dossier” que en su conjunto ocupó casi mil hojas desde que se inició la primera reclamación. Correos, estoicamente, ni se inmutaba. Fue puesta la correspondiente reclamación ante el Defensor del Pueblo [otro fiasco] éste se limitó a remitirnos un escrito que reproducía lo que Correos decía sin más, o sea: ni se molestaron en tratar de averiguar qué estaba pasando.

El sistema continuaba toreando al usuario [perdón ahora nos llaman clientes]. Entonces subí el escalón: dossier al Ministerio de Fomento que, evidentemente, en sucesivos escritos y réplicas, trataba de evitar lo inevitable: abonar las indemnizaciones que no eran imputables al usuario [que una vez entrega los envíos al correo carece de poder sobre el certificado que entra en la red postal y que debe de entregarse al destinatario o devolverse a origen tal y cómo está recogido en el Reglamento de la UPU, aunque se le haya añadido un supuesto que no tiene desperdicio, imaginamos, fruto de alguna mente “fantástica” del correo español para poder tener un asidero al que acogerse ante la terrible realidad de un correo tercermundista e inseguro, como el nuestro, por obra y gracia de un tipo de personal que no tiene ni la más mínima ética a la hora de ponerse a custodiar los documentos que se le confían, no se entiende, desde fuera, cuanto acontece en lo que antaño fue un servicio ejemplar] sino al personal de Correos. Justo cuando preparaba la visita al comisario en Bruselas se logró cerrar el contencioso, llegaban los giros abonando las reclamaciones que, en algunos casos, no habían superado la oficina provincial.

El 11 de marzo, a las 7 de la mañana, era sustituido de su cargo como jefe y trasladado a Reus; dicen, las malas lenguas, que se esfumaron varios miles de euros y otros asuntos relacionados con el constitucional respeto a la inviolabilidad de la correspondencia, su transmisión y entrega. Ha sido casi una década negando la realidad que, tozuda, siempre acaba por salir a flote. Esta misma semana saltaba a la prensa el asunto del responsable de una estafa millonaria por parte de otro empleado de correos en la provincia de Cáceres (y los casos que no llegan a conocerse porque son tapados por el sistema en el que asumir responsabilidades parece estar mal visto y colocamos a irresponsables en lugares que se requiere no sólo un tacto para tratar el público, sino una ética intachable por el grado de responsabilidad que exige la prestación de un servicio tan sensible como el de las comunicaciones, aunque, deben pensar que, como se controla todo lo que se habla por la telefonía móvil, hacer lo propio con la correspondencia debe formar parte del sistema en el que estamos inmersos y que nos hace retrotraernos a épocas pretéritas en las que de vez en cuando, algún paquete te llegaba con un sello estampado en verde en el que se indicaba que había sido abierto por la aduana de acuerdo con la legislación del momento). Menos mal que, la seudo privatización postal, nos iba a dejar el mejor servicio de correo del mundo.

Por supuesto, los problemas no se han solucionado y, al menos media docena de envíos procedentes del extranjero han llegado hasta la oficina de destino y, cual Houdini, se han volatizado. ¡Veremos que nos dice el responsable de atención al cliente! Ahora nos informamos con nuestros corresponsales electrónicamente y escaneamos las cubiertas de los envíos antes de confiarlos al correo. En muchas ocasiones esos envíos, filatélicamente hablando, son joyas de la filatelia que enorgullecen a los coleccionistas, pero no siempre llegan intactas ya que los desaprensivos [a veces] les arrancan los sellos, destrozando la pieza y las estampillas sustraídas no sirven para nada ya que han perdido, en la mayoría de casos, papel o han quedado dañadas.

Veamos el tráfico postal que se desprende de la pormenorizada estadística del 2009:

 

Correspondencia recibida

1.386

Correspondencia franqueada con sellos

233

Correspondencia certificada

98

Días que se realizó reparto domiciliario

190

Días reales que debería haberse repartido el correo

255

Días que no hubo reparto a pesar de lo que dice la ley postal

65

Días festivos (sábados, domingos y otros posibles)

110

 

Números estadísticos que, como todo número, son de carácter frío, pero nos dicen claramente que el promedio diario de correspondencia recibida era de siete envíos (con lo que difícilmente podemos considerar que haya más de dos meses acumulados sin reparto, o lo que es igual: el correo se ha repartido una o dos veces por semana, por lo que se ha producido retención de correspondencia de manera arbitraria y entraríamos de lleno en la contradicción de lo que marca la ley y el reglamento UPU, además el correo es una contraprestación tras el abono de las tasas correspondientes que, en algunos casos, se multiplicaron de manera exponencial desde que se implantó el euro, lo que nos da otra paradoja, a pesar de los ingentes recursos que se destinan, el resultado final continúa siendo nefasto puesto que falla uno de los pilares: el que representa el final de la cadena, el que mantiene el contacto directo con el  público) matemáticamente es imposible se dieran días con 0 envíos para repartir.

Que la correspondencia con sellos es menos del 20% (estamos hablando de un aficionado a la filatelia, por lo tanto, que no se conforma con el clásico cuño de “franqueo pagado en oficina” y que franquea y recibe su correspondencia con sellos; de ese porcentaje más del 10% de los envíos son cartas franqueadas filatélicamente para obtener marcofilia conmemorativa de diferentes administraciones postales para mis temas centrados en el mundo de la radio o España en el mundo, por ejemplo). O sea, uno de cada diez envíos estaría siendo franqueado, mientras que año tras año nuestro correo aumenta el número de sellos y el valor facial sin que éstos estén a la venta en el correo o la venta sea muy restrictiva y si lo pide expresamente el usuario (por lo tanto, por mucho que ahora financien muestras filatélicas, resulta que ya no tenemos coleccionistas: lo mismito que pasó en los Estados Unidos donde cada año se destinan varios millones de dólares a tratar de fomentar el coleccionismo entre los escolares, pero si las cartas viajan sin sellos ya me dirán cómo fomentamos esa afición, pues los primeros coleccionistas se forman precisamente en la edad escolar cuando el niño tiene esa pasión innata por guardar “cromos” y los sellos, en ese momento, lo son para él, pero necesita verlos en las cartas que llegan a casa y que son las que despertarán esa pasión por el papel dentado).

Que un porcentaje significativo (20%) de los envíos llega sin ninguna marca postal (ni matasellos ni indexado) con lo que nunca se sabe qué vía siguió hasta llegar al buzón del destinatario.

Que en muchos casos la juliana del centro de tratamiento postal automatizado de Madrid difiere -a veces más de cinco días- respecto a la entrega al destinatario que, teóricamente ha de realizarse en 24 horas. Sin marcas del paso por Correos, supongo [deben pensar los prebostes postales] “salvan la cara” y repartimos cuando nos parece bien, no lo que marca la ley.

Que algunas misivas llegan sumamente retrasadas de acuerdo a lo teóricamente deseable desde que se cancelan hasta que aparece en casa del destinatario. ¿Dónde está el “cuco” que provoca el “desajuste”? ¿Era el cesado o el que hace años se jubiló para evitar la investigación? ¿Por qué cuando hay incidencias no se le aplican a los pliegos correspondientes el cuño que certifica tal acontecimiento? ¿Por qué la correspondencia filatélica tiene que padecer la pandemia de unos empleados indeseables?  ¡Fácil: los sellos exóticos llaman la atención y de ahí a su pérdida! ¿no es robo y falta de celo en la prestación del servicio?

En definitiva el mismo correos nos está diciendo que no tenemos derecho a emplear nuestro tiempo en lo que nos cultiva y nos forma porque -el exotismo- llama la atención y, si llamamos la atención, estamos provocando al “granuja” de turno que aprovechará el momento. Ergo: somos nosotros los responsables y, no CORREOS como el encargado de atención al cliente, quiere hacer creer al usuario, al Defensor del Pueblo y al mismísimo Ministerio de Fomento. Y ahora algunas piezas que ilustran el constante deterioro del servicio, no sólo en España. 

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Tarjeta postal matasellada el 17.12.2009 con 99c en Michigan (Estados Unidos), la oficina la devuelve al remitente añadiendo a mano que la tarifa es de 98c y que le faltan 23c; el remitente la presenta al correo que viendo el desaguisado del empleado la vuelve a cancelar, ahora con dos cuños en rojo, aunque no se detecta claramente la población, se tacha el indexado con lápiz fuerte negro y el código postal ya que fue a parar [¡Como tantas veces!] a una población de New Jersey con el mismo código numérico [recordemos que las máquinas son máquinas y cuando te han indexado ya no hay remedio y viajas hasta donde te han asignado esas barritas fosforescentes que a veces nos encontramos en los sobres]. Ya han dejado de aplicar el matasellos al dorso que nos permitía tener documentada una incidencia y el motivo del retraso en la entrega. Consecuencia, un empleado que no sabe de tarifas y tampoco sabe sumar, produce un imperdonable retraso, aunque eso sí nos dejó un texto manuscrito para esta pieza postal a la que también le aplicó otro cuño lineal para recordar la tarifa o el franqueo faltante, pero en realidad inicialmente tenía 1 centavo de más.

 

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Pieza despachada con motivo del servicio postal extraordinario con motivo del 160 aniversario de la estancia de Garibaldi [era este el nombre de los voluntarios italianos en nuestra incivil guerra del 36] en la República de San Marino. Salió de Tivoli el 3.09.2009, respaldo de llegada a destino el 4.09.2009 y, cómo se pedía en la misma dirección del anverso, debía devolverse al remitente -en destino se le aplicó la marca correspondiente DEVUELTO AL REMITENTE- pero la restitución de la pieza, violada -abierta-, se realizaba el 17.03.2010, justo la semana en la que cesó el responsable de la oficina de entrega final en el correo español. Esa misma semana llegaron, de una tacada, tras el fulminante cese, una treintena de envíos.

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Carta cancelada el 16 de octubre de 2009 en la administración principal de Brades (Montserrat) y llegada a destino el 15.01.2010. En la era de las comunicaciones inmediatas una carta por avión desde el Caribe a Europa ha superado los tres meses, el avión debía ser de papel o de esos que hoy utilizan los correos para abaratar costes acumulando en los hangares la correspondencia hasta que hay un volumen considerable. El indexado en Madrid indica al dorso su paso por el centro de tratamiento postal automatizado el 13 de enero, por lo que el retraso no sería achacable al correo español. ¿Dónde estuvo? Sin marca alguna es imposible extraer la posible explicación al caso. Otra incógnita de las muchas que se producen en el mundo del correo.

 

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Carta depositada en la empresa de mensajería que realiza el reparto, mayoritariamente, de los documentos bancarios: 12.01.10 y depositada en mi buzón el 20.01.10. ¡Ocho días para hacer algo más de medio centenar de kilómetros desde Vilafranca del Penedés a Valls! El correo privado no es mucho mejor que aquél al que trata de desplazar y esa es una tónica habitual en las misivas que le confían a la empresa que realiza ese reparto en mi población. Mi experiencia, cuando alguna vez tuve que confiar en la mensajería urgente fue tan nefasta que nunca más realicé envíos por este medio, diez veces más caro y la entrega en 24 horas se convirtió en 10 días ¡Chapeau, así se compite!; al margen de que alguna paquetería que me llega, a veces, hay que desplazarse hasta Tarragona para recogerla: en lugar de facilitar las cosas, las complican. Las privatizaciones no nos aseguran un servicio universal de calidad, al contrario, nos complican la vida. En más de una ocasión correspondencia de las mensajerías dejada en el buzón hay que repartirla en los de los vecinos, o sea: chapuzas por todos lados.

 

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Piezas del siglo XIX, de Barcelona a Valls, no había prisas pero entre la fecha de salida y llegada no han pasado 24 horas. Entonces el correo era sagrado y a pesar de los escasos medios, efectivo. De esa manera el cartero repartidor no podía escudarse en las quijotescas disquisiciones para justificar lo injustificable. Los empleados actuales quieren hacer creer que al no haber matasellos no hay fecha. Si tenemos código indexado, esa realidad les delatará y se sabrá el paso de la misiva por el centro de clasificación postal de referencia.

Por ejemplo, recogiendo el indexado de la pieza número 3 procedente de Montserrat (Caribe) aparece 28180131642 tendríamos que la carta pasó por Madrid 28 (los dos primeros dígitos), que la máquina que procesó la pieza fue la 18 (dos siguientes dígitos), la fecha de entrada en la clasificación postal automatizada 013 (los tres siguientes dígitos) que es la juliana, en este caso se trataba del 13 de enero. Según este calendario los días van numerados del 1 al 365 así que será fácil saber el correspondiente al día de paso teniendo un calendario a mano. Finalmente nos encontramos los últimos cuatro dígitos: 1642 que sería la hora en que la máquina procesó el citado envío. En este caso, teniendo en cuenta el compromiso de calidad del correo español que es de 24 horas, debería haber llegado el 14, pero lo hizo el 15, aún dentro del porcentaje aceptable por todas las administraciones postales que integran ese compromiso -no todo el mundo está adherido al mismo-. A veces, tras los cuatro dígitos de la hora, suele aparecer un grupo de 3 números que sería el correspondiente al de la pieza que ha procesado la máquina y otras las siglas IPC que creemos corresponderían a INTERNATIONAL POSTAL CENTER, aunque ese término no lo demos por exacto pues está sin confirmar.

 

Así que ya lo sabe, que no le vengan con “milongas” cuando quieran venderle la moto del retraso injustificable. Si hay indexado -en mi caso un 20% de los envíos recibidos en 2009 carecía de él- puede desmontar fácilmente la absurda explicación del empleado de turno. En caso de reclamación documente al máximo sus quejas [en Correos que sólo necesita el resguardo del envío, pero sea estricto en las fechas, un día de retraso respecto a la fecha marcada legalmente por los reglamentos y, con toda la razón del mundo, ya no darán curso a la misma] y por pura lógica, no se conforme cuando el departamento de atención al cliente que está para “sacudirse las pulgas” trate de evitar la propia responsabilidad del servicio postal. Si un envío no llegó ni se devolvió, hay que recibir una mínima compensación económica [en muchos casos el usuario descubrirá que a veces no llega ni a cubrir el coste del franqueo del envío, por lo que el enfado suele ser mayúsculo o que a veces no se hacen responsables del “expolio” sufrido por el envío; en fin hay casuísticas para todos los gustos].

Tome su tiempo y redacte, argumentando, su queja que deberá dirigirla al Defensor del Pueblo [que seguramente tampoco le hará caso, pues suele limitarse a reproducir casi de forma idéntica, la versión dada por el responsable de atención al cliente, la supuesta “investigación” se acaba con unos meros escritos dignos de las historias de Groucho Marx cuando explicaba aquello de la parte contratante de la primera parte]. Entonces todavía le queda elevar su queja al Ministerio de Fomento que, obviamente, también tratará de darle carpetazo. Si todavía le queda paciencia, acuda directamente al comisario europeo para asuntos de correos en Bruselas que estará encantado de tramitar las quejas de los usuarios españoles y de sancionar, una vez más, al correo o empresa postal que haya incumplido alguno de los preceptos que rigen las comunicaciones postales de nuestro tiempo, aunque tendrá que armarse de paciencia pues en todos los estamentos tratarán de que el reclamante tire la toalla. De las Juntas de Consumo que se han montado las autonomías ya hablaremos en otro momento, pero no resultan ser mediadores efectivos y, suelen replegarse, a la más mínima a la versión “oficial” por injustificable que sea ¿intervendrá aquí el hecho de que todos son del mismo palo, políticamente hablando, y que entre lobos nadie se muerde?

Uno llega a pensar que tenemos un sistema en donde se fomenta el pasotismo más descarado en lugar de aplaudir a los ciudadanos que les presentan las quejas y, por lo tanto, les facilitan el camino para solucionar algunos desajustes como el que teníamos aquí. Si hubieran hecho los deberes se habrían ahorrado una década de problemas con los usuarios y el descrédito que comporta cuando toda la población se entera de un cese “poco honroso” aunque hoy esté bien visto eso de “meter la mano” y después de unos años en una confortable “chirona” vuelvas a la normalidad como nos han dado a conocer, hasta la saciedad, los medios de comunicación con el final de la pena del honorable ex director general de la Guardia Civil Sr. Roldán.

Podemos suponer que este típico comportamiento del sistema es una de las formas que tienen para ocultar la cruda realidad y hacer bajar las estadísticas, descafeinarlas y que las calificaciones ISO se conviertan en un simple cromo que adorna las oficinas pero de dudosa rigurosidad. Aquí entraríamos de lleno en la máxima tan popular del “que paga manda” porque no se entiende que en los vestíbulos del correo se cuelgue el citado cartel de calidad cuando los usuarios habituales del servicio saben que lo certificado por la compañía auditora (que se embolsa sus buenos euros por el informe) no es real a poco que se siga de cerca el proceso de transmisión y entrega de los envíos. Bastaría con divulgar los estudios de calidad de las empresas y los panelistas -algunas piezas viajan con un microchip no detectable por el común del personal pues va colocado de manera similar a algunos títulos de transporte que son de plástico y el “chip” no es visible al ojo humano aunque sí lo lee la máquina correspondiente- que sí disponen del decodificador correspondiente y que, llegado el caso, detecta en donde está el envío y si el mismo va en tiempo real o retrasado. Las comunicaciones de nuestro tiempo avanzan una barbaridad y algunos “curritos” del correo español pretenden insultarnos con sus insolencias. Cada semana descargo electrónicamente el lector en la web de la empresa que recoge los datos, la semana que no lo he descargado, a primera hora del lunes ya tengo en el correo electrónico el aviso de la falta de información correspondiente a esa semana. Parafraseando al apóstol de la emancipación norteamericana:

“Se puede engañar a parte del pueblo parte del tiempo; se puede engañar parte del tiempo a parte del pueblo; pero no se puede engañar a todo el pueblo, todo el tiempo”.

Aunque parece que aquí [y ahora] hemos olvidado nuestro pasado inmediato y nos estemos cargando, de golpe, lo que tanto trabajo costó montar por obra y gracia de los “cucos” de turno parapetados en suntuosos despachos y disfrutando de unas prebendas que ya les gustaría al común de los mortales. Parece que no interesa que la cosa funcione y por eso vamos colocando a los más ineptos para que no molesten a los que están en el sillón más inmediato. ¡Así nos va!

 

JUAN FRANCO CRESPO
lacandon999@yahoo.es

Un comentario:

  1. Este artículo que haz posteado está muy interesante sigue así.

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