HISTORIA POSTAL: EL MENSAJERO DE LINDAU

El sello, a pesar de su pequeñez, no deja de sorprendernos con episodios de la historia que no siempre se recogen fuera del estricto marco geográfico en el que tienen lugar. Este sería el caso de esta peculiar emisión en la que participan cuatro servicios postales del área germánica (Alemania, Austria, Liechtenstein y Suiza).

Se trata de la emisión de un facial de 1.40 francos que inició su andadura postal en el liliputiense Liechtenstein. Honra la historia del Mensajero de Lindau [orillas del Lago Constanza] y que funcionó del XIV al XIX en una ruta postal que desde esa ciudad se extendía por los Alpes hasta la italiana Milán.

La emisión ha rescatado documentos históricos que tratan de llevarnos a aquella época donde, curiosamente, el servicio postal era más rápido que en pleno siglo XXI cuando, a veces, las cartas llegan con varios meses de retraso [antes esto era un placer ya que los servicios postales iban aplicando marcas o matasellos al dorso, ahora como mucho, tenemos trazas de los indexados anónimos que no siempre son descifrables, sobre todo, si no llevan el código alfanumérico que generalmente imprime al dorso de las piezas la máquina automáticamente].

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La emisión se realiza en hojas de ocho ejemplares y cuatro viñetas sin valor postal que representan una gráfica de la orografía de la ruta que se inicia a unos 400 metros sobre el nivel del mar y alcanza la cota máxima en Splügen ( 2113 metros ) y de nuevo va bajando hasta llegar a Milán a apenas un centenar de metros. La ruta se cubría con diferentes medios y se cree comenzó a tener una regularidad en las postrimerías del siglo XV. El trayecto se efectuaba en apenas cinco días y medio que se extendían con el mal tiempo donde, la nieve y el hielo básicamente, dificultaban el tránsito de las personas y los animales, especialmente en la montaña.

Lindau y Milán constituían, entonces, dos importante focos de comercio y devinieron en plazas esenciales a la hora de los intercambios mercantiles en toda la zona y se acaban consolidando como dos puntos de vital importancia para el transporte interregional. En la misma se comerciaba con todo tipo de mercancías, especialmente textiles, frutos exóticos, armas, etc. Según el sentido del viaje, así era también la carga que realizaban; el transporte básico se realizaba con mulas y, evidentemente, la carga estaba condicionada a la cantidad de animales que emprendían la ruta, aunque por lógicas limitaciones, el mensajero, usualmente partía con un par de animales de carga y en solitario.

Fue a finales del XVI cuando el mensajero comenzó a admitir a intrépidos viajeros, uno de los más famosos de entre todos los que emprendieron la ruta fue Johan Wolfgang von Goethe que atravesó los Alpes en la denominada “diligencia de Lindau” en mayo de 1788 [sin querer mi mente me ha llevado hasta otro gran viajero que visitó mi pueblo natal en aquellas lejanas fechas del romanticismo y dejó escrito su paso por Alhama en la literatura universal, el francés Théophile Gautier, los interesados pueden encontrar el texto original en la red, evidentemente, en francés, narra aquél intrépido viaje por la península Ibérica y su paso por esa zona de la sierra Tejeda que ya estaba habitada en tiempos del hombre de las cavernas]. El literato alemán regresó de su viaje a Italia y pagó un total de 122 florines de la época.

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El trayecto comenzaba en Lindau con un par de horas de barca a través del lago y continuaba la ruta terrestre tras el re-acondicionamiento de la carga en las mulas a través de Fussach, tras cinco horas de marcha se llegaba a Feldkirch donde se pernoctaba. Al día siguiente se emprendía el viaje hacia Chur (vía Luzisteig), al menos así fue entre el XIV-XVIII cuando fue parcialmente modificada más hacia el oeste del valle del Rhin (vía Altstätten y Ragaz). A partir de Chur el mensajero continuaba a pie, a caballo o con una reata de mulas, todo dependía de la carga y las condiciones de la ruta hasta llegar a Splügen donde se pasaba la tercera noche, era la etapa más dura y penosa de toda la ruta. La cuarta noche se descansaba en Chiavenna y muy cerquita de allí se volvía al bote para cruzar el precioso lago de cómo desde donde, tras el cambio de la carga, se iniciaba la última jornada de siete horas de camino que le permitía llegar a la célebre posada o albergue de TRE RE [cerca de la Porta Romana ], una de las entradas medievales que aún existen en Milán.

El Mensajero de Lindau dejó de existir en 1826 por razones políticas y económicas, pero su recuerdo permanece en el imaginario popular gracias a las tradiciones orales que poco a poco se van perdiendo a favor de unos medios de comunicación que cada día nos aíslan más y también nos alejan de los libros de historia en donde podemos extraer, con el consiguiente análisis, el origen de nuestros actos; aunque uno se sorprende cada vez más de los dirigentes de nuestro tiempo que “retuercen” el significado de las cosas y entonces se le queda una cara de imbécil que incluso asusta, sobre todo por esa capacidad de señalar al otro…

Algo que caló profundamente en la sociedad y en los últimos años de vida activa era el pan de cada día: si algo estaba bien se lo atribuía la otra persona, si algo salía mal, rápidamente buscaba a quién “endilgarle” el muerto y tan tranquilos. Era evidente que estábamos ante una realidad que ya nos “cubría” y, como tantas veces dije, has vendido el burro para comprar la paja [una frase que nunca olvidaré y que me enseñó el señor que con tanto cariño hacía los aperos de esparto en mi Alhama natal y con el que charlaba cada vez que pasaba por el portal donde, pacientemente, estaba trabajando: gran contraste, hoy nadie trabaja, nadie hace nada y los portales ya no sólo no están abiertos, sino que las casas están cerradas a cal y canto] y que el otro día mientras caminaba de regreso a casa volví a constatar. Me encontré con una excompañera de trabajo [yo, por suerte, ya me jubilé] que montó una timba de aúpa y, al final, saltó a petición propia a otro centro de trabajo prácticamente “autogestionado” desde tiempo inmemorial pero en donde, salvo los acólitos, todos los que llegan acaban marchándose a las primeras de cambio; en mi centro acabábamos a las cuatro de la tarde [siempre he mantenido que en el trabajo has de estar lo imprescindible y que hay vida en la calle, así que, a la que podía, compactaba al máximo el horario para no tener que conceder tantos permisos para trámites esenciales en nuestra vida cotidiana, como una simple visita al galeno] y me la encontré saliendo pasadas las seis de la tarde…

Le pregunté por ese horario y una respuesta lacónica: es el que hay. A lo que contesté que de acuerdo, pero eso se puede cambiar… Prefieren estar en el centro antes que tener libertad porque entonces tendrían que estar con la familia, atender otros frentes y de esta manera cubren el horario desde las ocho de la mañana hasta las seis de la tarde. Así que como dicen en mi pueblo: hay gente pa’to. Pues menudo cambio hiciste hija mía y continuó su camino como sonámbula; total diez horas más a la semana en el centro de trabajo que hoy se ha convertido en una cárcel por obra y gracia de una camarilla que controla y amarga al resto.

Así que volvamos al sello que nos recuerda esta emisión cuatrinacional porque la estulticia humana parece que no tiene límites. En este caso me centré en la información que me facilitó el ejemplar servicio filatélico de Liechtenstein que también va acompañada de una tarjeta máxima donde aparece una reproducción histórica de la cartografía de la región y, en marrón, la ruta que seguía nuestro intrépido Mensajero de Lindau.

El sello, puesto en circulación el 1 de septiembre de 2014, tiene un facial de 1.40 francos, en él aparece la barca –con la que cruzaba el Lago Constanza-, la rueda –para la parte realizada en diligencia- y la cabeza de la mula –animal que se empleaba en el célebre acceso a la zona alpina-. Salvo Italia, el resto de países lanzaron su sello y los cuatro se recogen en un carnet o cuadernillo con fotos o grabados de época, el matasellos especial en cada caso y la correspondiente información histórica. La portada es todo un canto a aquellos viajeros del romanticismo con un precioso dibujo a carboncillo que en cierta medida nos transportan hasta el genial Durero. La ruta cubría Lindau, Feldkirch, Balzers, Chur, Viamala, Splügenpass, Chiavenna, Como y Milán. El sello de Suiza comenzaba su circulación unos días después, tiene un facial de 1.40 francos, fue diseñado por Beat Leuenberger y Jürg Glauser, impresos en hojas de veinte ejemplares en offset a cuatro colores. De Alemania y Austria no obtuvimos datos, así que los interesados deberán acudir a la web de dichos servicios postales a ver si allí logran la información correspondiente.

Fue concebido este bello timbre por Hans Peter Gassner (Vaduz-Liechtenstein) [aunque no corresponda aquí, señalemos que este gran diseñador se hizo con el premio al sello con mejor diseño del 2013 en los galardones de EL ECO FILATÉLICO y NUMISMÁTICO entregados en Madrid el 31 de octubre de 2014; un artista gráfico que, para abordar el fenómeno matemático y la naturaleza, se inspiró en la obra Formvollendet de Martin Hess y Andreas Uebele y que explican como se “reconstruyen las hojas mediante un círculo de coordenadas polares con una trama en espiral” que le llevó a concebir impecablemente el sello galardonado], se imprimió en offset a cuatro colores y en serigrafía (dos colores) por la holandesa Royal J. Enschedé en papel especial seda de 110 gramos . El 27 de septiembre hubo sendos matasellos especiales en Balzers (escudo del principado alpino) y el otro mostrando toda la ruta y la mula.

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JUAN FRANCO CRESPO
lacandon999@yahoo.es

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