Cada año, decenas de estampillas nos ofrecen algún que otro aspecto del servicio postal. Las perspectivas o el enfoque son múltiples y convergentes en un mismo tema: el correo como servicio universal [no el privado, que requeriría un pormenorizado análisis y del que tampoco sale bien parado] nos está convirtiendo, a fuerza de ignorarnos, en ciudadanos de tercera.
Por supuesto, si el ciudadano se permite el lujo de quejarse de esa palpable realidad, el servicio postal correspondiente o su sección de prensa tratará de acallar las quejas de los usuarios que padecen el endémico mal funcionamiento. Cualquiera puede intentar la prueba y verá la disparidad de situaciones en las que se encontrará, incluso si la correspondencia la envía a las mismísimas capitales de provincia. Pero… somos humanos y debemos de asumir los errores e intentar corregirlos es la mejor de las políticas, pero el caballo hace tiempo que se desbocó y no creo que puedan volver a ponerlo en funcionamiento a pesar de esos altos índices de efectividad que suman a las terribles y frías estadísticas: se ve que nunca controlan la calle en la que vivo donde el reparto se realiza con suerte, una vez a la semana…
Quedan lejos los tiempos en que el servicio postal era ejemplar y no me refiero a hace cuatro días, ilustremos el comentario con los ejemplares que nos ofrece la última subasta de la firma sueca POSTILJONEN nº 183, Lotes 217 y 218, página 43 del catálogo. Carta salida de Copenhague el 25 de agosto, matasellos de tránsito [maravillosa costumbre que los prebostes postales de nuestros días eliminaron, quizás con la sana intención de evitar que el ciudadano de a pie descubra en donde quedó retenida su carta y trate de averiguar algo más de lo humanamente necesario] en Kiel-Hamburgo el 26 y llegada a su destino en Jerez de la Frontera el 30 de agosto. Cinco días a finales del XIX. Intente hacer hoy ese mismo trayecto con algunas misivas y se ¡sorprenderá! Sobre todo si el mismo lo realiza a la inversa: España-Dinamarca ¿por qué tarda más que en sentido Dinamarca-España?
En esa misma página aparecía el sobre matasellado en Dragor (también Dinamarca) el 14.4.1870 y llegada a Gibraltar según el matasellos [en el anverso, costumbre aún más interesante, al menos bajo mi punto de vista] del 20.4.1870. Seguramente hoy emplearía algo menos [ese correo iría, seguramente, vía de Londres y desde allí, en avión, hasta el Peñón] o algo más, sobre todo si tiene entrada por el servicio postal español ¿o estaremos equivocándonos? Estamos hablando del XIX no del XXI.
¡Cosas veredes, querido Sancho! Y seguimos en liza: Volvamos a nuestra historia del correo y a comentar algunos de los sellos dignos de contemplarse en una colección temática en donde no debe faltar nunca la nostalgia. La primera referencia nos llega desde las islas Marshall, se trata de una preciosa serie de tres efectos [mismo motivo] de 37-60 centavos y Correo Certificado 2,30$, este último es el que centró nuestro comentario porque lleva un formato díptico [la parte derecha es una viñeta que advierte del tipo de servicio, más barato y más efectivo que el español, aunque también es cierto que el actual servicio postal norteamericano se está desprestigiando a pasos agigantados: sus altos niveles de efectividad, en épocas de políticas liberales, van también reñidos con el descontento que genera en los trabajadores, incluso en la patria del invento de “sálvese quien pueda”].
Los sellos nos ofrecen esa imagen de los primeros tiempos, la del correo tradicional, la del mensajero a pie y se complementa con una de las barcazas tradicionales que se emplean, aún hoy, para visitar muchas de las diminutas islas del archipiélago del grupo de las Marshall, éstas comenzaron con su propio sistema postal en 1984, año en que también emitieron sus primeros y vistosos sellos. Hoy, sus agentes norteamericanos, aprovechan la más mínima para darle a la imprenta y están ahogando la popularidad alcanzada gracias a la masiva proliferación, en el mercado, de sus sellos. A todos los efectos, aunque se pretenda lo contrario, están integradas dentro del sistema postal norteamericano y emplean las siglas MH como símbolo distintivo del estado. Antes, cuando escribir a los EE.UU. tenía un precio y al Pacífico otro, usted se ahorraba unas pesetillas simplemente poniendo ciudad, código postal y las siglas correspondientes junto a la mención USA [ahora mismo la tarifa es idéntica ya que nuestro correo sólo tiene tres grupos: nacional, europeo y resto del mundo]. Los tres sellos que aparecieron el 20 de mayo de 2004 conmemoran el XX aniversario de la independencia postal. El diseñador fue Herb Kawainui Kane y se encargó de la impresión, distribución y comercialización la célebre Unicover de Cheyenne (Wyoming-Estados Unidos).
La siguiente estampilla que llamó nuestra atención también apareció en aquella región del Pacífico. Fue en Nueva Caledonia, un paraíso tropical que aún está por descubrir por el turismo de masas [mejor que sigan sus altos precios, así evitarán la despiadada depredación de la sociedad del ocio de nuestro tiempo].
Se trata de un precioso sello que nos retrotrae a nuestra infancia cuando aún en mi tierra natal podías encontrarte al cartero en burro, mula, yegua, bicicleta, moto y finalmente aquellos célebres Citroëns que inmortalizara Louis de Funes [el gendarme impenitente]. El facial es de 105 Francos del Pacífico [las posesiones francesas en aquella región no entraron en la zona €, algo que sí sucedió con las situadas en el Índico, Caribe y Terranova] nos ofrece el clásico cartero rural realizando su reparto a caballo, una imagen que ya es historia. Fue el último servicio postal que empleó este sistema para llegar a los aislados y abruptos territorios de “La Chaîne”. Émile Barbou fue el último cartero que humanizó su trabajo durante 37 incansables años. Hoy, el correo para aquellas comunidades aisladas en la región, se distribuye mediante buzones instalados en los villorrios del litoral: se acabó el trayecto por las escarpadas laderas, el calor humano, el contacto cotidiano con la realidad de unas gentes que, a pesar de estar en el XXI, viven de una manera impensable para nuestra sociedad industrializada del Primer Mundo. Viven el día a día, sin prisas y… ¡son felices! Ahora, si quieren tener correo, entonces se lo tienen que bajar a buscar y todo en pro de una civilización que todo lo reduce a resultados en los balances y se deshumaniza a una endiablada velocidad, la misma que engrosa la lista de desquiciados psíquicamente y destroza los hogares de la sociedad globalizada en la que cuatro “trileros nos han metido” y nos han montado el “corralito del momento” que, en España, faltaría más, no para de arrojar magros resultados a las encuestas de población activa y, para mayor INRI, siguen llegando emigrantes de allende nuestras fronteras. Claro para mejorar aquí sólo basta darse una vuelta por nuestros vecinos de la otra orilla del Mediterráneo y nos explicaremos el por qué esa huida hacia delante. El que nada tiene que perder, nada tiene que temer y parece que, desmontadas las fronteras interiores, todos somos “libres” de recibir aquello que los políticos quieran sin pensar en que llegará un momento que la espiral explotará.
Dos emisiones, dos sistemas, no por lejanos dejan de ser entrañables y cercanos, sobre todo para los que peinamos canas. Unos sellos preciosos que nos devolvieron a la niñez y esa es una sensación muy, pero que muy agradable. La historia postal nos sigue dando momentos emocionantes y merece la pena conocerla. ¡Que la disfrute!
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JUAN FRANCO CRESPO
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