Gautier y Alhama

Decía el geógrafo Ibn Battuta, en los años mil trescientos:
Alhama apreció de golpe, coronando la cresta de un altivo y profundo desfiladero: “Pequeña población que dispone de una mezquita maravillosamente emplazada y muy bien construida. Existen allí unas burgas, manantial de agua caliente, orilla de su río, a una milla de distancia, más o menos, del pueblo, con aposentos separados para el baño de hombres y mujeres.

Esos baños que tanto contribuyeron a traer la atención de civilizaciones como los  neolíticos, íberos,  romanos, visigodos, musulmanes…

Baños que atrajeron a viajeros con ganas de reparar el cuerpo e iluminar la mente.

Ibn Battuta, según el autor del libro “Viajeros por Andalucía”, el granadino Jesús Ávila, fue el primer viajero documentado que pasó por Alhama de Granada y se mostró particularmente interesado por sus aguas termales y el completo balneario.

Un siglo después, exactamente en 1465, Al-Malati, viajero egipcio, nos brinda una detallada descripción del edificio en el que se bañó y que hoy sigue siendo lugar de culto del descanso.

Las crónicas de Alonso de Palacio –que cuenta la llegada del rey Fernando el Católico, en 1482, destaca el que denomina estado de vicio de la ciudad; motivo que según el secretario de los Reyes Católico, Fernando del Pulgar, había provocado la caída de Alhama.

Y con la caída, triste epílogo de un sueño, nacen los mejores romances, y queda para la historia el dolor del monarca nazarí Abu-I-Hassan Alí Ibn Sad, y queda el eterno llanto hecho frase: ¡Ay de mi Alhama!

Viajeros que en los años 1645 pasaban –Alhama tenía entonces cuatro mi ochocientos habitantes- en las diligencias que tenían parada obligatoria desde la Costa Tropical a la Vega de Granada, a través del puerto de Zafarraya.

Caminos que podríamos llamar oficiales, de los que huía otro viajero destacado, Washington Irving, que tras alquilar unas caballerías y hacerse acompañar por un mozo, afirmó rotundo “¡Este es el verdadero modo de viajar en España. Con tal disposición y determinación, ¡qué país es este para el viajero, donde la más mísera posada está tan llena de aventuras como un castillo encantado y cada comida es en sí un logro! ¡Que se quejen otros de la falta de buenos caminos y hoteles suntuosos, y de todas las complicadas comodidades de un país culto y civilizado en la mansedumbre y el lugar común, pero a mí que me den el trepar por las ásperas montañas, el andar por ahí errante y las costumbres medio salvajes, pero francas y hospitalarias, que le dan un sabor tan exquisito a la querida, vieja y romántica España!”.

Lejos quedaba aún esa España cuando llegaron por estas tierras los autores romanos de los que ya existen referencias,  al igual que de los árabes que la visitaron y elogiaron.

Fue el tangerino Ibn Battuta, a mediados del siglo XIV, como un siglo después el granadino Ibn al-Jatib, quien la resaltó como un pedazo de oro y como muy buen lugar de caza y pesca, y los egipcios Al Umari y Abd al Basit, éste entre 1465 y 1466, y quien escribió refiriéndose a Al-Hamma uno de los parajes mas amenos y bellos.

Los viajeros transmiten emoción, pero también nos van dando la idea exacta de la fisonomía: distancias, caminos, orografías… fueron pioneros, atrevidos, y a veces víctimas de su propia ilusión al ser implicados –tal vez con acierto- como espías.

El lojeño Al Jatib que tanto gustó de esta tierra dejó extensos escritos y con un interés que aún hoy se reconoce: facilitando descripciones geográficas de los territorios de Al-Andalus y de su Granada natal.

Fue uno de los grandes viajeros de la época. Era de aquí.

Pero la gran sorpresa era para quienes visitaban Al Andalus llegando desde lejos, en la que quedaban perplejos y prendados de su belleza.

Y aún más representantes del movimiento romántico como Teófilo Gautier que recorrió el país y que, según Jesús Ávila: “Quiso acercarse a Granada, siguiendo las descripciones del viajero marroquí Ibn Battuta y quedó maravillado por la espectacularidad y belleza de “Los Tajos”, de Alhama de Granada, el acantilado que abre el profundo curso del Marchán, cuando abraza a la ciudad que se alza en la cima”.

Gautier lloró cuando dejó Granada:

 “Parto, adiós, bello cielo de España.
Dauro, Genil, verde campaña
Nieve rosa de la montaña
Adiós Granada de mis amores.
Riente Alhambra, Torres Bermejas,
Frescos jardines, repletas maravillas 
En mis sueños y en mis vigilias
Ausentes, os veré siempre 
El paraíso andaluz, por el contrario, contrasta con las demás regiones, la óptica romántica se deshace en elogios al clima, la luz, el relieve, el exotismo africano, el arabismo, el pintoresquismo, características que pocas regiones comparten a medias con el edenismo andaluz.
Hay constancia de que Gautier disfrutó de los baños de la localidad (Alhama de Granada), al igual que Gustave Doré, que descansaba aquí del cansancio de los viajes y que, lamentablemente, no dejó constancia pictórica –fue uno de los grandes dibujantes e ilustradores de la Europa de mediados del siglo XIX.

JUAN FRANCO CRESPO
lacandon999@yahoo.es

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