Curiosamente, el pasado comunista, intentó borrar la vida religiosa de sus ciudadanos y yo me sorprendía cuando viajaba por el Este de Europa durante el último cuarto de siglo, la pujanza de la fe religiosa y la gente, contra toda esperanza y desafiando los cánticos del “paraíso obrero” decidiera aferrarse al mundo de la fe para no enloquecer ¿o era precisamente por eso?
Como quiera que sea, lo cierto es que filatélicamente los temas que tocaran la religión eran escasos durante esa etapa de la historia del hombre, por no decir inexistentes. Sólo algunos sellos de arte, apurando temáticamente lo suyo, podíamos salvar para la óptica religiosa.
Fue caer el telón de acero y todo cambió, decenas de sellos nos transportaban a rehacer colecciones y a un renacer temático que desbordó, incluso, al grupo norteamericano que acoge este tipo de estampillas y que la laicicidad occidental nos había arrinconado, o simplemente ignorado en sus emisiones, amparándose en un supuesto pluralismo o aquello tan manoseado de lo políticamente correcto.
Así que, al margen de ese repliegue –vergonzoso diría yo- en los servicios filatélicos de Europa Occidental –la estolidez más absoluta la contempla el peregrino cuando llega a Santiago de Compostela y ve tapado al Apóstol para no enfadar a los creyentes de otras opciones religiosas-. Es como si todos tuviéramos que ir en burro porque los demás apenas tienen para caminar… El legado ideológico es terriblemente duro allá en donde se implanta, aunque claro, esto no lo transmiten, eso no lo fomentan. Pero volvamos al hilo filatélico y la emisión de Hungría dedicada a este año especial de San Ladislao.
De entrada no es un sello, sino una viñeta que acompaña a un acifrado de la tarifa básica nacional [120 Florines al momento de emitirse] y hasta los 30 gramos de peso. Se puso en circulación el 15 de agosto de 2017 en hojas de 70 ejemplares [35+35] en formato díptico horizontal, el sello en el lado izquierdo, pero algunos coleccionistas, a veces, lo cambian por aquello de crear variedades y lo liberatorio es el sello, la viñeta no tiene validez postal ni puede usarse aisladamente, ésta lleva la imagen escogida para el memorial de esta emisión realizada por Imre Benedek [sello] y Tamás Gábor [viñeta], tuvo una tirada de 175.000 ejemplares o 5.000 hojas impresas por la compañía Pénzjegynyonda.
San Ladislao I nació hacia el 1040 en Cracovia y murió el 29 de julio de 1095 en Nitra [reinó entre 1077 y 1095]. Era el segundo hijo del soberano Béla I de Hungría y la princesa Richeza Piast de Polonia. Se convirtió en rey de Hungría en 1077 y de Croacia en 1091 hasta su muerte, sucedió a su hermano Geza I y su reinado marcó un gran apogeo para la realeza húngara. Fue un gran soberano que extendió el derecho y las ideas medievales de caballería y generosidad, hecho que le hizo ganar simpatías en todas las zonas en las que tuvo influencia. La propia organización de la Iglesia o las guerras durante sus casi dos décadas de reinado acabaron generando numerosas leyendas sobre su vida y su legado. Incorporó Eslovaquia (1089): a su muerte había logrado unificar bajo un mismo código legal todos sus territorios. En el 1091 fundaba el obispado de Zagreb y apoyó a la Iglesia Católica en su contencioso contra el emperador.
El año 2017 fue declarado Año Memorial en Hungría, se cumplían los 940 años de su acceso al trono y el 825 de su canonización. El memorial trata de resaltar el legado de las naciones centroeuropeas y el espíritu de la unidad cristiana que él protagonizó frente al mundo nada civilizado que le guerreaba por Oriente. Su herencia aún perdura con gran fortaleza en el corazón de estos pueblos que preservaron al mundo occidental del avance musulmán de la época [¡Qué contraste, un milenio después entran por todos lados y en todos los rincones te los encuentras practicando su fe mientras la cristiana, ante la necedad de muchos de nuestros políticos, no sólo se reduce al ámbito doméstico, sino que en muchos casos languidece víctima de la indiferencia de una sociedad dormida, anestesiada por el nihilismo y la egolatría!], y es considerado el santo patrón de Transilvania [Alba Iulia celebra el Centenario de la Unificación de Rumania y la emisora rumana le dedica este año su concurso que puede llevar al ganador a conocer este rincón de Europa, tope para las participaciones: finales de junio del 2018].
Durante su reinado demostró ser un gran monarca, líder militar y excelente creador de corpus legales que asentaron la propiedad y la cristiandad. También está considerado el primer misionero de la Iglesia Húngara y por esa razón fue canonizado en 1083, junto al fundador del Estado, el rey Esteban y su hijo, el príncipe Emeric, Gerard Obispo de Csanad y dos ermitaños del Monte Zobor –Andrés y Benedicto-. El proceso de entronización eclesiástica reforzó al reino de Hungría y le granjeó un gran nombre ente los estados cristianos que tenían su santoral propio, hecho que también les hizo consolidar las estructuras episcopales y construir una iglesia fuerte en su territorio.
El reinado de Ladislao I fue crucial en la Europa de su tiempo. Hungría se convirtió en un estado fuerte y de gran influencia en todo el continente gracias a su estabilidad legal y eclesiástica. Fruto de esa semilla fue el sueño del rey Esteban I que hizo posible una Hungría netamente cristiana, una realidad que cruzó fronteras; aunque los ataques de los belicosos Pechenegs (Cumanos) no cejaron, pero fueron exitosamente neutralizados y ello posibilitó su activa e influyente política exterior que le ayudaría a coronarse también como soberano de Croacia, hecho que marcó poderosamente el legado en toda la región balcánica.
Fue el 27 de junio de 1192 cuando el monarca Béla III, con la autorización papal canonizaba a su famoso e influyente predecesor [el Papa Celestino IV confirmó la canonización en 1198] y preparó el relicario en el que serían depositados sus restos que se conservan en la Catedral de Györ: se le considera la tercera reliquia de Hungría y Ladislao I forma parte de la historia como uno de los más importantes soberanos del milenario estado húngaro [impresionante el monumento a las tribus en Budapest donde muchos de sus personajes históricos están representados y nadie se rasga las vestiduras, al contrario, resulta sorprendente ver el respeto con el que se acercan los ciudadanos a la inmensa plaza a rendir tributo a sus antepasados], concretamente de la influyente Casa Árpád. Su tumba está en Oradea [actual Rumania] y allí es frecuente encontrar grandes colas de gentes de todos los confines que acuden, en peregrinación o simplemente para contemplarla, miles de creyentes llegan desde todos los rincones de Europa.
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JUAN FRANCO CRESPO
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