Santa María de Guadalupe, Patrona de Extremadura
El Real Monasterio de Santa María de Guadalupe es Patrimonio de la Humanidad
Está regentada por una Comunidad de la Orden Franciscana
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La historia del Santuario y Monasterio de Guadalupe
Es glorioso en nuestra historia el Real Monasterio de Santa María de Guadalupe, alzado como un alcázar, rico y señorial, en la serranía extremeña, junto a las Villuercas, sobre la falda sur de las Altamiras, en el corazón mismo de la histórica Puebla de Guadalupe, nacida en 1337, en los alrededores del primitivo santuario.
A finales del siglo XIII, o a principios del XIV, comenzó la historia de este santuario. Un pastor de Cáceres, Gil Cordero, encontró junto al río Guadalupe una imagen de la Virgen María, que unos cristianos de Sevilla habían escondido en estas sierras durante la Reconquista, cuando huían de la invasión árabe. Del río recibió la imagen el nombre de Guadalupe. El pastor levantó aquí una ermita en la que entronizó la venerable efigie.
Alfonso XI, en su primitiva visita a Guadalupe hacia 1335 contempló esta pequeña iglesia en estado ruinoso. Hizo el rey llegar esta noticia hasta el solio de Benedicto XII, residente entonces en Avignon (Francia), quien para lograr la restauración de la iglesia de Guadalupe, ya en ruinas, expidió la bula Dum ad personam, de 2 de junio de 1335, nombrando al cardenal de curia y corte don Pedro Gómez Barroso rector de esta iglesia guadalupense, encomendándole su reforma, como respuesta a las preocupaciones de Alfonso XI sobre este ya célebre lugar, en que deseaba levantar un gran santuario, en el Oeste de su reino, en honor de la Virgen María aparecida y encontrada en Guadalupe.
Después expidió dos reales provisiones: una en 1337, ordenando señalar términos territoriales al santuario. Otra en 1347, confirmando dichos términos. Estas dos reales provisiones, son tenidas como la carta-puebla o de fundación de Guadalupe.
Tras la victoria del Salado, volvió el rey a Guadalupe en diciembre de 1340. Entonces mandó ensanchar y ennoblecer el templo con edificios adyacentes, solicitó y obtuvo la creación de un priorato secular y lo declaró de su real patronato.
El priorato secular, dotado con el señorío civil del prior sobre la Puebla, que se había formado junto al santuario, estuvo regido por cuatro priores en los años 1341-1389; Pedro Gómez Barroso, cardenal de España; Toribio Fernández de Mena; Diego Fernández y Juan Serrano, cuarto y último prior. Antes de finalizar su oficio este último prior, y, a modo de experiencia, parece que estuvieron durante año y medio, como custodios del santuario, los frailes mercedarios, pero el santuario no cambió su condición de priorato secular, como lo prueban, por una parte, la falta de documentos de fundación canónica y, por otra, la posterior entrega a los jerónimos por el último prior secular, sin mención alguna al paso de la Orden de la Merced, convertida en 1317 en Orden religiosa clerical. El insigne mercedario Fray Gabriel Téllez (Tirso de Molina) refiere en su Historia General de la Orden de la Merced la efímera estancia de sus hermanos en Guadalupe, sin probar con datos suficientes la presencia de su esclarecida Orden.
Terminó el priorato secular en 1389 con la entrega del santuario a la Orden de San Jerónimo, en manos de Fray Fernando Yáñez de Figueroa, primer prior regular del monasterio, alzado en la Iglesia de Nuestra Señora en este mismo año.
Más de cuatro siglos mantuvieron los monjes jerónimos el monasterio, con el señorío temporal y el régimen pastoral de La Puebla, como uno de los centros más importantes por la devoción popular, la cultura y las artes, que alcanzaron aquí gran desarrollo.
La exclaustración de 1835 marcó el fin de la Orden Jerónima en Guadalupe.
A partir de entonces el santuario quedó convertido en parroquia secular de la archidiócesis de Toledo, servida por sacerdotes diocesanos, que cumplieron con fidelidad su cometido desde 1835 hasta 1908. En este período el santuario fue declarado Monumento Nacional en 1879 y Nuestra Señora de Guadalupe fue declarada Patrona de Extremadura en 1907.
Un año después, en 1908, la Orden Franciscana recibió el encargo de restaurar la vida, edificaciones, instituciones y obras de arte de este singular monumento. Convertido el monasterio en convento franciscano, se impuso la Orden sobre sus fuerzas, cosa que ha logrado sobradamente, la tarea de levantar ruinas, y de rescatar las partes del monasterio que habían sido enajenadas, de suerte que puede presentar ahora un santuario-convento bellamente restaurado y dotado de amplios servicios religiosos, culturales y hosteleros que enaltecen este lugar, como uno de los santuarios más hermosos del mundo.
La imagen venerable, antigua y primitiva de Santa María de Guadalupe, ungida con los fervores de España y América, remonta sus orígenes legendarios a las primeras manifestaciones de la iconografía mariana española.
La datación técnica señala el siglo XII como época en que fue tallada esta escultura románica, en madera de cedro. Pertenece al grupo de Vírgenes Negras de la Europa occidental de los siglos XI-XII y tiene su trono en Extremadura, glorioso por los prodigios obrados por Nuestra Señora, por la multitud de gentes que acuden a Ella y por los acontecimientos desarrollados bajo el signo de Guadalupe.
Forman el conjunto arquitectónico del Real Monasterio: el templo gótico (siglos XIV-XV); las capillas (santa Ana, siglo XV, nave de santa Paula, siglo XV, santa Catalina, siglo XV, san Gregorio, siglo XV, relicario, siglo XVI, camarín, siglo XVII; panteón o capilla de los Siete Altares, siglo XVII); su famosa sacristía (siglo XVII); los claustros (mudéjar uno, siglo XV, gótico otro, siglo XVI, y un tercero más recoleto, también mudéjar, siglo XV); el pabellón de la Librería, siglo XV (sala capitular alta y sala del Capítulo en la parte baja, restaurada en 1998); el templo de la Santísima Trinidad (siglo XVIII), convertido actualmente en auditorium; tres museos (bordados, cantorales miniados y pinturas y esculturas antiguas) y otras muchas estancias. Estas piezas ofrecen una gran variedad de formas arquitectónicas: mudéjares, góticas, renacentistas y barrocas, con imborrables huellas del paso del románico y de otras tendencias artísticas.
El monasterio, de forma irregular, reparte sus edificios y patios en un área de veintidós mil metros cuadrados, aproximadamente.
Fue este Real Monasterio centro de religión y cultura, manifestada, entre otras actividades, en su espléndida librería, en su schola cantorum, en su scriptorium o escribanía de libros cantorales miniados, en los talleres de bordaduría, en sus reales hospitales, farmacia, escuela de medicina y cirugía, en la orfebrería y en el mecenazgo a renombrados artistas, que dejaron, a través de siete siglos, un rico conjunto de obras de arte, como las grandes colecciones y piezas sueltas de pintura y escultura, junto con notabilísimas obras de orfebrería.
Durante su larga historia, siete siglos de fe y de cultura, el Real Monasterio ha acumulado muchos títulos en torno a su venerable imagen: Real santuario, concedido por Alfonso XI en 1340; Real Monasterio, otorgado por Juan II de Castilla, en 1389; Monumento Nacional Histórico-Artístico, conseguido en 1879 y ampliado en 1929; Basílica Pontificia declarada por Pío XII en 1955; Medalla de Extremadura concedida en 1992; Patrimonio de la Humanidad en 1993; y por último, la Declaración del 8 de septiembre, festividad de la Virgen Patrona, como Día de Extremadura. Pero sobre todos esos honores sobresale el más notable: la venerable imagen de Santa María de Guadalupe, Patrona de Extremadura y Reina de las Españas, dos títulos de honda devoción, de carácter litúrgico e histórico.
El primero evoca su patronato canónico sobre la región donde nació el fenómeno guadalupense y el segundo lo ostenta porque es el símbolo más representativo de la cristianización del Nuevo Mundo.
Información procedente del Real Monasterio de Guadalupe |
Continúa en la 2ª parte