El Museo Cerralbo

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Historia del Museo y de su Fundador

Enrique de Aguilera y Gamboa (1845-1922), XVII Marqués de Cerralbo, aristócrata, miembro activo del partido carlista, coleccionista y arqueólogo innovador legó, a su muerte, al Estado Español su palacio y colecciones, hoy Museo Cerralbo.

El Palacio fue concebido desde el principio con una doble función, como vivienda y como museo, sede de las obras de arte reunidas por los Marqueses de Cerralbo y sus hijos, los Marqueses de Villa Huerta, durante los numerosos viajes que realizaron por España y Europa.  El Marqués de Cerralbo (1845-1922) donó a la nación española este patrimonio instituyendo el Museo Cerralbo, con el fin de que sus colecciones: «perduren siempre reunidas y sirvan para el estudio de los aficionados a la ciencia y al arte». El Estado aceptó el legado testamentario por Reales Órdenes de 10 de abril y 24 de septiembre de 1924.

Actualmente es un museo de titularidad estatal y gestión directa del Ministerio de Cultura, dependiente de la Dirección General de Bellas Artes y Bienes Culturales. El museo consta de 25 estancias distribuidas entre la planta entresuelo, principal y el jardín.

Enrique de Aguilera y Gamboa, XVII Marqués de Cerralbo, desciende de un aristocrático linaje cuyo origen se remonta al siglo XIII, y está emparentado con la Casa de Alba, la Casa de Osuna y la de Medinaceli.

Hijo de Francisco de Aguilera y Becerril, Conde de Villalobos, y de María Luisa de Gamboa y López de León, el XVII Marqués de Cerralbo nace en Madrid el 8 de julio de 1845, ocupando el séptimo lugar de trece hermanos; durante su infancia estudia en las Escuelas Pías de San Fernando y recibe una educación basada en la fe y la tradición.

A los 24 años ingresa en el partido carlista y tres años más tarde es elegido diputado de las Cortes por Ledesma (Salamanca). Muestra ya en la adolescencia una gran sensibilidad hacia las Bellas Artes y dotes naturales para el dibujo, la poesía y la pintura.

Conde de Villalobos desde la muerte de su padre, hereda de su abuelo los títulos de Marqués de Cerralbo, Almarza y Campo Fuerte, Conde de Alcudia, Foncalada y Sacro Romano Imperio, dos veces Grande de España; cederá a sus hermanos los títulos restantes. Asimismo hereda de su abuelo, José Aguilera y Contreras la villa de Cerralbo y el palacio de San Boal en Salamanca, además de una serie de fincas en Aranda de Duero y en los partidos judiciales de Ciudad Rodrigo, Vitigudino y Alba de Tormes. Más tarde incrementará su patrimonio con los palacios de Madrid, de Santa María de Huerta en Soria y de Monroy en Cáceres.

Cursa estudios de Filosofía y Letras y Derecho en la Universidad Central de Madrid, donde ya se manifiesta su interés por la literatura y por el coleccionismo.

 En 1871 contrae matrimonio con Inocencia Serrano Cerver, que aporta dos hijos a dicha unión: Antonio y Amelia del Valle Serrano. A partir de ese momento la familia recorre España y Europa, tomando apuntes en museos y galerías y adquiriendo objetos artísticos para acrecentar su colección. Podemos seguirles a través de Francia, Portugal, Italia, Alemania, Reino Unido, Dinamarca, Suecia, Noruega, Austria-Hungría, Holanda, Suiza, Yugoslavia, Bulgaria, antigua Rumelia, Rumanía y Turquía. A todos les unía el afán altruista de construir un futuro museo, al modo de las galerías italianas.

En 1885 fue nombrado senador del Reino por derecho propio; su carisma y talante conciliador le sirvieron para que el pretendiente al trono, Carlos de Borbón, Duque de Madrid, le nombrara su representante. La propuesta política de Cerralbo buscaba modernizar el partido carlista haciéndolo más dinámico, abierto y participativo y le supuso iniciar numerosos viajes de propaganda durante 1889 y 1890 por Navarra, Burgos, el País Vasco y Cataluña. En recompensa por sus servicios (organizó más de 2.000 juntas y en torno 300 círculos), Don Carlos le nombró Caballero de la Orden del Toisón de Oro en 1895 y le impuso el Collar de la Orden del Espíritu Santo en 1896.

La crisis, tras la pérdida de las colonias y la situación del partido le llevaron a presentar su dimisión en 1899. Cansado de la política se dedicó a otros quehaceres iniciados ya en su juventud, como la jardinería, la agricultura, los concursos de carruajes y el fomento de la cría caballar.

Con el cambio de siglo, su incursión en la investigación histórica cobró protagonismo y se consolidó a través de la arqueología. En 1900 publicó un estudio sobre Doña María Henríquez de Toledo, mujer del Gran Duque de Alba, y en 1908, el discurso de ingreso en la Real Academia de la Historia: El Arzobispo Don Rodrigo Ximénez de Rada y el Monasterio de Santa María de Huerta.

Su sensibilidad hacia los vestigios del pasado fue constante. No sólo rescató del abandono y demolición numerosos elementos arquitectónicos que incorporó a sus colecciones, sino que realizó descubrimientos arqueológicos en la Meseta que le proporcionaron reconocimiento científico nacional e internacional. Costeó y dirigió más de un centenar de excavaciones arqueológicas en torno al curso alto del Jalón, siendo la más destacada la de Torralba del Moral, considerada en aquel momento como la estación humana más antigua de Europa. Además excavó necrópolis de la II Edad del Hierro, como Aguilar de Anguita y Luzaga y otros muchos enclaves, de cuyos resultados dio cuenta en El Alto Jalón, descubrimientos arqueológicos (1909). En sus estudios contó siempre con la colaboración de diferentes especialistas, como el arqueólogo y dibujante Juan Cabré, el geólogo Pedro de Palacios, el historiador Fidel Fita, el ingeniero Eugenio Muro o el paleontólogo Harlé y utilizó como herramienta innovadora la fotografía de campo y gabinete. Profesionales como Cartailhac, Sandars, Breuil, Harlé o Schulten viajaron hasta Madrid y Soria para conocer sus hallazgos.

Su trabajo y entusiasmo se vieron recompensados primero con el Premio Internacional Martorell por la obra inédita Páginas de la Historia Patria por mis excavaciones arqueológicas (1911) y, después, en el Congreso Internacional de Antropología y Arqueología Prehistóricas de Ginebra (1912), donde obtuvo gran éxito al presentar los estudios sobre Torralba. Debido a su gran prestigio en este campo, el Ministro de Instrucción Pública, Amalio Gimeno, invitó al Marqués a participar en el debate del Senado sobre el proyecto de la Ley de Excavaciones de 1911, cuya promulgación limitó, entre otras, la salida del país de objetos artísticos y arqueológicos.

El reconocimiento nacional e internacional quedó patente en numerosos nombramientos: miembro de las Reales Academias Española, de la Historia y de la de Bellas Artes de San Fernando; correspondiente del Instituto Imperial de Berlín; de la Pontificia de Roma; miembro honorario de la Sociedad Arqueológica de Burdeos; de la Sociedad de Anticuarios de Londres; de la Academia de Bellas Artes y Letras de Burdeos, entre otras.

De 1913 a 1919 asumió de nuevo la jefatura del partido tradicionalista, esta vez al servicio de Jaime de Borbón, hijo de Carlos VII. Las consecuencias políticas de la Primera Guerra Mundial y el desconcierto que se vivía entre los grupos carlistas, junto a su deteriorada salud, le hicieron abandonar definitivamente la política.

El 27 de agosto de 1922 falleció en su palacio de la calle Ventura Rodríguez, donando todos los hallazgos arqueológicos al Museo Arqueológico Nacional y al Museo Nacional de Ciencias Naturales y creando, también por disposición testamentaria, el futuro Museo Cerralbo, constituido por dicha vivienda y las colecciones artísticas que reunió a lo largo de su vida.

Historia del Edificio

 Palacio de fachadas de corte barroco-clasicista construido entre 1883 y 1893 por los arquitectos Alejandro Sureda, Luis Cabello y Asó y Luis Cabello la Piedra. Sus interiores se dividen en la planta entresuelo, donde se desarrolla la vida diaria, y en la planta principal dedicada a la recepción.

El palacio, sede del Museo Cerralbo, se construyó como residencia habitual donde disponer la colección que los marqueses habían reunido a lo largo de su vida. Se sitúa en el moderno barrio de Argüelles, en un solar de 1709 m2, con fachada a las calles Ferraz, Ventura Rodríguez y Juan Álvarez de Mendizábal. Sus arquitectos fueron Alejandro Sureda, Luis Cabello y Asó y Luis Cabello Lapiedra, siguiendo las directrices del Marqués de Cerralbo hasta su finalización en 1893.

El estilo arquitectónico de la fachada responde a las corrientes de la época de clasicismo, eclecticismo historicista y movimientos neo, alternando piedra y ladrillo. Cada una de las fachadas está dividida en tres cuerpos articulados por pilastras que ennoblecen los cuatros torreones del edificio. Siguiendo las pautas de los hoteles franceses de la época la distribución interior se desarrolla en torno a un patio central. Las estancias se distribuían según el criterio decimonónico, por un lado las habitaciones privadas en la planta entresuelo; y por otro, salas y salones de recepción en la planta principal. En el semisótano se ubicaban los espacios destinados a servicio doméstico como cocinas, despensas, cocheras, guadarnés, etc. Hoy esta planta constituye la Sala de exposiciones temporales y Salón de actos.

La decoración interior del Palacio tiene elementos neobarrocos y rococós, siguiendo los patrones franceses y el eclecticismo de la época, en un ambiente de horror vacui en cuyo espacio se despliegan las obras de arte.

 En la visita al Museo se puede contemplar el jardín del Palacio que es una reinterpretación reciente del jardín romántico de estilo inglés o paisajista del siglo XIX, ordenado en torno a un estanque central. En él se sitúan esculturas de seres mitológicos, bustos de emperadores romanos y fauna. Está basado en un boceto del propio Marqués.

El templete-mirador fue proyectado por Cabello y Asó en 1891, es de planta hexagonal y consta de dos pisos. La planta superior abierta a modo de belvedere, se adorna con columnas clásicas y bustos escultóricos intercalados.

 
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