Desventuras antárticas «Scott: viaje sin retorno – La lucha por la conquista del Polo Sur»

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Scott proyectó regresar al Antártico, ya que su expedición de 1902 le dejó el sabor agridulce de un proyecto no terminado. Su deseo se vio finalmente materializado y se le concedió financiación suficiente para iniciar el proyecto más ambicioso: alcanzar el Polo Sur Geográfico.

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El 12 de octubre de 1910 Scott llegó a Melbourne a bordo del Terranova. En el mismo día recibe un disgusto en forma de telegrama: «Me permito informarle que el Fram se dirige a la Antártida. Firmado: Amundsen». Scott palideció, le acababa de salir un serio competidor. Consideró desleal la forma de proceder de Amundsen, ya que no hizo públicas sus verdaderas intenciones, dejando creer con anterioridad que en realidad se proponía realizar una expedición al Ártico.

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El Terranova

El 29 de noviembre de 1910 Scott partía para el Antártico. La expedición se ausentaría durante un año y medio, pero cinco hombres nunca regresarían. La travesía fue dramática: una tormenta huracanada desmanteló la nave, la carga se desplazó, dos ponys murieron y un perro desapareció en el mar, las calderas se inundaron y se temió la pérdida del buque. Gran cantidad de carbón, depósitos de gasolina y alcohol desaparecieron. Tras muchos días de penosa travesía, con graves dificultades para desembarcar en el punto programado, decidieron finalmente alcanzar el Cabo Evans, estableciendo los campamentos el 4 de enero de 1911.

El 24 de enero se iniciaron las expediciones para establecer los depósitos de apoyo al gran viaje al Polo. La mayoría sufrió graves contratiempos. Debían ir sacrificando a los ponys cada 70 millas, puntos éstos en que se establecerían depósitos de alimentos, pero enseguida se dieron cuenta que, al contrario de lo que sucede con los perros, que no transpiran por la piel, estos animales sudaban y se helaban, además su peso hacía que se enterraran en la nieve y caminasen muy lentamente. Varios incidentes durante estas actividades concluyeron con la muerte de muchos ponys antes de tiempo. Forzosamente, a los 79º 28′ Sur, tuvieron que dejar una tonelada de reservas y regresar; llamaron al lugar Depósito de la Tonelada.

Scott acordó que la salida hacia el Polo no debería ser más tarde del 1 de noviembre de 1911. Los primeros en salir lo hicieron con trineos a motor, que no dieron resultado, y los demás con ponys y perros. Tardaron 15 días en llegar al Campamento de la Tonelada y debían conseguir que los ponys aguantaran hasta realizar el depósito número 20, si deseaban tener seguridad de sobrevivir al regreso; en cada uno dejaban combustible y comida para una semana. Varias ventiscas les confinaron durante algunos días en sus tiendas y cuando reiniciaron la marcha apenas consiguieron avanzar cuatro millas en nueve horas. Scott dividió a los hombres en dos grupos y algunos fueron enviados de regreso. Tras varias ventiscas que les volvieron a paralizar hasta por un día entero, prosiguieron con grandes dificultades, dejando depósitos regularmente. El día 17 de enero de 1912, ya agotados hasta la extenuación, estaban a punto de alcanzar el Polo, pero Bowers divisó algo en la distancia, hora y media más tarde descubrieron una bandera noruega atada al patín de un trineo. Cerca se encontraban los restos de un campamento. El noruego Amundsen se había anticipado, llegando a ese punto treinta y cuatro días antes.

Hundidos y desmoralizados, les asaltaron muchos pensamientos. Se preguntaban cómo encarar el regreso, seguramente sería una labor muy triste, vencidos y agotados. Así fue: en el mismo día un crudo temporal hizo caer las temperaturas a 54º bajo cero. Oates, Evans y Bowers sufrieron congelaciones: les esperaban 800 millas de penoso caminar. Hubo que racionar los alimentos, ya que no estaban realizando las distancias entre depósitos de manera adecuada y la debilidad empezaba a hacer mella.

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Arriba: Wilson, Evans, Scott, Oates y Bowers;
abajo: Oates intentando avanzar entre la ventisca

El 16 de febrero Evans se derrumbó y fue necesario levantar un campamento, reanudaron al día siguiente pero tuvo que ser llevado al próximo depósito con una mirada desencajada en sus ojos, poco después de medianoche murió. Continuaron, derrotados, con los miembros ennegrecidos y a punto de cangrena, pero el 16 de marzo, a sólo 11 millas del Depósito de la Tonelada quedaron definitivamente confinados por las ventiscas. Muchos días pasaron, pero ya no pudieron moverse. Sin combustible y sin raciones simplemente esperaban la muerte. En un momento de desesperación, Oates, al borde de la locura, salio a la intemperie, solo, caminando hacia lo desconocido, perdiéndose su pista para siempre.

El 29 de marzo de 1911 Scott escribió por última vez:«Creo que no puedo escribir más. Por el amor de Dios, cuiden de nuestras familias». En otra hoja garrapateó: «Por favor envíen este diario a mi viuda». Mientras su cuerpo se iba congelando, Scott pudo sacar fuerzas para completar doce cartas legibles a su esposa y resto de la familia, a sus jefes y camaradas de la Armada, a las madres de sus compañeros Oates y Bowers, así como a la esposa de Wilson. A su esposa Kathleen le escribió una carta muy sentida lamentando no estar para ayudar a sacar a su hijo adelante. Para ella tenía palabras de consuelo, animándole a que rehiciera su vida y fuera feliz. Finalmente escribió al público explicando que el desastre de la expedición no fue debido a una mala planificación, sino a un tiempo desastroso acompañado de la mala suerte, así reconocía: «Iniciamos la expedición conociendo los riesgos y los asumimos. Las cosas salieron en contra nuestra. Ahora no tenemos ninguna queja»

El 12 de noviembre la patrulla de búsqueda halló la tienda enterrada en la nieve. Los tres hombres estaban en sus sacos de dormir. Scott tenía la mitad de su cuerpo fuera, con un brazo estirado hacia Wilson Éste tenía las manos cruzadas sobre su maletín, en el otro saco estaba Bowers; parecía que ambos habían muerto plácidamente, como en un sueño.

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Abel Domínguez R.
Miembro de las Campañas científicas españolas
a la Antártida 1989-90 y 1990-91

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