CXX ANIVERSARIO DE LA ACADEMIA STRAKA

El 8 de marzo del 2017 un facial de 24 coronas conmemoraba el 120 aniversario de esta famosa academia praguense que aparece recogida en su parte frontal, vista desde el jardín, y a la izquierda una escultura femenina sentada. La impresión se realizó en offset multicolor, diseño de Marina Richterová y hojas de 50 ejemplares.

La edificación es una construcción neobarroca y está situada al lado izquierdo del río Vltava en los denominados Jardines de Letná [Letenské sady] que en el verano ofrece unas vistas de ensueño de la bella y siempre hermosa capital checa. Pero repasemos un poquito la historia, fue en 1261 cuando el soberano Otakar I celebraba en esta fantástica zona verde [milagrosamente quedó intacta prácticamente hasta hoy] su coronación.

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Durante la época comunista [yo mismo estuve en los fastos del Primero de Mayo de 1981 como invitado de la Agencia de Prensa Orbis que publicaba la revista VIDA CHECOSLOVACA y cuyo concurso gané, ese año por partida doble, pues unos meses después viajaba a la URSS como resultado del concurso de Radio Moscú] y recuerdo que los multitudinarios desfiles llenaban esta inmensa explanada que puede dar cabida hasta a un millón de almas.

Fue aquí donde en 1989 prendió la famosa Revolución de Terciopelo que acabó llevando a los checos hasta la misma Unión Europea [un sueño que muchos lamentan haberlo tenido pues añadieron a su vida incertidumbre, paro y desolación, de ahí que los escépticos vayan en aumento y no es para menos cuando observas la caída de tus ingresos y el fuerte aumento de los precios que van alimentando lenta, pero inexorablemente, la falta de liquidez que muchas veces no se logra remontar ni haciendo doble jornada] que en Letná tiene el contrapunto de otra referencia histórica, en su famosa terraza escalonada con vistas al curso fluvial, estaba la gigantesca escultura dedicada el georgiano Josip Stalin, ostentaba un récord en su época, efímera de presencia en la capital checa: era la más grande del mundo, 30 metros de alto y 14.000 toneladas de materiales que los praguenses de la época bautizaron como “la cola de la carne” [puro humor del período comunista cuando todo estaba racionado, controlado y la carne era un lujo en cualquier mesa checa]. Como curiosidad apenas estuvo un lustro en tan privilegiada atalaya, los nostálgicos pueden ir por el Museo del Comunismo donde está toda la información gráfica sobre el desmonte que fue ordenado por Nikita Jruschov; construida a mediados de los cincuenta, en 1962 fue desmontada por los mismos que la alzaron. Hoy nos encontramos allí el famoso metrónomo diseñado por David Cerny, es un mudo testimonio del inexorable paso del tiempo desde 1991.

Evidentemente los burócratas de Bruselas, empeñados en satisfacer la avaricia de los poderosos grupos de presión económica, están haciendo crecer, con su ceguera, un verdadero monstruo que confiamos no despierte antes de lo que muchos imaginan. Los populismos, en cierta medida, se lo están poniendo, además, fácil y, en el caso concreto de Cataluña basta mirar lo bien que lo hacen cosiendo a impuestos a toda la ciudadanía: si el azúcar es malo prohíban su venta, si el plástico perjudica el medio ambiente, dejen de fabricarlo, pero ni lo uno ni lo otro les preocupa realmente. Es igual que cuando dicen que gravarán los tendidos eléctricos a las empresas de servicios ¿quién paga el recibo?

Y los estólidos siguen votando cuando todo el mundo debería de hacer un día de brazos caídos en cada convocatoria electoral: esa será la única manera de hacerles despertar de su endogamia y su posición de privilegio y el que quiera medrar en política, que sea realmente modélico, entonces la sociedad le premiará. Quizá el aviso del Reino Unido y los ascensos de otros oportunistas que desbancan a los políticos y partidos tradicionales sean los que nos acaben llevando al abismo de un mercado prácticamente hundido.

Tras este inciso, volvamos a la Academia Straka que fue diseñada por el arquitecto Václav Rostlapil y levantada entre 1891-1896. La ceremonia de inauguración se realizó el 21 de marzo de 1897; inicialmente el centro estaba destinado a acoger a los hijos de los aristócratas que se habían visto empobrecidos por el desmoronamiento del sistema imperial de los Habsburgo; algo que me devuelve a mi último paseo por Viena y en donde, cada dos por tres, el guía se estaba quejando del legado de la histórica familia. Prácticamente el 100% de lo que se nos mostraba correspondía a aquel fabuloso imperio. Llegado un momento, en los bellos y famosos jardines vieneses, ya no me resistí y le lancé con toda la intención, la pregunta ¿Y en los casi dos siglos de régimen republicano, al margen del Secretario General de el ONU, cuyo pasado, hoy, todo el mundo conoce, qué obras nos dejáis? Ahí se acabó el meter la cuchara [la queja] en un pasado que hoy genera pingües beneficios a la capital de la República Austriaca.

Por cierto, al margen de la cesión, inteligente, del terreno para levantar las Naciones Unidas, -sin duda para dejar atrás el pasado del célebre Kurt que llegó a la Secretaría General de la ONU- poca cosa moderna hay que merezca la pena, salvo los impresionantes atascos automovilísticos. Pero recordemos que el hombre propone y las circunstancias disponen, así que la Academia cogería al gobierno hitleriano tras la ocupación y en 1945 al gobierno checo de posguerra.

Históricamente tendremos que remontarnos al año 1710 cuando el conde canciller Jan Petr Straka de Nedabylice y Libcany [de ahí el topónimo que aún hoy perdura] fue el que mandó construir la academia. En la actualidad sigue siendo el edificio principal del gobierno checo, los jardines próximos están a cargo de Frantisek Joseph Thomayer y, junto al histórico edificio, forman parte le Patrimonio Mundial de la UNESCO y seguramente habrá sellos de países exóticos dedicados a esta peculiar Academia destinada a los pobres pero que el gobierno utiliza para otros fines prácticamente desde que se inauguró. Convengamos que muchas veces, si no fuera así, infinidad de edificios acaban en ruinas [basta pasear por Palermo y la pomposidad de la época en que se ambientó el Gatopardo hoy es una visión futurista]. Una institución, por su uso cotidiano, acaba preservando esas riquezas arquitectónicas que cuestan una inmensa fortuna poder mantenerlas en uso.

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JUAN FRANCO CRESPO
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