La masonería rumana arranca con la fundación de la Gran Logia acontecida en las reuniones del 8 al 20 de septiembre de 1880. Recordemos que la Revolución de 1848 envió al exilio a la mayoría de sus practicantes; en la década siguiente serían los que tras retornar al territorio rumano, lucharían para conseguir la Unión de los Principados de Valaquia y Moldavia que desembocaría en la guerra de Independencia de 1877-1878 que acabó con el Congreso de la Paz y el país iniciaba su andadura como un estado independiente.
El primer Gran Maestro fue el capitán Constantin Moroiu y los masones encuadrados en la gran logia tenían como guía la moral y el progreso material de la sociedad que aspiraba a legitimar su estatus a nivel internacional como país independiente. Los períodos de entreguerras fueron tiempos difíciles, pero la masonería continuaría su historia que se verá interrumpida tras la II Guerra Mundial y, desde 1848, todas sus actividades prohibidas, sus miembros perseguidos o exiliados.
Fueron los últimos los que continuaron la fraternidad en Alemania, Argentina, Francia o Israel, la diáspora fue simplemente un período de oscurantismo, pero nunca de olvido. Numerosos fueron los personajes que fueron nombrados miembros honorarios de la Gran Logia Nacional Rumana, entre ellos el soberano Oscar II (Suecia), Eduardo VII (Gran Bretaña) o Guillermo I (Rey de Prusia y Emperador de Alemania) y la lista interminable, encontramos infinidad de personajes de múltiples disciplinas que integraron la Hermandad.
Tras la caída del mundo comunista en 1989, la masonería rumana podría volver a reiniciar su actividad libremente. El renacimiento de la vida democrática hará que vuelva a institucionalizar y la renacida hermandad vuelve a tomar carta de naturaleza el 24 de enero de 1993. Actualmente existen en el país 420 logias y casi 15.000 miembros activos. El reto más importante que tiene la organización es la construcción de su sede nacional que ejercerá como difusora de la cultura y emblema ante los ciudadanos. Se trabaja en el proyecto que comprenderá salas de reuniones, biblioteca, museo y salas de uso multifuncional que permita realizar las actividades previstas por la institución, especialmente la espiritualidad rumana y en cuyo objetivo está enfrascado el Gran Maestro Radu Balanescu con su ambicioso proyecto La Masonería Rumana.
Los sellos (2.10 y 14.50 Lei) nos ofrecen el simbolismo de esos 135 años, vemos la Luna y el Sol, los doce signos del zodiaco centrados en la simbología masona por excelencia que está centrada con la letra G [God, Dios] que representa al gran arquitecto hacedor del universo [aunque los populismos que se están apoderando de las plazas del viejo continente no quieran oír nada que aluda a la espiritualidad y tratan de ocultar la gran falsedad de la historia como fue el comunismo, aunque el capitalismo tampoco sea la gran verdad, el populismo y la rebelión tampoco son la panacea como en nuestra corta vida hemos tenido la oportunidad de comprobar]. En el segundo sello podemos contemplar el proyecto presentado para poner en marcha la sede de la Gran Logia Rumana o también conocido como el Gran Templo que se levantará en Bucarest. La emisión fue proyectada por Mihai Vamasescu y se imprimió en diferentes formatos, hojas bloque de 2 (dos tipos) y de 4 (también una para cada efecto); pliegos de 32 ejemplares. Sumadas todas las variantes, la tirada no supera los 40.000 efectos, lo que nos indica, una vez más, que las multimillonarias cifras del siglo XX pasaron a la historia y que la filatelia continúa gozando de un largo ocaso gracias, precisamente, al terrible estilete que le aplicaron las administraciones postales que, con las pseudos-privatizaciones, se dedicaron a “parir engendros” y asaetear los bolsillos de los aficionados. Antes había continuidad, los que peinamos canas vamos diciendo adiós y recortando allá donde se puede. Sí, además, el 95% del correo que hoy se genera se reparte sin sellos ¿quién colecciona algo que, de partida, está pensado para vaciarte los bolsillos? Y, lo peor, los servicios postales actuales no dejan de lanzar “inventos” y, con ello, destrozar aún más un mercado marchito, un comercio cada vez más efímero.
JUAN FRANCO CRESPO
lacandon999@yahoo.es