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Cosmos
PLANETAS
Satélites y otros cuerpos planetarios - 1ª parte
Los satélites
Introducción
os satélites naturales son cuerpos que giran alrededor de los planetas o estrellas. Al igual que los planetas, carecen de luz propia limitándose a reflejar la luz del Sol. Según las causas que originaron las órbitas planetarias o estelares, se distinguen dos grandes tipos: los que se formaron junto con los planetas, y los que fueron capturados posteriormente por algún campo gravitatorio.
Salvo algunas excepciones de satélites pertenecientes a planetas exteriores, la mayoría de los satélites del Sistema Solar giran en sentido directo de oeste a este, y en la misma dirección que sus planetas. Aquellos satélites que giran en sentido inverso, es decir de este a oeste, y en dirección contraria a la de sus planetas, es probable que fueran capturados por ellos después de la formación del Sistema Solar.
Mercurio y Venus, que son los planetas más próximos al Sol, no tienen ningún satélite. La Tierra tiene uno: la Luna; Marte tiene dos: Fobos (que significa miedo) y Deimos (que significa pánico); Júpiter tiene dieciséis entre ellos Ganímedes y Callisto; Saturno tiene veintiuno, pero se le supone la existencia de otros tres más; uno de ellos, Titán, es de tamaño similar a Callisto; Urano tiene quince, la mayoría de ellos fueron descubiertos por la sonda Voyager; Neptuno tiene 8, los más importantes Nereida y Tritón, éste similar en tamaño a nuestra Luna; Plutón tiene un único satélite llamado Caronte, que fue descubierto en 1978.
El satélite terrestre: la Luna
Características
La Luna es el único satélite natural de la Tierra. Ambos están separados por una distancia media de 384.400 km. Su forma es casi esférica y tiene un diámetro de 3.476 km. (3,6 veces menos que la Tierra), lo que representa un volumen 49 veces menor al de nuestro planeta. La masa de la Luna es 81 veces menor que el de la Tierra, y su gravedad representa un 16% en relación con la que existe en la superficie terrestre. El diámetro aparente de la Luna observado desde la Tierra es similar al del Sol, por eso son posibles los eclipses.
La distancia media de
separación entre la Luna y la Tierra es de 384.400 Km.
Debido a las dimensiones comparables de ambos cuerpos, al contrario de lo que sucede en otros sistemas de planetas con satélites asociados, el sistema Tierra-Luna puede ser considerado como un planeta doble. Por ese motivo, se manifiestan importantes influencias mutas, por ejemplo las mareas (véase en la página siguiente el apartado Mareas).
La superficie de la Luna presenta, incluso sin ser observada con grandes telescopios, unas zonas bien definidas por su tonalidad oscura o clara, lo que dio lugar a la creencia de que las más oscuras estaban cubiertas de agua. De ahí que estas zonas oscuras fueran denominadas "mares" y las claras "continentes". Los mares son llanuras escasamente accidentadas, que ocupan alrededor de la mitad de toda la superficie visible. Por su parte, los continentes son regiones extremadamente abruptas, con montañas de gran altura, como los montes Leibniz, que alcanzan los 8.200 metros de altitud.
La superficie lunar
presenta zonas oscuras y otras más claras, que se ha convenido en llamar
mares y continentes
En las regiones continentales existen formaciones características del relieve lunar: los circos o cráteres, consistentes en formaciones montañosas circulares cuyas paredes interiores son fuertemente verticales, en comparación con el exterior, que es de pendiente suave. Estos circos pueden llegar a profundidades de hasta 5 km. y diámetros superiores a 200 km.; el mayor diámetro registrado es el del volcán Clavius, con 227 km. Se sabe, gracias a los ingenios espaciales, que sólo la cara visible de la Luna posee mares, siendo casi inexistentes en la cara oculta.
En la cara oculta de la
Luna, aunque existen mares, éstos son muy escasos