Imagen del cometa Borrelly, visto por la nave Deep Space1
A lo largo de la historia, la gente se ha asombrado y alarmado por los cometas, las estrellas con “cabellera”, que aparecían en el cielo sin previo aviso y de manera impredecible. Ahora sabemos que los cometas son restos de hielo sucio procedentes de la formación de nuestro sistema solar alrededor de 4.600 millones de años atrás. Se encuentran entre los objetos menos modificados de los sistemas estelares que conocemos y, como tales, pueden dar importantes pistas sobre la formación de nuestro sistema solar. Podemos predecir las órbitas de muchos de ellos, pero no todos.
Alrededor de una docena de nuevos cometas se descubren cada año. Los cometas de periodo corto son más predecibles, ya que emplean menos de 200 años en trazar la órbita al sol. La mayoría proceden de una región de cuerpos helados más allá de la órbita de Neptuno. Estos cuerpos de hielo, según distintas denominaciones, son objetos del Cinturón de Kuiper, de Edgeworth-Kuiper o también transneptunianos. Menos predecibles son los cometas de período largo, muchos de ellos proceden de una lejana región llamada nube de Oort, que se encuentra alrededor de 100.000 unidades astronómicas (es decir, 100.000 veces la distancia media entre la Tierra y el Sol). Estos cometas puede emplear hasta 30 millones de años en completar una vuelta alrededor del sol. (como sabemos la Tierra necesita sólo 1 año para completar la órbita del sol.) Tanto como un trillón de cometas pueden residir en la nube de Oort, en órbita alrededor del Sol, cerca del borde de su influencia gravitacional.
Cada cometa tiene sólo una pequeña parte sólida, llamada núcleo, a menudo no más de unos pocos kilómetros de diámetro. El núcleo contiene trozos de hielo y gases congelados, con pedazos de roca incrustada y polvo. En su centro puede existir un pequeño núcleo rocoso.
Cuando un cometa se acerca al Sol, comienza a calentarse. El cometa es entonces lo suficientemente brillante para ser visto desde la Tierra, mientras que su atmósfera (la cometa en si) se hace más grande. El calor del Sol hace que el hielo en la superficie del cometa despida gases, que son fluorescentes, como el de un letrero de neón. En el lado caliente del Sol pueden liberar polvo y gas a lo largo de decenas de miles de kilómetros. Los materiales que escapan de un cometa en este estado, pueden ocupar cientos de miles de kilómetros de diámetro.
La presión de la luz solar y el flujo de partículas cargadas eléctricamente, llamado viento solar, desplaza los materiales del cometa formando largas y brillantes colas. A veces estos elementos se observan por separado, por un lado la cola de iones cargados eléctricamente y por otra una cola arqueada de polvo. La cola de un cometa siempre apunta a una zona alejada del Sol.
La mayoría de los cometas viajan a una distancia segura del Sol, sin acercarse en exceso. El famoso cometa Halley, por ejemplo, no se acerca nunca a menos de 89 millones de kilómetros del Sol, aunque es más cerca del Sol que de la Tierra. Sin embargo, algunos poco cometas si se acercan al Sol y terminan estrellándose contra él, o lo suficiente para quedar vaporizados por las altísimas temperaturas que deben soportar.
Los impactos de los cometas desempeñaron un papel importante en la evolución de la Tierra, sobre todo durante su temprana historia hace miles de millones de años. Algunos creen que trajeron agua y una variedad de moléculas orgánicas a la Tierra.
Fuente: NASA