Escrito por José A. Rodríguez
Júpiter es con diferencia el planeta más grande del Sistema Solar. Tiene un radio que es 10 veces superior al de la Tierra. Su volumen es tal que en su interior podrían caber más de 1000 Tierras. Es tan masivo (318 veces la masa de la Tierra) que ni sumando las masas de todos los otras planetas de nuestro sistema se llega a igualarlo. El segundo planeta más grande, Saturno, apenas representa el 30% de la masa de Júpiter. Júpiter es el gigante del Sistema Solar.
La gran esfera de gas
El planeta Júpiter es muy diferente al nuestro. La Tierra y otros planetas como Marte, Venus o Mercurio son denominados “planetas rocosos” porque están fundamentalmente formados por rocas (sólidas en el exterior, fundidas en el interior). Júpiter y los otros planetas más alejados (Saturno, Urano y Neptuno), sin embargo, son “planetas gaseosos”. Y es que Júpiter es básicamente una gigantesca esfera de gas, compuesta por un 86% de hidrógeno y un 14% de Helio y otras moléculas en menor proporción: monóxido de carbono, agua, amoníaco, metano, acetileno, etano… Estas son las responsables de las franjas de colores que se observan en la superficie del planeta.
¿Qué hay detrás de las nubes de gas?
Interior de Júpiter: hay un gran océano de hidrógeno metálico. Núcleo: puede haber una masa de roca y hierro.
A gran profundidad por debajo de las nubes de Júpiter, el peso de las capas superiores de la atmósfera produce presiones muy elevadas que cualquiera de las existentes en la Tierra, presiones tan grandes que los electrones se escapan de los átomos de hidrógeno. Esto da lugar a la formación de una sustancia muy interesante: el hidrógeno metálico en estado líquido, un estado físico que nunca se ha logrado en la Tierra. Se cree que el hidrógeno metálico puede ser un superconductor a temperaturas moderadas, es decir, un material que permite el paso de la electricidad a través de él sin ofrecer ninguna resistencia. Si se pudiera fabricar en la Tierra, produciría una revolución en la electrónica.
En el interior de Júpiter, dónde las presiones son tres millones, a veces superiores, a la presión atmosférica de la superficie de la Tierra, no hay casi nada más que un gran océano oscuro de hidrógeno metálico. Pero en el núcleo mismo del planeta puede haber una masa de roca y hierro, un mundo parecido a la Tierra escondido en el centro del planeta más grande.
Una estrella que fracasó
Cuando el Sistema Solar se condensó a partir del gas y el polvo interestelares, Júpiter adquirió la mayoría de la materia que no fue expulsa hacia el espacio interestelar y que no cayó en el interior para formar el Sol. Si Júpiter hubiera tenido una masa diversas docenas de veces superior, la materia de su interior habría sufrido reacciones termonucleares, y Júpiter habría empezado a brillar con luz propia. El planeta más grande es una estrella que fracasó. Aún así, sus temperaturas interiores son lo suficiente altas para liberar el doble de energía de la que recibe del Sol. Si hubiera llegado a ser una estrella a luz visible, hoy habitaríamos en un sistema binario, es decir, de dos estrellas, con dos soles en nuestro cielo, y las noches serían menos frecuentes. Esto no es un hecho extraordinario; sucede en incontables sistemas solares de la galaxia Vía Láctea. Sin duda pensaríamos que esta circunstancia es natural y encantadora.
Días de 10 horas
Júpiter gira muy rápido sobre su eje. En menos de 10 horas el planeta realiza una rotación completa. Es decir, el día en Júpiter es de tan sólo 10 horas, mientras que el terrestre es de 24 horas. Si a esto añadimos el hecho que tiene un radio mucho más grande, podemos deducir que la velocidad lineal al ecuador de su superficie es enorme, concretamente unas 27 veces superior a la de la Tierra.
La gran mancha roja
El sistema de vientos y corrientes de la atmósfera de Júpiter es uno de los más complejos y caóticos del Sistema Solar. Uno de los fenómenos más destacados que produce es la característica “grande mancha roja”. La gran mancha roja es un anticiclón (como el famoso anticiclón de las Azores, una enorme tormenta permanente). Esta mancha cambia y varía su forma y su tamaño y no siempre ha existido. Actualmente tiene una medida que doblaría la de la Tierra y el viento que gira llega a los 400 km/h.
Recientemente se ha confirmado que a Júpiter ha aparecido otra tormenta permanente, la denominada “Óvalo Blanco BA” o Mancha “roja júnior”, que se ha creado al unirse varios anticiclones más pequeños y que también se encuentran en el hemisferio sur del planeta. Tal es la complejidad de la atmósfera de Júpiter que no es de extrañar que a lo largo de este siglo se sigan viendo cambios de este tipo: que desaparezca la gran mancha roja, que aparezcan de nuevas o que la pequeña mancha roja crezca y evolucione.
Júpiter también tiene anillos
Una de las características menos conocidas de Júpiter son sus anillos. Igual que Saturno, pero de una forma muy espectacular, Júpiter cuenta con 3 extensos anillos denominados: disco difuso, anillo principal y halo.
¿Puede haber vida en Júpiter?
La vida tal y como la conocemos no es posible en Júpiter. Pero sí queda la posibilidad que haya vida en algunas de sus lunas. Es posible que las lunas Ganimedes y Europa posean un océano de agua líquida en su interior, que podría sostener algún tipo de forma de vida microbiana e incluso más compleja.
Un pequeño sistema solar en miniatura
Si Júpiter hubiera sido algo más grande se hubiera convertido en una estrella. Sin embargo, es lo suficiente grande como para atrapar con su campo gravitatorio una gran cantidad de objetos que llegan al Sistema Solar (probablemente nos ha protegido del impacto de muchos asteroides). Así, Júpiter cuenta con una de las cohortes más extensas de satélites, asteroides, anillos y otros planetoides que orbitan a su alrededor. Se han identificado hasta 63 satélites de Júpiter; pero no es de extrañar que se puedan encontrar más puesto que los 23 últimos se descubrieron en el 2003. Es tan complejo el sistema de satélites de Júpiter que más que conocer cada uno de ellos por su nombre se reconocen por grupos.
Las lunas galileanas de Júpiter: Ión, Europa, Ganimedes y Calisto.
Lunas galileanas: Calisto, Ión, Ganimedes y Europa son las lunas que Galileo pudo descubrir a través de su primer y rudimentario telescopio. Son las más grades. De hecho Ganímedes es la luna más grande de todo el Sistema Solar, siendo un 50% más grande que nuestra Luna.
Lunas del grupo de Almathea: son más pequeñas y orbitan a mucha menos altitud que los satélites galileanos. Son Almathea, Metis, Adrastea y Tebe. Son rocas pequeñas de formas pseudoesféricas.
Satélites irregulares: el resto de satélites constituyen un grupo de lunas más externas e irregulares, casi todas muy pequeñas. En su mayoría son asteroides capturados por la enorme gravedad de Júpiter, así hasta completar las 63.
Pero Júpiter también se rodea de un grupo de asteroides a los cuales arrastra a su órbita alrededor del Sol, los denominados asteroides troyanos, que se cuentan por centenares.
Ficha
Nombre: Júpiter
Posición en el Sistema Solar: 5a
Radio medio: 778.330.000 km
Masa: 1,899×1027 kg
Distancia media al Sol: 43 minutos/luz
Periodo orbital: 11 años 315 días 1,1 horas
Periodo de rotación: 9 horas 55 minutos 30 segundos
Fuente: portaleureka.com
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