De nuevo la administración postal croata nos sorprende con otra bella emisión postal dedicada a las islas y sus eternos vigilantes: los faros en una de las zonas donde abundan los paisajes y esos mudos vigilantes de la seguridad naval.
Plocica es el primer sello que inicia este nuevo grupo de tres y que comenzaron a circular el 26 de septiembre de 2013, tiene un facial de 4,60 Kunas y nos muestra una imagen aérea de esta isla que en el invierno queda partida y entonces los lugareños hablan de la Plocica Oriental y la Plocica Occidental. La pequeña isla se localiza apenas a diez kilómetros de HVAR y es uno de esos puntos vitales para la seguridad en la navegación por el corredor de los canales de Peljesac y Korcula (la patria chica de uno de los más grandes viajeros de la historia: Marco Polo).
Fue la peligrosidad de estas aguas y sus salientes rocosos el imperativo que indujo a las autoridades del entonces Imperio Austro-Húngaro a construir el faro que diera seguridad a la navegación. El edificio se levantó en 1887, junto a él, para asegurar una cierta autonomía de los fareros, se plantaron tamarindos, olivos e higueras.
En la facha principal se construyó la torre que alberga el haz luminoso, el interior habitable tiene 165 metros cuadrados útiles y el entorno está protegido por un largo escucho de piedra del lugar a fin de evitar los embates de las grandes resacas y, sobre todo, los fuertes vientos que azotan esta parte del Adriático que, a veces, dejaba a los fareros sin posibilidad para usar el boto con el que regularmente se desplazaban hasta Prigradica en la costa norte de la isla mayor de Korcula en donde se aprovisionaban para sus necesidades básicas.
La tradición oral dice que antaño esta era una zona de gran riqueza en sus aguas y los fareros nunca tenían dificultad para llenar sus redes de suculentos peces que, en cierta medida, fue lo que hizo que allí, a pesar de su aislamiento, nacieran varias criaturas. En algunos momentos de su historia, varias generaciones nacieron y murieron aquí gracias precisamente a la abundancia de sus recursos y el abnegado trabajo de los fareros que, en ocasiones, tenían que ser autosuficiente incluso a la hora del parto.
En la parte central de la zona sur hay una inmensa cruz de piedra que es el directo homenaje a un pescador que acabó estrellándose contra las rocas un día de tempestad. Las mejores vistas se consiguen en la parte oriental de la isla y a la hora del atardecer cuando el azul del cielo se ve transformado por las mil y una formas que el astro rey imprime a la bóveda celesta y en donde el faro es el testigo de la presencia humana que, en cierta medida, eclipsa la belleza natural.
La instalación fue restaurada en 2001 y a partir de esa fecha se inicia también la explotación turística y cualquiera que se lo proponga puede pernoctar en varias decenas de estos imperturbables vigilantes del mar que ahora funcionan de manera automatizada. Centenares de artículos explicando este uso y loando la belleza del Adriático en las más prestigiosas revistas de turismo europeas y norteamericanas están haciendo que el éxito de esta forma de hacer turismo tenga un gran predicamento y en ocasiones se tenga que esperar mucho tiempo para que uno se encuentre con la posibilidad de disfrutar de tan peculiar alojamiento. Decenas de personas acuden, año tras año, en busca de tranquilidad y en el verano a disfrutar del mundo submarino que contrasta, por su riqueza, con otras zonas más populares pero con menos recursos.
Stoncica aparece en el valor de 5,80 Kunas, está construido sobre un promontorio rocoso de la zona noroeste de Vis y pasa por ostentar una de las torres más altas de todos los faros del Mar Adriático, sin duda una de las instalaciones más apartadas en esta zona de las islas dálmatas que, hasta 1989, estuvo vetada al turismo porque en ella estaba la base militar y hoy es un centro que atrae varios miles de visitantes que compren, sobre todo durante el estío, la tradicional hospitalaria vida de los lugareños.
Aquí fue donde Dionisio de Siracusa montó sus dominios sobre el Adriático y los griegos fundaron la ciudad de Issa. A pesar de lo relativamente pequeña (sus cuatro núcleos habitados apenas sobrepasan las 4.000 almas) su pasado histórico fue cualquier cosa, menos aburrido. A los helenos les siguieron los romanos, bizantinos y los venecianos que llegaron en 1420.
Ya en tiempos más cercanos, la II Guerra Mundial, fue base para las fuerzas partisanas del Mariscal Tito y hoy aún se conserva la cueva en la que el histórico personaje se reunía con sus fuerzas, es uno de esos puntos de atracción turística y fotográfica para los trotamundos del siglo XXI. También aquí se produjeron las negociaciones que sellaron la posguerra de los territorio de la entonces Yugoslavia hasta que la república federativa quedó desmembrada y acabó en sangrientos enfrentamientos en esta zona de Europa que todavía supuran.
Para los amantes de los restos pétreos, en la ciudad de Vis –en donde nos deja el transbordador- tiene una peculiar iglesia de piedra en estilo renacentista y una buena cantidad de edificios gótico-venecianos. Al otro lado de la isla que apenas tiene 90 km², nos encontramos el castillo veneciano de Komiza y unas playas que invitan al relax más absoluto y desde donde podemos tomar un barco que nos puede llevar a la famosa Modra Spilija o Cueva Azul de la aún más pequeña isla de Bisevo (apenas un centenar de pescadores viven aquí en sus tradicionales y perennes casas de piedra).
El faro lo tenemos a algo más de una hora de agradable paseo desde Vis; desde que fuera erigido es una de las principales referencias para los navegantes y su haz luminoso llega a más de 25 kilómetros y durante la noche es la principal referencia en una zona de abundante tráfico naval, especialmente para los navíos que realizan las rutas entre Hvar, Kor?ula y Lastovo. La construcción se levantó en una zona rocosa de alta siniestralidad en 1865 sobre un promontorio que separa las bahías de Smokvina y Ston?ica.
Debido a las peculiares características y la turbulenta historia de la región, era una posición estratégica a la que se le dotó de barracones y donde estuvieron desplazados los militares encargados de su defensa que prácticamente eran totalmente dependientes de tierra firme pues el escaso suelo apenas deja paso a unos exhaustos arbustos.
La parte inferior tiene una superficie construida de 250 m² y cerca del edificio principal encontramos otro que en su día fue el almacén y en donde actualmente nos encontramos una típica taberna preparada de acuerdo con la tradición dálmata. El faro está totalmente automatizado y el agua de lluvia todavía se recoge y aprovecha en la vieja cisterna.
Los pescadores y yates de recreo suelen tener aquí un punto clave para sus viajes por la zona, sobre todo cuando los implacables vientos azotan la región; también se pueden admirar los restos de una gran batalla naval que tuvo lugar en 1866, pocos meses después de finalizarse la obra. El Almirante Tegetthoff se enfrentó a una flora italiana que quedó prácticamente hundía en su totalidad. Muchos de aquellos barcos que naufragaron ante la violencia del encuentro son hoy el gancho que atrae a submarinistas de medio mundo que siempre tratan de extraer algún recuerdo de aquella batalla.
Sucuraj es el faro que aparece en el último facial de 7,60 Kunas, éste se halla frente a la ciudad costera de Gradac y en la alargada isla de Hvar donde el visitante tiene innumerables joyas arquitectónicas y naturales que le han valido el calificativo de “Perla del Adriático” (también le aplican el del Jardín o La Madeira ). Estas tierras tienen una antiquísima historia que arranca en el siglo IV a.C., cuando los vecinos de Issa (Vis) fundaron aquí los asentamientos de Pharos y Dimos, son relativamente fáciles de detectar las huellas de romanos, bizantinos, croatas o venecianos que ejercieron su control casi durante cinco siglos, hasta 1797. En su capital fortificada en el XIII-XIV está coronada por la antigua residencia del alcalde en la fortaleza La Španjola que se erigió en 1551 ¿por qué ese nombre? Seguramente son reminiscencia de aquella gran época histórica de nuestro país y que contrastas con la pobreza de miras que aqueja a los políticos españoles del XXI.
La isla en sí misma es un microcosmos que sorprende y relaja al visitante a pesar de sus 288 km² de perímetro y una distancia de 69 kilómetros en su parte más alargada que alberga a poco más de 10.000 personas y tiene cerca de 3000 horas de sol al año que la han convertido en un privilegiado punto para los turistas durante el caluroso verano. Las tardes, sobre todo en época de floración, quedan impregnadas por el perfume de la lavanda que inunda el ambiente. El pueblecito en donde se localiza el faro tiene una magnífica bahía y conservan también los restos de un viejo castillo que los venecianos levantaron en 1630. Los mayores asentamientos humanos se producen en el XV cuando los turcos dominaban esta zona del continente europeo-. Como tantos otros faros, su automatización, a finales de los años noventa, acabó con sus últimos fareros.
El imperio austro-húngaro desarrolló un ambicioso programa de construcción de ayudas a la navegación a finales del XIX, aquí el haz luminoso parte desde una torre relativamente modesta, apenas 14 metros de altura y los tamarindos centenarios resisten los fuertes vientos que azotan la zona, su vieja cisterna de recogida del agua pluvial continua en servicio y está conectado con la red eléctrica que le asegura su funcionamiento.
Este faro está considerado como el edificio histórico mejor conservado de toda la isla tras la destrucción de la Iglesia de San Jorge en el XIX. Está conectado con el pueblo por medio de un precioso paseo de poco más de 500 metros . Su superficie habitable totaliza los 110 metros y cerca de él tenemos la Grapceca Cave con una de esas leyendas épicas de los ciclópeos Odisea y Polifemo. También el período neolítico, existen unas pinturas que muestran al barco más viejo que se tienen referencias de todo el continente europeo. Los 500 habitantes de la zona pasan casi desapercibidos para el visitante.
Tres bellos sellos montados en base a la fotografía aérea que nos muestran estas zonas donde los milenarios bosques de pino mediterráneo impregnan la atmósfera y sus aguas azules invitan a refrescarse, especialmente en la época estival, pero donde uno también puede disfrutar de una tranquilidad, buena gastronomía y rincones verdaderamente de ensueño.
La emisión ha sido realizada por Orsat Frankovic ¿un lejano pariente mío?, de Zagreb y las fotografías de Andrija Carli, hojas minipliego de diez ejemplares y 100.000 efectos de tirada para cada motivo realizado en offset multicolor que comenzaron a franquear la correspondencia el 26.09.2013
Nota:
Elaborado con los materiales facilitados por el Correo Croata.
www.posta.hr filatelia@posta.hr HP-Hrvatska posta d.d.
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JUAN FRANCO CRESPO
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