La administración postal de esta isla del Canal de la Mancha, fue la segunda en utilizar el sistema denominado Post & Go por el Royal Mail, también sucumbió a la hora o la etapa globalizadora que está destruyendo el mundo del correo [de paso están colocando unas tarifas realmente estratosféricas, como ejemplo la subida de casi el 30% que aplicó el correo español para las tarifas del 2016 en carta europea] y haciendo irreconocible el mundo de la filatelia ya que a los sellos autoadhesivos les han incorporado los de tintas simpáticas [algunas de esas sorpresas se las lleva el aficionado cuando decide lavar –desprender el papel al que la estampilla está adherida- y que ha ido guardando, pacientemente, en la caja a la espera de tener suficientes para hacer esa placentera actividad de despegue y clasificación, algo cada vez más difícil por cuanto apenas el 5% de las cartas llegan con sello a nuestros buzones], las impresoras térmicas de las etiquetas que lentamente se van evaporando o el engomado que con el paso del tiempo hace que se desprendan y los flamantes sobres de primer día [pagados a precios de oro y con el correspondiente IVA] sean algo totalmente inútil cuando lo único que queda es una mancha química al desprenderse por el simple paso del tiempo, el signo postal automatizado.
Pero no importa. Los servicios postales y sus adláteres parecen no tener hartura y siguen estafando ¿o es embaucando?, a los pocos filatelistas que parecen estar entrando también en la catalogación de especie en vías de extinción aunque, seguramente, la ONU no perderá el tiempo lanzando timbres como especie en vías de desaparición para engrosar la economía multimillonaria de sus ineficaces servicios, pero curiosamente, ahí están desde que descubrieran el chollo de vivir a costa del presupuesto de la cosa pública. Se llenan la boca de buenas intenciones, informes por toneladas y los problemas creados por los humanos –políticos y sus congéneres- se enquistan y con los medios del momento, hasta se nos hacen imprescindibles en las pantallas televisivas.
Guernsey entró en ese peculiar mundo el pasado mes de septiembre cuando lanzó sus primeras etiquetas con el escudo de armas insular. El 17 de febrero de 2016, aprovechando la emisión de su hojita anual para las especies en peligro de extinción, lanzaba también seis nuevas etiquetas parcialmente impresas y que están disponibles desde su célebre Envoy House donde ha sido instalada la máquina que es utilizada por el propio usuario bajo el esquema de negocio “hágalo usted mismo” [encima tú tienes que dedicar tu tiempo y esfuerzo y ellos, a cambio, te cobran el servicio cada vez más caro]. En la parte inferior izquierda aparece el número de la máquina y del envío, evidentemente, si atendemos a esa peculiaridad, todas ellas serán diferentes entre sí gracias a la numeración correlativa de los envíos. Luego aparecerán errores de impresión, borrosas, parciales, etc.
El tema escogido para esta segunda serie ha sido el de la fauna insular, desde el burro plateado [lamentablemente ya extinguido en la isla y parece va también camino de ser una especie exótica incluso en la Unión Europea. Qué lejos nos queda aquella joyita literaria de Platero y Yo: hoy no podría escribirse], la célebre vaca marrón, el macho cabrío, la foca, el frailecillo [tantas veces confundido por los periodistas de EL PAÍS o LA VANGUARDIA con un pingüino] y el exótico erizo rubio o albino.
Como complemento a la información, decir que se trata de etiquetas autodhesivas y acifradas, la tarifa viene expresada por letras: dos para cartas de hasta 20 gramos de peso (ROW y EU), dos más para la correspondencia del servicio interior y las otras dos para el tráfico postal con las islas británicas. Han sido realizadas en bobinas por la Walsall Security Printing, diseñador Andrew Robinson y comenzaron a circular el 17 de febrero de 2016.
JUAN FRANCO CRESPO
lacandon999@yahoo.es
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