Con paciencia y las condiciones adecuadas las castañas han germinado. Enterré más de 40 semillas a primeros de noviembre en el invernadero, y un mes y medio después ya asoman las primeras hojitas, no sin antes bregar con un ratoncillo de campo que me hizo una «desfeita», como decimos en Galicia cuando algo está «hecho unos zorros» o «quedó para el arrastre» (echando mano de nuestro rico refranero popular). El curioso roedor dio buena cuenta de más de la mitad de las semillas, arrancándolas de su lugar y dejando un visible hueco vacío, con las pruebas evidentes del delito a su alrededor en forma de corteza de castañas convertida en cascarilla. No ha regresado, debió quedar bien satisfecho.
Las plantitas aún son muy jóvenes, dejaré que tomen un poquito más de altura y allá por la primavera las llevaré al monte. Antes pasaré la desbrozadora por toda la superficie, y haré un marco de plantación de como mínimo 6×6 metros, ya que este árbol tiene mucha envergadura y necesita ese espacio al menos (lo recomendable son unos 10 metros de distancia entre árboles). Para que las raíces no sufran, romperé la bolsa con mucho cuidado una vez posada en el hueco abierto, con objeto de que no se desmorone la tierra del interior. Previamente le habré preparado una cama con el abono o compost de que disponga, y posteriormente la cubriré con un poco de tierra para que las raíces no estén en contacto directo con la acidez del abono.
Para los que deseen seguir la primera parte de este artículo, donde explico todo el proceso de germinación, así como una breve historia y origen del castaño, lo pueden hacer en el siguiente enlace:
https://natureduca.com/blog/castano-vs-eucalipto-germinando-castanas-en-el-sur-de-galicia/
