El muérdago y los Druidas galos

La mayoría de vosotros habéis oído hablar de los druidas galos y del muérdago, porque unos famosos personajes de comic los hicieron populares: Panorámix, Axtéris, Obélix…  creados por el dibujante francés Albert Uderzo.

Hay mucha historia y mística en el mundo que inmortalizó este autor, y de hecho él utilizó a los galos como base para sus historietas precisamente por la gran carga cultural que evocaban esos pueblos de la Europa occidental, uno de los cuales eran los Celtas, y que ocupaban un espacio llamado Galia por los romanos, hoy dividido entre Francia, Bélgica, Suiza, Holanda y Alemania.

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Los galos eran silvícolas por excelencia, es decir, cultivadores de los montes y bosques, y fervientes adoradores de bosques y árboles. Testigo de esto son: la selva de los Carnutes, que fue un centro de peregrinación de la religión druídica; la cordillera de los Vosgos en el Noreste francés, la hermosa región de los Ardennes, en el Sur de Bélgica; la Selva Negra, en el Suroeste de Alemania, etc., sitios todos ellos de verdadero culto a las divinidades forestales.

Entre los galos, el roble era el árbol sagrado por excelencia, sobre todo si llevaba el muérdago, una planta parásita que era objeto de particular veneración. La recolección del muérdago daba lugar a interesantes ceremonias, que ya describió Plinio el Viejo (23-79 d.C) en el libro nº 16 de su Historia natural.

Entre los druidas (sacerdotes de los galos), nada era más sagrado que el muérdago y el árbol a que éste estaba adherido, especialmente si era un roble, el cual escogían con preferencia para poblar sus bosques sagrados, y no practicaban ceremonia religiosa alguna sin la presencia de sus ramas.

El muérdago criado en la corteza de un roble, era mirado a modo de un enviado celestial y como una señal de la elección que Dios mismo había hecho del árbol.

Pero, encontrar el muérdago adherido a un roble era un fenómeno poco frecuente, y al hallarlo se le recogía con gran ceremonial. Ante todo, se había de coger en el sexto día de la luna, día que era el comienzo de sus meses, de sus años y de sus siglos, que duraban treinta años; día en el que la luna, aunque no en la mitad de su carrera, estaba ya en la plenitud de su fuerza y al que daban un nombre que significa remedio universal.

Una vez preparado debajo del árbol todo lo necesario para los sacrificios y para un banquete, traían dos toros blancos, a los que se les ataban por primera vez las astas, entonces subía al árbol un sacerdote vestido de blanco y cortaba con una podadera de oro el muérdago, el cual caía en una saya blanca; luego se inmolaban las víctimas.

En su tiempo, era una creencia común que el muérdago, tomado en bebida, daba la fecundidad a los animales estériles (por su verde perenne) y servía de triaca contra toda clase de venenos.

El autor de Asterix y Obelix le dio una propiedad mágica a la pócima de esta planta en unión de otros vegetales, y que traía de cabeza a los romanos que intentaban conquistar la región de los galos. El éxito literario de estos personajes hizo ampliamente famoso el muérdago, pero la verdad es que sus virtudes se reducen a propiedades cardiotónicas, hipotensoras y antiespasmódicas, es decir, más medicinales que sagradas.

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Abel Domínguez

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