Esta planta, conocida científicamente conoce como Digitalis purpurea, es muy familiar para mí, pues me crié con ellas a mi alrededor en una zona rural de Galicia. Les llamábamos vulgarmente «troqles», una onomatopeya del sonido que producían cuando los niños jugábamos a hacer explotar sus campanillas, tapando con dos dedos los extremos abiertos y golpeándolas con fuerza contra la palma de la mano. Los mayores le daban varios nombres, entre ellos «estralotes», que en gallego viene a ser algo así como «estallidos» o «estallidores»; y «dedalera», por el parecido con un dedal que tenían sus flores campaniformes.
Abundaban por gran cantidad de sitios no cultivados, y muchas veces escoltaban nuestro caminar al borde de los senderos con su porte majestuoso que podía superar el metro y medio de altura, mostrando un llamativo color rosáceo o rojo intenso. Hasta que comencé a interesarme por los temas de Naturaleza, no sospechaba que esa planta tan común para mi pudiera tener las propiedades que descubrí.
Afortunadamente no se me ocurrió nunca investigar a qué sabía la Digital, pues no resultaba nada extraño en mí infancia realizar mis propias analíticas empíricas sobre el sabor, textura y demás cuestiones ante cualquier fruto que llamara mi atención. Tal vez me detenía el fuerte olor que desprendía cuando estrujaba los tallos.
Más tarde supe que aquella planta era una auténtica joya para la farmacología. Produce una serie de sustancias activas encuadradas dentro de los glucósidos, taninos, ácidos, etc., de gran utilidad en las afecciones cardíacas. Es más, tales sustancias, como la digitoxina, todavía no han podido ser sustituidas por ningún otro producto, y por tanto esta planta es, en ese sentido, «única».
Desde hace siglos se ha utilizado la Digital como un excelente cicatrizante de las heridas externas, pero su uso interno ya son palabras mayores, y ese campo queda absolutamente reservado a la farmacología. Una dosis adecuada permite regular con eficacia el ritmo cardíaco, pero es tan crítica y ajustada, que un solo gramo de más puede traer serias consecuencias. La dosis administrada puede resultar una medicina o un veneno: diez gramos de una hoja de Digital puede causar la muerte a un adulto. A los pocos minutos de su ingestión se producen severas arritmias cardiacas, la actividad del sistema nervioso simpático queda inhibido y el corazón reduce drásticamente su latido y presión arterial, como consecuencia se alcanza la muerte súbita por parada cardiaca.
A este respecto, cabe citar a Paracelso, el famoso médico y alquimista de la Edad Media, precursor de la actual farmacología, que afirmaba: «Todo es veneno y nada es veneno, tan sólo la dosis hace que algo no sea un veneno».
Ya veis, esta planta puede ser nuestra aliada o nuestra enemiga, todo depende de la «dosis» con que se mire.