El 20 de octubre de 2007 Juan Antonio Cebrián se fue sin despedirse de su audiencia. El programa de la madrugada "La rosa de los vientos" de Onda Cero quedó huérfano, porque él era el creador e inventor de una forma única de hacer radio.
El estilo radiofónico de Cebrián, unido a la gran profesionalidad de los colaboradores con los que se rodeaba, propició que su programa no fuese uno más en el dial, para terminar convirtiéndose en verdadero objeto de culto.
Los que aprovechábamos las primeras horas del día para trabajar delante del ordenador, esperábamos como una rutina su personalísima y cariñosa presentación a los oyentes: "Os saluda vuestro amigo y compañero Juan Antonio Cebrián, encantado y felíz como una lombriz".
No dejábamos de admirar la capacidad comunicativa de este genio. En sus "Pasajes de la historia", acompañado de los efectos sonoros que le preparaba su equipo, narraba la vida y hechos de numerosos personajes históricos con un estilo que enganchaba. Con su voz, era capaz de plantar a los oyentes en medio mismo del campo de batalla de Waterloo, y que sintieran como silbaban las balas de cañón entre las fuerzas de Napoleón y Wellington; o convertir a Juana la Loca en un fascinante personaje radiofónico.
Ahora que ha fallecido he sabido cosas de él que ignoraba, y que me han sorprendido sobremanera. Por ejemplo, que jamás utilizaba un solo papel para leer sus "Pasajes de la historia", algo que resulta sorpendente a los que escuchábamos aquella voz segura que nos transmitía una poderosa carga emotiva, describiendo cada hecho con todos los detalles y pausas bien medidas, lo cual significaba poseer un gran memoria y confianza en sí mismo. Pero, mi sorpresa fue aún mayor cuando supe que Cebrián era ciego, algo que nunca desveló en antena, y que hemos conocido ahora en que afloraron detalles personales y de su familia, como por ejemplo que su esposa siempre estaba a su lado programa tras programa.
También supe que Cebrián era una persona muy solidaria. Sus libros le permitieron obtener un abrumador éxito de ventas; todos los beneficios los entregaba a entidades benéficas.
A sus 41 años le falló lo que tenía más grande, su corazón. Se nos ha ido un gran hombre de radio, un ser solidario y un divulgador de la historia inigualable.
Adiós amigo, siempre te recordaré.
Abel Domínguez.
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