LA RADIO EN LA LITERATURA: HIJO DE LA IRA

“Los cobardes son siempre los que escriben la historia”
[Francisco Ramos, Hijo de la ira, página 87]

La presente reseña, es fruto de la casualidad, porque no esperas que la radio esté presente en prácticamente cualquier libro que compras, pero así ha sido una vez más. Le hinqué el diente a HIJO DE LA IRA [nada que ver con la gran novela homónima de Jim Thompson, con lo que nos preguntaríamos ¿casualidad o premeditación al escoger el título de la obra?] no porque el título me apasionase, tampoco porque la fotografía de portada me sedujera, simplemente porque estaba novelando unos hechos de mi provincia de nacimiento y que encontré por casualidad un día que está dando vueltas por la librería. No quería que me pasara lo que en otra ocasión dejé para el último momento y al final regresé a casa sin una veintena de obras que eran un tesoro sobre nuestra INCIVIL. Pero en fin, esa es la realidad, algunas de las cosillas que me traje de aquel viaje hablan de hechos totalmente diferentes a los que la tan cacareada Memoria Histórica quiere reinterpretar cuando sus máximos protagonistas están ya fuera de circulación.

Se trata de la novela de Francisco Ramos Herrera [Bellmunt del Priorat-Tarragona, 1948] realizada por Ediciones Osuna. Curiosamente me recordaba a aquellos libros de mi juventud en los que se evitaba, de entrada, dejar rastro: o sea, como si fuese algo prohibido [no consta registro o depósito legal, tampoco año de edición, ni mucho menos dirección de contacto]. Vaya que da la sensación que tampoco había mucho interés en divulgar ese material a pesar de las odas laudatorias que se le dedican en la caratulilla interior al autor. De otra manera no me explico tan imperdonable olvido: ni un triste apartado de correos para ponerse en contacto con el autor, ni una triste pista de dónde se imprimió “la joyita”.
Sinceramente, finalizada la lectura, uno tiene la sensación de que cualquier cosa puede escribirse y quedarse tan pancho [bueno cada uno se gasta sus cuartos en lo que le da la gana, porque en ningún lado aparece que haya estado “subvencionada” esta edición]. No la catalogaré de panfleto, tampoco de libelo. Algo que sí ocurrió con otras reseñas anteriores, pero tampoco es algo para echar cohetes. Vamos que es una de aquellas “novelitas” que uno lee prácticamente porque está sin saber qué hacer. El Sr. Ramos, seguramente, es un gran profesional de la medicina, pero en la novela que tenemos en las manos, la verdad, le falta oficio para la literatura.

Aparte de la desconexión que puede encontrarse [sobresale una bilis cargada de odio que a uno le ponen la piel de gallina] uno llega a preguntarse, como hiciera José Álvarez Junco al afirmar en El País del pasado 4 de enero “Los exiliados en 1939 añadieron al individualismo otro negativo componente del “carácter nacional”: el cainismo, el odio entre hermanos”. ¿De qué madera estamos hechos? ¿A dónde nos lleva esa mala leche o como dirían en mi tierra mala follá? [Por cierto el libro titulado LA MALAFOLLÁ GRANAÍNA tampoco es para tirar cohetes]. En fin que la sensación de soledad y hastío o inutilidad al acabar la “novelita” deja un poso amargo y uno acaba creyéndose que en realidad vivió en un mundo extraño, ya que separan pocos años al autor de la persona que estas líneas escribe. Casi parodiando aquel título que le daba a una pequeña excursión Alhama-Almuñecar ¡Tan cerca-tan lejos!, lo mismo diría hoy pues, analizando los hechos acontecidos en ambas partes de la provincia, en algunos aspectos se diferencian como la noche y el día. Sólo podría coincidir con la visión de un libelo que ya mencionara en algún anterior trabajo. Calificativo que no merece la novela puesto que en ningún momento se califica de memorias.

Resulta chocante lo que novela [deduzco que son los chascarrillos que todo quisqui escuchó de los mayores, luego un poco de aquí y otro de allá para montar una historia a la que le falta consistencia]. Una historia que se salva precisamente por estar novelada y eso la exime del panfleto-libelo, pero tampoco sale bien parada ¡Qué diferencia con DUKE que hace tiempo reseñáramos!
Es más, creo que nuestra obligación no es novelar hechos “tan a la ligera” ya que en los conflictos, quien esté libre de pecado, puede lanzar la primera piedra. Vamos, esto es como el “corralito” de Grecia que estamos viviendo estos días [si alguien se entretuvo en leerme hace más de una década que vaticiné este final] y donde los “constructores” del paraíso de turno no paran de echar las culpas a los demás. ¿Quién ha echado el pulso? ¿Puede una persona realizar tamaña tropelía? ¡Puede! ¿Debe? Esa sería la cuestión, pero que no nos vengan con la murga de siempre: ataco, pero no he hecho nada; como ya se afanan en afirmar las huestes o los seguidores de los populistas de todo el mundo.

También el libro tiene una peculiar impresión donde, fallos de maquetación y faltas de ortografía son constantes, como si tuviesen prisa en editarla o simplemente nadie se entretuvo en darle una pequeña corrección a las galeradas. Vaya que no estamos ante un Pulitzer, más bien ante un trabajo de estudiantes para salir del paso porque el tiempo apremia. En definitiva, un resultado que en nada enaltece el esfuerzo de haber emborronado unos centenares de páginas. Personalmente pensaría que sería el clásico ejemplo a escoger por aquella persona que quiere escribir un libro: evitar los fallos de esa obra le pueden hacer una cosa mucho mejor o si no como dice el refrán: “Zapatero, a tus zapatos”.

En fin, mal vamos por el camino de no aceptar la responsabilidad y de jugar a ventrílocuos con las masas. Al final la factura se paga, aunque tarde [añadimos más dolor al sufrimiento] y la fiesta tiene un mal final. Vamos que tendríamos que preguntarnos, como hiciera Josep Pla, todo eso está muy bien ¿pero quién lo paga? ¡Ah! Por supuesto, mientras no haya una responsabilidad política [fuera la inmunidad para todos e Igualdad ante la LEY, nada de privilegios ni otras zarandajas de género] difícilmente podremos exigirle a los demás el resto. No es nada ejemplar que por doquier te pregunten por qué hay tanta corrupción en España y como respuesta uno tenga que dar el final de aquella célebre película Con faldas y a lo loco: Nadie es perfecto. En fin, dejemos las disquisiciones y vayamos a lo poco que encontré de radio, ¡Que lo disfruten!

“El miedo cundía entre las filas republicanas ante la embestida fascista. Radio macuto hacía más estragos que las descargas de las ametralladoras y el pensamiento de llegar a encontrarse cara a cara con los moros hacía desertar a muchísimos”. [17/18]

”Recostado en el cerro, presidía aquella obra de ingeniería la estancia donde residían los oficiales. En ella estaba el centro de comunicaciones y servía de puesto de mando. A su lado, una cueva mucho más profunda y ancha hacía las funciones de intendencia”. [23]

“Los primeros meses de guerra se vivieron en aquella casa con preocupación y angustia. El desconcierto en que se había sumido a la población era tan grande que las pocas noticias que llegaban de los frentes de guerra hundían más en la desesperación a los “Corzos” y al resto de las familias.

Propagandistas oficiales republicanos, en su mayoría comunistas, que fueron haciendo trabajo de zapa para hacerse con el mando de la situación, compitieron con quintacolumnistas y la voz inconfundible, emitida desde Sevilla por Queipo de Llano [se refiere a las alocuciones radiales que realizaba por Radio Sevilla el militar y que, personalmente, siempre encuadré en el mundo de la propaganda radiofónica o la radio en la oscuridad, preludio de toda la radiodifusión clandestina que llegaría poco después] en arrimar el ascua a su sardina intentando manipular al pueblo llano. Los nacionales “bombardeaban” continuamente con sus avances y sus victorias para minar la moral de la gente que seguía la guerra desde la retaguardia. Los republicanos intentaban contrarrestar este tipo de batallas propalando los éxitos de los milicianos al contener al ejército franquista para mantener la vana ilusión de que el curso de la guerra era favorable a los intereses de la República. (1)

En el pueblo sólo una familia disponía de una radio receptora, consistente en una “prehistórica radio galena”, por lo que se había decomisado y estaba en manos de Vicente”. [181]

(1) Curioso trozo cuando ya está más que demostrado que precisamente la mayoría de las emisoras estaban en manos republicanas y ahora resulta que la que hacía más daño era Radio Sevilla: pues ya sabes, colega, si se ha descubierto el sistema, es de tontos no imitar “lo bueno” [si es que aquello podemos catalogarlo, en cualquiera de sus aspectos como “algo bueno”].

Y hasta aquí la poca radio que encontré en esta obrita que no pasará a la historia ni por su rigor ni por su calidad literaria, pero ahí está por si alguien tiene interés en devorarla, si es que antes no muere de aburrimiento.

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