LA RADIO EN LA LITERATURA: HÁBLAME BAJITO

“Raras veces resisten dos soledades juntas las palabras”
[Rafael García Montero]

Autora Macarena Berlín, Penguin Random House Grupo Editorial, Barcelona, 302 páginas, primera edición mayo 2017. Facebook: macarena.berlin.1

Un nuevo ejemplar de temática radial pasó por mis retinas y podemos afirmar que no todo lo que se publica, merece la pena dedicarle la más mínima atención. Pero, la tentación, tras leer una reseña sobre la novela, una vez más picó la curiosidad e inmediatamente me pasé por la librería, siguiendo el consejo de que es el lugar para buscar un libro (generalmente los encargo a mi quiosquero habitual que en un 99% de las ocasiones realiza un impecable servicio y sin sobrecoste en esta zona fuera de la influencia de la gran capital) y una semana después estaba en su estantería con un añadido de 7€ por transporte.

LA RADIO EN LA LITERATURA: HÁBLAME BAJITO

El señor que vende la prensa, en el 99% de los casos, ha sido capaz de localizar y entregar libros que buscaba y unas librerías, especializadas por tanto, no fueron capaces de hacerlo [en ocasiones incluso descatalogados]. Así que cuando tengo necesidad voy al tocayo de la prensa y nunca más entraré en la librería ante la gran prestancia de sus servicios [¿o es dejadez?] para pagar, además, un sobreprecio por algo que en cualquiera de mis viajes a la Ciudad Condal lo puedo encontrar al precio de portada o se lo encargo al quiosquero que no me cobra nada. ¡Siempre tiene que haber una primera vez y, ahora, entiendo por qué cada vez entra menos gente en la librería!

La historia novelada de Macarena Berlín, técnicamente, arranca bien, pero poco a poco se va enredando y uno va descubriendo inconexiones a lo largo del relato. Saltos al vacío y, sobre todo, una novela centrada en paisajes tan cotidianos de nuestra realidad que basta poner “oídos” en cualquier bar para descubrir que la historia novelada no es nada del otro mundo, porque ¿cuántas parejas no fracasan en nuestros días?

Es cierto que unas fracasan a la semana, al mes o al año. Otras aguantan más el tirón, pero al final, cuando la canoa comienza a hacer aguas, poco más lejos los llevará en ese viaje mucha veces plagado de trampas y de exigencias que no siempre estamos dispuestos a asumir o a aguantar porque se olvida lo esencial: no exijas al otro lo que tú no puedes dar.

Luego de esa historia de cualquier pareja, novelada eso sí, y centrada en el mundo de la radio, de la CADENA SER y de su inolvidable sede en Gran Vía 32 (Madrid) que, en ocasiones me hacen revivir ciertos tiempos pretéritos. Pero no es para tirar cohetes a pesar de ese guiño al pasado que puede darte una sensación de complicidad: el pasado pasó y el presente no se parece en nada a lo que viviste. Olvídate por tanto y hay que hacer caso al mensaje publicitario, rendimientos históricos no quieren decir que puedan darse esos rendimientos futuros: nos vaciaron los bolsillos y los planes de pensiones un verdadero escándalo para los que ya llegamos al final del trayecto y tuvimos que recuperar una verdadera miseria.

Tras 302 páginas, uno queda con un raro regusto, y se acaba preguntando si verdaderamente nos estamos quedando sin cuenta-cuentos o sin cuenta-historias. De entrada, con la mitad de páginas, algo más sintetizado el relato, podríamos, tal vez, haber tenido una novela y un buen libro de radio. Personalmente, estimo, ni lo primero ni lo segundo se dan en esta pieza que está bastante bien redactada pero de un contenido de escasa altura literariamente hablando: faltan tablas y contrasta con las últimas obras leídas (Madách, Pasternak, Sender, Prada, Rolin, Debra Dean, etc.)

Digamos que creo en la calidad y no en quien la escribe, esta gansada del género y los porcentajes, me recuerda más a la Sagrada Familia [que nos estafó durante casi tres décadas y nos ha dejado el oasis hecho unos zorros aunque los recién llegados han provocado tras desastre que ahora si que estamos bajo el suelo] que a la calidad que debemos encontrarnos en cualquier cosa, no vaya a ser que como me ocurrió no hace mucho: por lo que ha pagado y a lo que tuve que contestar, exactamente lo que marcaba el precio, señor, y eso no le autoriza a venderme algo para tirarlo a la basura. Si vale 15€ y yo se los pago, es evidente que debe de funcionar, aunque sólo sea para encender el primer cigarrillo. Si lo tengo que tirar, porque la mitad del libro está en blanco, entonces mejor que lo haga usted y no estafe al que lo ha comprado. Vaya que llegados aquí es mejor pasarse por las librerías de alcance y ver si tenemos algún título o autor que valga la pena. Por cierto encontré una obra de Michener por 2€ centrada en México y cómo disfruté con aquella lectura, qué frescura en sus descripciones, cuánta literatura en su novela y, sobre todo, el humor que el yankee imprimió a sus vivencias en el país azteca.

Demasiada gente ha sido contagiada con la estolidez del consejo de escribe un libro, desembucha todo lo que tienes, desahógate… Es una posición de los fanáticos de la autoayuda, pero dejémonos de idioteces [o de gilipolleces como diría Pérez Reverte] ponerse a explicar tu vida a extraños, por muy novelada que esté, si no le pones un poco de pimienta, algo para enganchar al lector, puede ser una buena terapia para desahogar el sinsabor o la sensación de pérdida o abandono, pero no es precisamente el mejor elixir para atrapar al lector y hacerlo cómplice de tu aventura y, de paso, intentar labrarte un futuro en el competitivo mundo de los escritores. Cada vez hay más libros, pero debemos colegir que no por cantidad tenemos más calidad.

Es cierto que la autora me ha brindado una veintena de frases para mi recetario de pensamientos, pero quitando eso, me da la sensación de haber perdido el tiempo, sobre todo si comparamos con algunos otros escritos recientemente devorados, como el de Sender que me devuelve casi medio siglo atrás cuando disfruté de lo lindo con las andanzas de Nancy por Sevilla.

Vale, podemos decir que está llena de humor, pero ni diseccionó mis miedos ni me facilitó una ruta para poder disfrutar de un libro de radio pero que está orientado hacia la banalidad de la vida que nos ha tocado vivir en este XXI que parece estar dispuesto a todo con tal de sacarnos de las vías.

Entrañables algunos momentos con sus tías o con su padre y su pareja [nos introduce en los matrimonios masculinos que instaurara en su momento otro de esos personajes que hicieron mucho daño a la sociedad y a la economía, aunque todavía haya quien lo eche de menos]. Porque aquí y ahora ¿era necesario desmontar una institución con dos mil años de historia? ¿De verdad no tenía el legislativo más opción que esa? ¿Tanto trabajo costaba introducir una enmienda o un punto en que una vez mayores de edad, salvando los derechos de los herederos legítimos –o sea esa parte que no puedes disponer libremente de ella- todo queda para la persona que previamente has designado en un documento notarial y a todos los efectos equiparable al heredero inmediato: ascendiente o descendiente a efectos fiscales?

En todo caso, con la salvedad de un tiempo determinado desde la fecha en que se hace ese documento para evitar casuísticas o evasivas de las imperdonables deudas reales que son un trágala para cualquiera que hereda y que está provocando verdaderos quebraderos de cabeza cuando el hecho se produce. Y sobre todo, esa pandemia de la servidumbre de la legítima que determinada gente exige incluso antes de producirse el acto luctuoso. ¡Sólo la infancia debería quedar protegida! y, entre adultos, debería eliminarse y que cada uno con lo suyo haga lo que realmente le de la gana sin tener que estar a la casuística de un sistema que te esquilma en vida, trata de liquidarte al importe mínimo (aunque hayas cotizado por la máxima) y, cuando te vas de este mundo, los derechos reales se vuelven a enseñorear de tu esfuerzo para destinarlo a personas que no siempre se lo han ganado. ¡Cuánta violencia eliminaríamos del núcleo familiar y que me recuerdan aquel chiste de la abuelita que fue a colocarse el aparato para la sordera y el operario de la tienda le pregunta si ya se lo ha dicho a la familia y ella le contesta que no, pero en una semana ha cambiado tres veces el testamento!

En definitiva, no me extraña que, a veces, la gente no preste atención a los escritores noveles; la decena que me eché últimamente, ninguna obra cubrió mis expectativas, o exijo mucho o simplemente soy muy poco dado a hincar el diente a autores que creen estar haciendo verdadera LITERATURA.

Juntar palabras y a peso, eso, medianamente, lo saben hacer muchos. Que las historias sean creíbles eso es otro cantar así que, como trabajo de curso, le daría un aprobado y por lo tanto un necesita mejorar para subir al siguiente escalón [la cumbre para esta escritora, personalmente, la veo lejana]. Sería conveniente hilvanar y sintetizar más esos recorridos por lugares trillados.

Cerraré esta reseña con una cita que viene muy bien del libro Doctor Jivago de Boris Pasternak: “Un torrente de palabras con una elocuencia inútil y confusa” no hacen precisamente de HÁBLAME BAJITO una obra de altura; de esas que te enganchan y quieres más. Nos hemos aislado tanto, que creemos que podemos salir al ruedo y quedarnos tan contentos con lo que hacemos, quiero pensar, que incluso ni eso nos importa ante una egolatría empalagosa y engañosa que ha impregnado hasta el más recóndito rincón del mundo. Este endiosamiento en que nos han desbocado, estimo está haciendo mucho daño y no siempre para mejorar, sino para destruir y dejarnos a los pies de los caballos, totalmente indefensos y sin anclajes.

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