Natureduca - Portal educativo de ciencia y cultura |
Lengua
SEMÁNTICA
Relaciones semánticas - 2ª parte
Monosemia y polisemia (continuación)
n último término la polisemia deriva de la arbitrariedad del signo, pues eso
supone la posibilidad de que los signos sean atribuidos a referentes para los
que originariamente no servían y, por tanto, a través del uso, cambie el
significado. En el transcurso de la historia, los hablantes dan a las palabras
nuevos significados, sin que desaparezcan necesariamente los antiguos: los
signos se hacen polisémicos o, mejor dicho, se desarrolla la virtualidad
polisémica de éstos.
La economía del lenguaje (un significante, varios significados) es el motor que anima el proceso.
Más esquemáticamente, suelen citarse como fuentes de la polisemia:
Lo habitual, sin embargo, es que estos aspectos se interfieran cuando una palabra adquiere nuevos sentidos: la especialización supone de hecho un cambio de aplicación, tras los cambios de aplicación suele estar el lenguaje figurado, etc.
Se podría pensar que la polisemia que existe en la lengua y que los diccionarios registran perturba la comunicación. No ocurre así. La ambigüedad que supone se resuelve en el habla, bien por la presencia inmediata de la situación ("es un demonio" tiene un significado preciso tanto si lo dice una madre de su hijo, como el guía de un museo explicando una figura de un cuadro), bien por el propio contexto lingüístico, que actualiza normalmente sólo uno de los significados ("ha limpiado toda la casa"/"me han limpiado mil pesetas"). En algunas ocasiones resuelven esa ambigüedad procedimientos gramaticales como el género ("el editorial"/"la editorial") o el orden de palabras ("simple estudiante"/"estudiante simple").
No obstante, determinados registros lingüísticos, lejos de reducir la polisemia, la movilizan para sacar de ella valiosos rendimientos: el lenguaje humorístico, el de la publicidad o el literario, lo hacen en busca de una comunicación que supone un rodeo para el receptor.
Éste comprende los dos o más significados bien simultáneamente, bien unos después de otros, lo que acentúa su percepción del mensaje. La polisemia, que Aristóteles censuró como elemento perturbador del lenguaje por ser particularmente apto para el engaño, se muestra en estos lenguajes como factor enriquecedor de una comunicación ciertamente específica.