GEOGRAFÍA - PAÍSES: Grecia - 7ª parte
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Geografía

PAÍSES

Grecia - 7ª parte


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Arte

a historia del arte griego se divide también en dos grandes períodos: el arte antiguo y el arte moderno. Dentro del primero, a su vez, pueden distinguirse tres períodos: arcaico, clásico y helenístico. Durante el período arcaico (ss. XII al V a C), surgió la forma arquitectónica más representativa del arte griego, el templo, con la típica estructura del tejado en dos vertientes sobre un peristilo de columnas. Este período se caracteriza por la generalización de dos estilos: el dórico y el jónico. El primero, de líneas severas y proporciones perfectas, tiene su máxima representación en el Heraion de Olimpia (s. VII a C). El segundo, originario de Asia Menor y rico en decoración escultórica, tiene sus mejores ejemplos en el Artemision de Éfeso y el Didymaion de Mileto, del s. VI a C. Otras creaciones originales surgidas en este período son los teatros semicirculares, los estadios de planta alargada y las salas hipóstilas.

En la escultura dórica destacan los koúroi (atletas desnudos) y las kórai (muchachas vestidas, entre las que son famosas las descubiertas en la Acrópolis de Atenas), y obras célebres, como el Apolo de Tenea (s. VI). El estilo jónico perseguía la elegancia del modelado y el sentido de movimiento; destaca el trono Ludovisio, representación del nacimiento de Afrodita. El período clásico (ss. V al III a C) constituye la gran época del arte griego del Siglo de Pericles. A él pertenecen el Partenón (447-432 a C) y otros edificios de la Acrópolis de Atenas, como los Propileos, el templo de Atenea y el Erecteón.

A fines del s. V a C apareció el nuevo estilo corintio (tholoi de Delfos, templo de Tegea), que se mezcló con el dórico y el jónico, originando combinaciones de gran sutileza. Durante la segunda mitad del mismo siglo, Policleto creó el clásico canon de las proporciones del cuerpo humano con sus célebres desnudos masculinos (Diadumenos, Doríforo), y un siglo más tarde se desarrollaron nuevas formas escultóricas inspiradas en el dramatismo, la expresión de movimiento y la sensualidad del cuerpo humano. Durante esta época destacó la pintura sobre cerámica y los célebres lékythoi, en los que el dibujo griego alcanza el auge en la representación de escenas mitológicas, épicas o cotidianas. El período helenístico (ss. IV y III a C) se caracterizó por el triunfo del estilo corintio.

La predilección por la complejidad y los efectos escenográficos se vio reflejada en la construcción de colosales conjuntos urbanísticos (acrópolis de Pérgamo). La escultura constituye la forma de expresión más típica del arte helenístico, que se caracteriza por el triunfo del expresionismo y el sensualismo naturalista. El mayor conjunto escultórico de este período es la gigantomaquia del gran altar del templo de Pérgamo. También pertenecen a esta época las diversas Venus desnudas, entre las cuales destaca la Afrodita de Cirene, una de las más bellas creaciones del arte griego. La pintura se caracteriza por la aplicación de contrastes de luces y sombras y por los rápidos trazados del pincel. La prosperidad de la época helenística se vio reflejada en las artes aplicadas (orfebrería, objetos de gema con finas piedras superpuestas, etc.).

El período moderno se inició con la decadencia de la creación artística (s. IV), debido a la persistencia de la romanización y, posteriormente, a la presencia turca. Después de la independencia (1832), se inició un renacimiento artístico caracterizado por la apertura hacia las nuevas corrientes europeas, sobre todo alemanas (escuela de Munich), y, más tarde, francesas (surrealismo). Influidos por las nuevas tendencias internacionales, figuras como Spirópulos, Kaniaris, Tsoklis, Pavlos, Kunelis, Samarás, Perdikidis y Mutarás (pintores), Zongolópulos, Apergis, Takis y Thódoros (escultores), Pikionis, Kandilis, Doxiadis y Faturos (arquitectos), aseguran la continuidad de la vida artística de Grecia.

Música

La música tradicional griega es un arte esencialmente monódico, que se desarrolló a través de diferentes géneros: los coros, la citarodia (canto acompañado de cítara) y la aulodia (canto acompañado de aulos o flauta). Con la desaparición del mundo antiguo, solamente fue cultivada la música religiosa bizantina. A partir de la segunda mitad del s. XIX se inició el camino hacia un nacionalismo musical griego, cuya figura más destacable fue Nikos Manzaros, autor del himno nacional (1823), seguido por Pavlos Karrel, autor de la ópera Markos Botzaris (1861). Actualmente, destacan Iannis Xenakis (1922), en el campo de la música culta de vanguardia, y Mikis Theodorakis (1925), autor de una producción popular basada en elementos tradicionales y religiosos.

Teatro

El drama es una de las creaciones originales de la cultura griega. En sus dos vertientes --tragedia y comedia--, fue la forma literaria por excelencia en el período clásico ateniense. Los orígenes de la tragedia arrancan de los rituales religiosos en honor del dios Dionisos. Su creador fue Esquilo (la Orestiada), con la representación mitográfica que acogió a los dioses y a los mitos. Sófocles, su sucesor, desarrolló el género alcanzando una mayor perfección formal; fue el autor de grandes obras (Edipo rey, Electra y Antígona). Eurípides, contemporáneo de los sofistas, fue el tercer autor trágico; entre sus obras destacan Medea e Hipólito.

La comedia se desarrolló como contrapartida de la tragedia; sus orígenes partían de las danzas y cantos fálicos dóricos y tuvo, entre sus precedentes, los mimos de carácter costumbrista de Sofón de Siracusa. Se caracterizaba por el realismo, la sátira social y la parodia. Aunque tuvo su origen en las ciudades dorias, adquirió su forma en Atenas en el s. V. Aristófanes, uno de los mayores cómicos universales, fue autor de despiadadas burlas de las figuras políticas e intelectuales de su tiempo en obras como Las ranas y Las nubes. Otros autores clásicos representativos fueron Cleón, Sócrates, Eurípides, Antífanes y Alexis.

Cine

Las obras de los realizadores Dimítrios Gaziadis y Orestes Laskos dieron un importante impulso al séptimo arte en Grecia que, a partir de 1925, fueron considerados los padres del cine nacional griego. Tras la Segunda Guerra Mundial apareció la figura de un joven realizador, Iorgos Tzavelas, que alcanzó su fama con la temática de la resistencia contra los alemanes (Marinos Kondaras, 1948; Antígona, 1961). Posteriormente, junto a Michalis Cacoyannis (Stella, 1955; La última mentira, 1958; Zorba el griego, 1963), y Nikos Konduros (Pequeñas Afroditas, 1963), Tzavelas se convirtió en el protagonista directo del apogeo del cine griego, obtuvo un renombre internacional y fomentó la aparición de nuevos valores, como Takis Kanelópulos (Uranos, 1964) y Demóstenes Theos (Kieron, 1967).

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