GEOGRAFÍA - PAÍSES: Grecia - 4ª parte
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Geografía

PAÍSES

Grecia - 4ª parte


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Historia hasta siglo IV

os primeros pobladores griegos fueron pueblos cazadores y pastores, pertenecientes al Paleolítico Medio, que dejaron restos del hombre de Neanderthal al N (Tesalónica), y en la isla de Creta. A partir del año 3000 a C, se inició en esta isla el asentamiento de pueblos procedentes de Asia Menor que desarrollaron un intenso comercio con el continente asiático y con Egipto, extendido posteriormente a la península. Mil años más tarde llegaron, desde el centro de Europa, pueblos indoeuropeos (aqueos, jonios y eolios).

En las islas, la civilización egea se desarrolló independientemente de estas migraciones indoeuropeas, que en sucesivas oleadas fueron ocupando la Grecia continental. La civilización cretense, también denominada minoica, fue la más característica de todo el ámbito egeo. Su época de máximo esplendor tuvo lugar durante los años 2000 a 1500 a C. El proceso de desarrollo de Creta estuvo marcado, principalmente, por la entrada del uso de los metales (cobre y bronce), junto con las transformaciones sociales y el inicio de la cultura urbana. La llegada de los aqueos inició una civilización que ha sido conocida con el nombre de micénica, por ser Micenas la ciudad que se hizo con la hegemonía después de diversas luchas. Esta civilización puso fin al período de auge cretense, impuso su poder desde Micenas y Pilos hasta Atenas e inauguró una nueva época en la que el comercio se extendió hasta la península. La desintegración del poder micénico (1100-800 a C) tuvo lugar con las invasiones tesálicas, beocias y dóricas, que provocaron el movimiento hacia el S de las poblaciones establecidas al N. La más importante de ellas fue la dórica que, desde la península del Peloponeso, empujó a los micénicos hacia las islas del mar Egeo y la costa de Asia Menor.

A partir del año 800 a C, después de la recuperación de los efectos de las invasiones, se inició un fenómeno de máxima importancia en la historia: la aparición de las ciudades-estado (polis), que constituían unidades políticas soberanas. Constaban de un centro fortificado, generalmente sobre una colina, una ciudad residencial y comercial a los pies de este centro, y un territorio rural alrededor, sobre el que a menudo se levantaban pequeñas aldeas. Las polis se organizaron alrededor de un monarca con poder militar y religioso, establecido en Atenas, que gobernaba asesorado por un consejo de ancianos. Los ciudadanos podían ejercitar eventualmente sus derechos políticos, y el Estado les dotaba de protección en épocas de peligro, permitiéndoles el refugio dentro de las murallas. Durante este período se experimentaron también nuevos métodos de gobierno: en el seno de la sociedad griega de la época, típicamente rural, se impusieron los grandes terratenientes, que sustituyeron a la monarquía por el Estado aristocrático.

A partir del s. VII a C se inició un período de colonización a través del Mediterráneo, motivado, en gran parte, por la creciente presión demográfica y los limitados recursos económicos. Este fenómeno, que se desarrolló principalmente entre el 770 y el 560 a C, determinó el nacimiento de un activo comercio y de un importante progreso industrial en la metrópolis.

El comercio tuvo máxima intensidad en las ciudades jónicas de Asia Menor: Mileto, la ciudad más importante, abrió el comercio con el mar Negro; Focea y Samos lo establecieron con el Mediterráneo occidental. A partir del año 546 a C los persas impusieron su dominio sobre las ciudades jónicas. Éstas, apoyadas por Atenas, iniciaron una difícil resistencia en el año 499 a C, que culminó en la batalla de Maratón. Con la derrota de los persas finalizó la denominada Primera Guerra Médica (493-481 a C), pero diez años más tarde una nueva invasión persa penetró en el Ática y asaltó Atenas, iniciando la Segunda Guerra Médica. El final del conflicto significó la victoria definitiva de los atenienses y espartanos en la batalla de Salamina.

La consecuencia más inmediata de las guerras médicas fue la constitución de la Liga de Delos (477 a C), bajo la dirección de Atenas, que tenía como principal objetivo la protección contra nuevos ataques persas y el desarrollo del comercio. Durante este período la política interior sufrió una modificación en el sentido más democrático. Pericles (499-429 a C) emprendió profundas reformas constitucionales que relegaron el poder de la nobleza a un segundo término, mientras que la burguesía, formada por marineros, comerciantes y artesanos, se convirtió en una clase privilegiada que obtuvo la dirección política de la ciudad. Paralelamente, se inició la disputa entre Atenas y Esparta por la hegemonía de Grecia, que culminó con la guerra del Peloponeso (431 a C), en la que intervinieron casi la totalidad de las ciudades griegas.

Durante el desarrollo del conflicto, Esparta contó con el apoyo de la oligarquía ateniense, que veía en la guerra la posibilidad de recuperar el poder. Por otro lado, y ya desde su inicio, la guerra fue desfavorable a Atenas, que vivió y sufrió la derrota de sus ciudades aliadas, Platea y Argos, así como la completa destrucción de su flota. Los espartanos impusieron su hegemonía, suprimiendo las instituciones democráticas por gobiernos aristocráticos; en Atenas instituyeron el Gobierno de los Treinta Tiranos, derrocado en el 403 a C con el alzamiento general de la ciudad. Viendo peligrar su hegemonía, Esparta pidió el apoyo de los persas que, a cambio, se anexionaron las colonias griegas de Asia Menor. Sin embargo, un nuevo levantamiento determinó la derrota de los espartanos en Leuctres y, definitivamente, en Mantinea en el año 362 a C. De este modo, Atenas recuperó parte de su influencia y ambas ciudades reconocieron mutuamente su lugar de preeminencia: Atenas en el mar y Esparta en la tierra.

Durante siglos el reino de Macedonia había permanecido políticamente aislado del resto de estados helénicos. Sin embargo, a mediados del s. IV a C, la Macedonia regida por Filipo II gozaba de una situación ventajosa respecto a sus vecinos griegos: poseía recursos naturales suficientes y no se hallaba exhausta por las guerras. Por ello, la batalla de Queronea (338 a C) permitió la anexión de Atenas y Tebas a su dominio. El hijo y sucesor de Filipo II, Alejandro Magno, animado por ansias de gloria y de conquista, se propuso unificar bajo su poder todo el mundo civilizado. No obstante, antes de iniciar la conquista de Persia, quiso asegurar su dominio sobre las ciudades griegas. Después de su muerte (323 a C), los territorios de su Imperio se fragmentaron en diversos estados (Egipto, Siria y otros estados menores de Asia Menor), pero Macedonia continuó manteniendo su hegemonía, aunque cada vez más debilitada.

Las ciudades griegas del S, con el fin de liberarse, formaron la Liga Etolia (279 a C) y la Liga Aquea, con las que consiguieron la independencia de la tutela macedonia. Paralelamente, la debilidad política de los antiguos estados griegos determinó, en gran parte, la decadencia del comercio, de la industria y de la agricultura; durante este período se inició un proceso de emigración hacia Asia Menor y una serie de revueltas protagonizadas por las clases populares, descontentas por la crisis general. Por ello, la aristocracia buscó el apoyo de Roma para restablecer el orden conservador y la protección contra los macedonios.

Con la derrota de Perseo en la batalla de Pidna (168 a C), se disolvió definitivamente el Imperio de Macedonia, que pocos años después pasaría a convertirse en una provincia romana. Posteriormente, los romanos suprimieron la Liga Aquea, por lo que Grecia quedó anexionada a su Imperio como una dependencia de Macedonia (146 a C). En el año 88 a C, Atenas y otras ciudades, con el apoyo de Mitrídates, rey del Ponto, iniciaron una revuelta contra Roma que fracasó. Durante la época de las guerras civiles, Grecia fue el escenario de la lucha entre Pompeyo y César y entre Octavio y Marco Antonio. Posteriormente, Augusto separó Grecia de Macedonia, incluyéndola en la provincia de Acaya y situando la capital en Corinto. Durante el dominio del Imperio romano en Grecia, el emperador Constantino fundó la ciudad de Constantinopla (330). Con la división entre Arcadio y Honorio, el país entró a formar parte del Imperio de Oriente o Bizantino.

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